Comentario
Bajo este nombre se engloban una serie de culturas calcolíticas que, a partir aproximadamente del 2200 a. C., tuvieron como rasgo común el uso de unos vasos cerámicos en forma de campana invertida, que se consideraron su fósil-guía más representativo. La característica más relevante de este fenómeno cultural es que se extendió prácticamente por toda Europa, desde el Atlántico hasta los Cárpatos, adquiriendo un cierto aire de universalidad que llamó la atención de los investigadores desde finales del pasado siglo. Estuvo unido en todas las regiones europeas a la introducción definitiva del trabajo del cobre, excepto en el Sureste español y en los Balcanes, donde representó ya un Calcolítico Pleno al ser lugares donde se había producido una adopción precoz de la metalurgia; la aparición del Vaso Campaniforme puede considerarse, según Delibes, la culminación de la secuencia neolítica en Europa Occidental.
Las características culturales que definen este complejo cultural podemos resumirlas de la manera siguiente:
- Su gran dispersión geográfica hizo pensar a muchos estudiosos en una absoluta homogeneidad cultural que se ha demostrado errónea pues, aunque concurren afinidades de tipo material, existe una gran variedad de grupos regionales. Harrison distinguió tres provincias o complejos culturales diferentes: a) Oriental, englobando las zonas circundantes a los ríos Oder, Elba y Rin. b) Occidental, que incluiría las regiones de los Países Bajos, Francia y las Islas Británicas. c) Meridional, con los grupos de la Península Ibérica, el sur de Francia, Sicilia y el norte de Africa.
- La mayoría de los yacimientos que han permitido identificar este complejo cultural son sepulturas, conociéndose proporcionalmente muy pocos poblados. El tipo de enterramiento muestra un cambio sustancial respecto a las precedentes fases megalíticas, puesto que ahora encontramos sepulturas individuales que parecen responder a nuevas creencias y a nuevas formas de organización social. Las tumbas más típicas son hoyos circulares excavados en el suelo, en cuyo fondo se depositaba el cadáver -sólo en ocasiones se conocen deposiciones dobles o triples- acompañado de las piezas del ajuar. En algunos casos se emplearon cistas o se reutilizaron monumentos megalíticos, depositándose los enterramientos en los pasillos de acceso.
La vinculación con las fases precedentes se ha interpretado en muchos lugares como un posible entronque con el sustrato y, por ejemplo, en la región del Rin algunos autores no perciben ninguna ruptura cultural y se inclinan a pensar que pudo ser este foco el origen de todo el fenómeno.
- El equipo material campaniforme es el que mejor muestra las semejanzas entre unos grupos y otros. La cerámica fue el elemento clave por la relativa similitud en sus formas que, básicamente, se reducen a tres: el vaso de forma acampanada con amplio cuello troncocónico, la cazuela de menor altura y fuerte carena y el cuenco de forma semiesférica, todos ellos con la peculiaridad de estar profusamente decorados con la técnica de la incisión, formando motivos geométricos a base de rayitas, espigas, zig-zags, etcétera, dispuestos en bandas horizontales y paralelas desde el borde hasta el fondo del recipiente. Se trata de unas cerámicas perfectamente elaboradas de las que Clarke dijo que eran muy caras de producir, tanto en términos de horas-hombre, como en términos de valor absoluto contemporáneo.
Casi siempre han aparecido acompañadas en los ajuares de las mismas piezas, que también podrían considerarse de lujo: puñal de cobre con empuñadura de lengüeta, puntas de flecha de cobre, diademas, cintas y láminas de oro, puntas de sílex con pedúnculo y aletas, brazal de arquero en piedra y botón de hueso con perforación en V.
- La cronología del Vaso Campaniforme puede establecerse con cierta precisión puesto que son abundantes las dataciones radiocarbónicas que permiten marcar los límites del proceso entre los años 2200-1700 a. C., es decir, dentro del período que venimos denominando Calcolítico.
