Comentario
Ni que decir tiene que la aparición de la moneda en el mundo ibérico, al igual que ha sucedido previamente en otras áreas del Mediterráneo, es uno de los hechos históricos de mayor importancia. Pero es necesario antes de nada hacer una primera distinción entre las monedas acuñadas en el área ibera de España en la época definida culturalmente como ibérica y las monedas acuñadas desde fines del siglo III a. C. hasta mediados del siglo I d. C. por las comunidades (ciudades) indígenas sin un control, al menos directo, de una potencia externa, aunque parece evidente que todas las acuñaciones posteriores a la llegada de Roma a la Península fueron emitidas con el permiso e incluso de acuerdo con las necesidades de Roma.
Hoy sabemos que la moneda pudo desempeñar muchas funciones en la Antigüedad: como medio de pago, sobre todo para las tropas, que pudo ser una de las causas principales de su aparición; como medio de cambio, tanto en las grandes transacciones, como en las actividades de la vida diaria; como expresión de autonomía política (como han visto con claridad Austin y Vidal-Naquet para las poleis - ciudades griegas); como portadora de mensajes de propaganda o actuando como nivelador social.
La moneda fue introducida en el mundo ibérico por los griegos, quienes la extendieron por todo el Mediterráneo. Presedo, que ha sintetizado los conocimientos referentes a este punto, piensa que el hecho de que hayan sido los griegos los introductores de la moneda nos debe llevar a considerar que las influencias griegas tienen un carácter de economía urbana que es necesario admitir en toda su importancia, frente a los que creen que lo ibérico como cultura es una consecuencia de lo púnico y, antes, de lo fenicio.
Las primeras acuñaciones conocidas son las de Ampurias, aunque, según Guadán, ya se utilizaban en la colonia griega las monedas focenses. El comienzo de las acuñaciones se sitúa en torno al 400 a. C. y lo primero que se acuñan son óbolos y otros divisores con un patrón que suele denominarse ibérico, lo que revela cierta independencia económica. Estas monedas ampuritanas llegan hasta el Cabo de la Nao en Alicante, lo que nos da idea de la inmersión de estos pueblos iberos dentro de la economía monetal. La colonia de Rhode emite en la segunda mitad del siglo IV unas dracmas que son consideradas como las más bellas acuñadas por los griegos en España; estas acuñaciones van desde el 320 al 237 a. C. Ampurias acuña dracmas típicas a comienzos del siglo III hasta el desembarco romano del 218 a. C.
La moneda de bronce aparece en Ampurias en el 206 y continúa posteriormente.
Otro de los focos de acuñación, precisamente en la otra punta de la zona ibera, es Gadir (Cádiz), que a partir de comienzos del siglo III a. C. acuña monedas de bronce, en principio anepígrafas, para satisfacer las necesidades diarias de intercambio de su comunidad. Pero, a partir de la dominación de los cartagineses, comienza a acuñar monedas de plata para cubrir las necesidades militares de las Guerras Púnicas en España
Parece que también Ebusus (Ibiza) acuñó moneda de bronce para sus propias necesidades a partir de hacia el año 300 a. C.
El panorama monetario de época ibérica se ve limitado fundamentalmente a los colonizadores y en muy pequeña medida afecta a las poblaciones indígenas del Sur y Levante peninsular, muy posiblemente sólo a los grupos privilegiados de ellas.
