Época: Hispania Alto Imperio
Inicio: Año 29 A. C.
Fin: Año 268

Antecedente:
Religión y cultura



Comentario

Las grandes transformaciones que se operan en todos los ámbitos de la realidad histórica hispana durante el Alto Imperio tiene su correspondencia en el plano lingüístico con la sustitución de las diversas lenguas prerromanas por el latín. Este proceso se había iniciado con anterioridad durante la Tardía República, especialmente en las zonas más romanizadas del valle del Guadalquivir, hasta el punto que Estrabón puede afirmar, transmitiéndonos posiblemente las apreciaciones de Posidonio que visita Gades a principios del siglo I a. C., que "los turdetanos han sido totalmente romanizados de tal forma que han olvidado su lengua". Semejante consideración debe de leerse con un criterio selectivo desde el punto de vista social y geográfico, en el sentido de que la latinización afecta en época tan temprana a los sectores aristocráticos y a los territorios más urbanizados del valle del Guadalquivir y de las zonas costeras. Precisamente, la presencia durante este período de algunos retóricos griegos en Hispania documenta el método que se utiliza en la aculturación.
El proceso se completa durante el Alto Imperio, donde se reproducen a escala ciertamente menor las limitaciones sociales y geográficas. En éste, como en otros aspectos, la transformación se relaciona intensamente con el proceso de urbanización que da lugar a la existencia en las principales ciudades hispanas de un sistema educativo, cuyos niveles básicos se vinculan a pedagogos libertos o esclavos, pero que en ámbitos superiores propician la enseñanza de la gramática y de la retórica, como materias imprescindibles en la cultura de las elites hispanas. La documentación epigráfica constata específicamente su existencia en centros tales como Asturica, Tricium, Tarraco, Abdera, Saguntum, Corduba, Astigi o Gades; en casos concretos, el propio municipio sufraga los gastos pertinentes, como ocurre en Tricium donde el gramático recibe del erario de la ciudad 1.100 sestercios anuales.

También en el plano cultural y lingüístico se observan supervivencias de la religión indígena; no obstante, la proyección de la lengua del Imperio y de la cultura helenística provocan asimismo una reinversión de las relaciones de subordinación que habían dominado durante la conquista romana. Manifestación del proceso debe de considerarse la contribución hispana a la cultura clásica, materializada en los poetas Lucano y Marcial, en el filósofo Séneca, en el retórico Quintiliano, en el geógrafo Mela o en el agrónomo Columela, que protagonizan culturalmente el mismo proceso de integración y de provincialización del Imperio, presente en el plano social con el acceso de la aristocracia hispana al trono imperial durante la dinastía antonina.