Se han podido establecer diferencias cronológicas entre unos grupos y otros, siendo los más antiguos el grupo Cordado, típico de los Países Bajos y norte de Francia y denominado así porque la decoración está realizada a base de impresiones de cuerdas; el grupo Marítimo, localizado en el occidente de la Península Ibérica; y el grupo Oriental, todos ellos contemporáneos; los restantes grupos denominados Derivados o Incisos harían su aparición después del año 2000 a. C. Los grupos peninsulares, excepto los de la fachada atlántica, estarían incluidos en estos últimos y podrían agruparse en varios conjuntos, dependiendo de su lugar de ubicación: Palmela en el sur de Portugal, Ciempozuelos en la Meseta, Carmona en el valle del Guadalquivir y Salamó en Cataluña.
Entre los grupos campaniformes peninsulares, algunos de ellos no demasiado bien definidos, existen diferencias no sólo en aspectos materiales sino a la hora de interpretar su aparición. Mientras en ciertos grupos aparece el ajuar campaniforme como un elemento totalmente nuevo en el registro arqueológico, en otros lugares como el Sureste o el Sur de Portugal, caso de Los Millares o de Vilanova de Saco Pedro, se encuentra en los niveles superiores del Calcolítico local, asociado a las sepulturas megalíticas y, por tanto, en un contexto que ya venía evolucionando desde las etapas precampaniformes ya analizadas.
El problema más interesante en torno al Campaniforme, aún no resuelto de manera definitiva, es el del propio significado de este fenómeno cultural y desde los primeros años de este siglo se han formulado variadas hipótesis en torno a su origen y al porqué de su expansión, latiendo en todas ellas la aceptación del carácter paneuropeo de dicho fenómeno.
En los primeros momentos de la investigación se intentó identificar esta cultura material con un determinado pueblo, partiendo de los presupuestos identificadores de raza-cultura y, así, se pensó que las gentes campaniformes serían grupos ambulantes, a modo de buhoneros, que habrían recorrido Europa difundiendo las incipientes técnicas metalúrgicas. Independientemente de estos presupuestos teóricos, lo que se aceptaba por parte de casi todos los investigadores era la existencia de un determinado lugar de origen desde el que luego se había difundido hacia el resto del continente.
Dejando al margen algunas interpretaciones extremadamente difusionistas que volvían sus ojos al Oriente, concretamente a Egipto como foco originario, las discusiones se centraron en decidir si era en Centroeuropa o en Europa Occidental, concretamente en la Península Ibérica, donde se podía situar la cuna de los campaniformes. Esta última hipótesis fue defendida por algunos investigadores alemanes de principios de siglo, como es el caso de Schmidt, y sobre todo por investigadores españoles como Bosch Gimpera y Alberto del Castillo, autor de la primera gran síntesis sobre la cultura del Vaso Campaniforme, publicada en 1928.
A mediados de los años 60 tuvo una gran repercusión la teoría esbozada por Sangmaister según la cual el origen del campaniforme se situaría en la zona del estuario del Tajo, donde se localiza el grupo marítimo más antiguo, y desde allí habría un movimiento de flujo hacia Bretaña y los Países Bajos que daría lugar a la formación de los grupos centroeuropeos que, tras un dinámico desarrollo, iniciarían una nueva expansión en sentido inverso, de reflujo hacia las regiones meridionales y occidentales de Europa incluida la Península Ibérica. Fue el investigador inglés Harrison quien, a mediados de los años 70, revitalizó el estudio de este problema adoptando una explicación dualista que admitía un foco campaniforme originario en el estuario del Tajo y otro en Hungría, explicando las similitudes entre todos ellos por un fenómeno de convergencia.
En los últimos años las perspectivas de estudio han cambiado -como decía Clarke, no es tanto un problema de datos sino de teoría- abandonándose los presupuestos monogenistas y difusionistas y, por tanto, la preocupación de buscar un origen geográfico a este fenómeno. Hemos visto que en muchos lugares se ha demostrado ya una continuidad cultural con los estratos precedentes y tiende a pensarse que el equipo campaniforme, compuesto por una serie de objetos de lujo, responde a las apetencias de unas elites sociales emergentes que habían establecido entre ellas unas redes comerciales importantes por las que se intercambiarían, entre otros productos, objetos considerados de prestigio.