Con la época de dominación cartaginesa y, sobre todo, durante la Segunda Guerra Púnica se produce un importante cambio en la situación en distintos aspectos de la vida de la Península por influencia de la guerra, que sitúa a unas poblaciones frente a los conquistadores, ya cartagineses, ya romanos, y a otras como aliados o mercenarios de unos u otros. En este nuevo escenario se extendió, como no podía ser menos, el uso de la moneda. Durante la época de dominio cartaginés y primeros años del conflicto bélico con Roma en España surgen nuevas cecas: la de Carthago Nova (Cartagena), para pagar a los mercenarios del ejército cartaginés con las series hispanocartaginesas de plata, así como para la realización de los intercambios en la vida diaria; la de Cástulo, donde se acuñaron monedas de bronce para subvenir a las necesidades de la gran concentración humana que trajo consigo la explotación de los recursos mineros del Alto Guadalquivir, monedas que, según M.P. García y Bellido, debieron ser las primeras monedas indígenas con rótulos en el signario ibérico del sur; Arse (Sagunto), que comienza a acuñar moneda muy pronto con influencia de Cartagena, utilizando poco a poco el alfabeto ibérico después de la II Guerra Púnica, monedas que se extienden por todo el área levantina y andaluza a impulsos de la administración romana; Saiti o Saitabi (la romana Saetabis, Játiva), que también acuña como Arse dracmas y didracmas, no sabemos exactamente para qué, pero que posiblemente tenga que ver con el pago a los ejércitos romanos, como sucedió con las acuñaciones de Ampurias tras el desembarco en ella de los romanos en el año 218 a. C. Ebusus (Ibiza) dentro del área de influencia cartaginesa comienza a acuñar monedas entre el 214 a. C. y el inicio del siglo II. Antes del final de la Segunda Guerra Púnica en España (206 a. C.) acuñan moneda, además de las ya citadas, Kese (Cesse - Tarragona),con rótulos ibéricos, al igual que Arse y Cástulo, Obulco (en la Alta Andalucía), con rótulos bilingües, ibéricos y latinos, y Florentia (=Iliberris, Granada), con rótulos únicamente en latín. En la zona de Cataluña se emiten dracmas a imitación de las de Ampurias con letreros en signario ibérico, Iltirtar-Ilerda (Lérida); Barkeno-Barcino (Barcelona). En general los numísmatas hispanos están de acuerdo en identificar estas dracmas con el denominado en varias ocasiones por Livio (33, 10, 4; 33, 10, 46 y 40, 43, 4) argentum Oscense.
Segun Guadán, entre el año 206 a. C., fecha del final de la Segunda Guerra Púnica en la Península, y el 133 a. C., momento en que termina la guerra celtibérica, con lo que se produce el final de las guerras en la Meseta Norte, se van formando grupos de cecas emparentadas: todas las cecas de la Alta Andalucía utilizan el alfabeto ibérico del sur (Obulco, Porcuna, Jaén, Castulo, Iliberris Granada, etc.), mientras que las de la Baja Andalucía, con acuñaciones desde época muy temprana, llevan leyenda en latín (Urso - Osuna, provincia de Sevilla, Iliturgi -cerca de Andújar, Carmo -Carmona, etc.)
Durante todo este tiempo nuevas cecas, que no es el momento de enumerar pormenorizadamente, van apareciendo por todo el área turdetana e ibera, lo que da idea de que la vida urbana va adquiriendo una importancia creciente. Dentro de ellas destaca por las influencias que refleja una nueva serie monetal, la denominada libio-fenicia, con cecas desde Cádiz hasta Málaga, con influencias africanas y sin tipología uniforme, que lo único que tienen en común es el alfabeto. También es importante resaltar que en esta época comienzan a aparecer con más profusión cecas de influencia pirenaica, cecas en el valle del Ebro y hacia el interior de la Península, series con alfabetos ibéricos del Norte.
Parece fuera de toda duda, como han puesto de manifiesto R. Knapp y F. Beltrán, que la mayor parte de estas acuñaciones son moneda de "frontera", es decir, directamente relacionadas con la conquista de la Península Ibérica por Roma y que las emisiones ibéricas (o indígenas) están ligadas estrechamente a la presencia romana.
Por otra parte, es necesario también resaltar, como hace Presedo a partir del análisis de las acuñaciones, que el mundo ibérico está evolucionando desde el siglo IV a. C. hacia una economía de ciudad, proceso que se ve acelerado por la introducción de la moneda griega a través de Ampurias y Rosas, en lo que se refiere a las zonas de mayor influencia griega, y por las acuñaciones de Cádiz, base de la influencia cartaginesa en la parte Sur de la Península, y que va a verse favorecido y continuado por la presencia de Roma a finales del siglo III a. C. A partir de estas bases de influencia, este mismo autor propone una clasificación, a mi entender un poco simplificadora, de las acuñaciones del área ibera en dos grandes zonas: desde Cataluña a Levante, donde actúa la influencia de la dracma emporitana, y el Sur, sometido a las factorías fenicias y cartaginesas.