Comentario
La resistencia organizada se desmoronó, pero grupos de japoneses, e incluso combatientes individuales, continuaban la lucha. Los norteamericanos trataron de conseguir su rendición dirigiéndoles llamamientos que, hecho excepcional en una guerra ideológica tan cruel como fue la de 1939-1945, mostraban una respetuosa admiración por sus adversarios. "Habéis combatido valiente y heroicamente... ¿Para qué morir puesto que podéis rendiros honorablemente y vivir para prestar más tarde preciosos servicios a vuestro país?... Insisto respetuosamene en que aceptéis las condiciones de una honorable capitulación..." Así se dirigió sin éxito el general Cates, de la 4.ª División (que había perdido más de la mitad de sus efectivos), a su homólogo Sadasui Senda. También el general Erskine envió una nota muy cortés al adversario que frenaba mortíferamente su avance, el coronel Masuo Ikeda: "La intrepidez y el indomable ardor que han mostrado los soldados japoneses en Iwo han suscitado la admiración de todos los combatientes. Usted ha conducido a sus hombres de una manera magnífica y no tenemos la intención de exterminar a tan valerosa tropa..." Tampoco se rindió Ikeda, y su puesto de mando fue pulverizado por cargas explosivas de 800 kilos.
Los norteamericanos hicieron solamente 216 prisioneros, en su mayoría heridos intransportables, entre los 21.000 hombres que integraban la guarnición de Iwo Jima. 5.885 "marines" perecieron en las arenas negras de la isla (a los que habría que añadir los 400 tripulantes del portaaviones Bismarck Sea que murieron cuando un avión de ataque especial "kamikaze" hundió su navío en aguas de Iwo y 17.272 heridos. Hubo además 46 desaparecidos y 2.648 enfermos, la mayor parte enloquecidos o agotados por las terribles condiciones del combate.
De Kuribayashi se sabe que el 13 de marzo quemó las banderas de sus regimientos y que el 18 sólo le quedaban 800 hombres. Su radio se silenció el día 22, tras un mensaje en el que "lamentaba infinitamente" haberse visto obligado a ceder al enemigo una parcela del territorio japonés. Cerca de su refugio oficial su adjunto, el almirante Ichimaru, lanzó a la cabeza de un comando de diez hombres un ataque suicida que las ametralladoras de los "marines" pararon en seco a muy pocos pasos del abrigo. Algunos prisioneros aseguraron, aunque sin pruebas, que Kuribayashi se había suicidado el 27 de marzo haciéndose el tradicional "seppuku" (abriéndose el vientre). Su cadáver nunca fue encontrado.