Comentario
"Yo voy a morir aquí..." , escribió a su esposa en una desengañada carta más tarde difundida profusamente por la radio japonesa oficial el general del Cuerpo de Ejército Tadamichi Kuribayashi, un hombre frío, severo y enérgico, a los pocos días de ser nombrado comandante de la guarnición de la isla-fortaleza de Iwo Jima, en el archipiélago de las Volcano (Kazan).
Kuribayashi, que procedía de la caballería, había hecho su carrera en China y alcanzó su máximo grado al ser destinado a la I División de la Guardia Imperial, la célebre "División Konoye", encargada directamente de la escolta y defensa próxima del Emperador. Este puesto, culminación de su carrera, fue precisamente ocasión del sino que le llevó, en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, a Iwo Jima, isla que dependía de la Prefectura de Tokio y a la que siempre eran destinados hombres de la guarnición de la capital.
Iwo Jima o Iuoshima, también llamada Sulphur (Azufre), es una minúscula isla del archipiélago de las Volcano, parte meridional del archipiélago de las Bonin que los japoneses llaman Ogasawara. Está situada a mitad de distancia entre Tokio y las Marianas, antiguas islas españolas vendidas a Alemania en 1899 (sus nativos conservan aún apellidos castellanos), donde los norteamericanos habían ya ocupado al asalto Guam (que les pertenecía desde 1898), Tinián y Saipán. Iwo Jima se halla a algo más de un millar de kilómetros de cada uno de esos dos puntos: exactamente a 1.220 Km al sur de Tokio. Una excelente base posible para los bombarderos B-29, las célebres "Superfortalezas volantes", que incendiaban noche tras noche con bombas de fósforo Tokio y las principales ciudades japonesas y, sobre todo, para los cazas de radio de acción medio Mustang P-51, que podrían, partiendo de ella, acompañarlos y protegerlos durante sus mortíferas incursiones al corazón mismo del Japón.
Iwo Jima merece bien el nombre de Sulphur que tiene en las cartas marinas españolas. Es una isla desolada de aproximadamente siete por cinco kilómetros en su parte más ancha. Una extensión de apenas 2.000 hectáreas de arenal volcánico, negras cenizas y rocas sulfurosas que se estrechan hacia el sur hasta sólo tener 2.500 metros de anchura y que termina, en esa dirección, en un monte de silueta muy redondeada y aplanada por la erosión, pero de laderas aún abruptas, de 180 m de altitud: el volcán extinguido Suribachi. Una isla "sin agua y sin pájaros", pero llena de emanaciones peligrosas y de fumarolas mefíticas que dificultaron considerablemente los trabajos de fortificación emprendidos por Kuribayashi,
Inmediatamente al norte de Suribachi, extremidad meridional de la isla, se extendía cara al este la playa de Futatsun, de un poco más de tres kilómetros de longitud, único punto de Iwo Jima accesible desde el mar y situado en el paraje más estrecho y bajo de la isla. Y en su único llano. Detrás de la playa estaba precisamente la principal instalación aérea de la isla, el aeródromo de Tidori. Más al norte, arrancando de este terreno bajo y llano en su espolón brusco, se alza la meseta de Motoyama, de altitud algo superior a la del Suribachi, pero de relieve muy diverso. En el borde meridional de esa meseta atormentada estaba el segundo terreno de aviación japonés, de construcción muy reciente, en el que se hallaban los radares que preveían al Japón metropolitano de la inminente y temida llegada de los B-29 de las Marianas. En el extremo norte, la meseta de Motoyama terminaba en el cabo Kitano, un dédalo de colinas salvajes, cavernas y rocas volcánicas que acababan abruptamente en el mar.