Comentario
Las fuentes históricas griegas y latinas correspondientes al cambio de Era, como por ejemplo Estrabón, Plinio el Viejo, Tácito y Ptolomeo ofrecen información sobre el origen de los godos, sus primeros desplazamientos, los diferentes grupos y pueblos que los constituían, así como sus costumbres, organización social y otros aspectos, aunque de forma relativamente confusa. Este problema, sumado a las diferentes tradiciones historiográficas, hace difícil esclarecer el origen de los godos.
Las narraciones cotejadas con los datos proporcionados por los historiadores de la época y posteriores -tales como Casiodoro o Jordanes- permiten situar el origen legendario de los godos en la isla (península) de Scandia (Scandza) correspondiente a la actual Götaland de la Suecia meridional. Jordanes en su Getica (IV, 25) define cómo se inició la migración: "officina gentium aut certe velut vagina nationum". Por medio de barcos dirigidos por Berig atravesaron el Mare Suebicum y pasaron a la costa continental de Germania, en la zona denominada Gothiscandza, en la actual Polonia. Jordanes vuelve a indicarlo en la Getica (XVII, 94): "Se ha dicho que los godos, en grupo, salieron de la isla de Scandza con su rey Berigh, trasladándose en sólo tres naves hasta la orilla del océano citerior, esto es Gothiscandza".
Es gracias a la arqueología, y sobre todo en los últimos años, que se ha podido delimitar, aunque no sin dificultad, la localización de los godos-gutones en esa zona, en lo que se ha dado en denominar la cultura de Wielbark. Este apelativo viene del nombre de una de las grandes necrópolis excavada con casi tres mil sepulturas, situada cerca de Elblag en las llanuras de la Prusia oriental (Polonia). Dicha cultura de Wielbark parece que se formó a principios del siglo I d.C. y perduró hasta finales del siglo IV d.C., teniendo una gran difusión primero en la Pomerania y en la Gran Polonia, desplazándose hacia finales del siglo II d.C y principios del siglo III d.C al valle medio del Vístula.
La delimitación de las diversas culturas halladas en la Germania libera conduce a la distinción de las múltiples etnias que se detectan en esta gran extensión de territorios. Al este del establecimiento de godos y gépidos, en las actuales regiones de Letonia y Lituania, se han documentado enclaves característicos de grupos báltico-occidentales, caracterizados por las culturas de Kovrovo y Bogaczewo. Al sur de la cultura de Wielbark y hasta llegar a los Cárpatos, se detectan yacimientos de la cultura de Przeworsk, cuyos materiales permiten identificar a vándalos o lugios. Esta cultura se formó ya en la segunda mitad del siglo II a.C. y tuvo continuidad hasta el siglo V d.C. Al oeste, en la desembocadura del Oder, se han documentado restos materiales correspondientes probablemente a rugios y lemovios, entremezclándose ya con la cultura material propia de los grupos culturales germánicos del valle del Elba, entre los que destacan los suevos y longobardos, además de marcomanos y cuados.
El análisis de la documentación arqueológica contrasta con las fuentes literarias, pues si bien estas últimas conducen a suponer la migración desde Scandia hacia el continente, el estudio de los materiales hace pensar en un surgimiento paulatino -y no repentino- de estos grandes conjuntos cementeriales en un sustrato autóctono.
Las fuentes literarias documentan después de la llegada a la costa continental una posterior migración. Arqueológicamente se ha podido comprobar que los grupos godos atravesaron la Pomerania oriental siguiendo las aguas del Vístula tal como hemos visto al analizar la expansión y desplazamiento de la cultura de Wielbark, llegándose incluso a detectar algunos materiales, fechables a finales del siglo II d. C y principios del III d. C., a ambos lados de los Cárpatos orientales, en las zonas de Volinia, Ucrania, Moldavia y Rumania septentrional. Estos territorios estaban ocupados por vándalos y sármatas, a los cuales los godos obligaron a emigrar.
Los asentamientos analizados en estas regiones han permitido definir una cultura específica, que recibe el nombre de Cernjachov, cuyo abanico cronológico cubre desde finales del siglo II d.C. hasta finales del IV o principios del siglo V d.C. Los primeros asentamientos son pocos y se ciñen a las zonas ya señaladas, densificándose posteriormente en estas grandes extensiones territoriales, particularmente en las costas del Mar Negro y en los valles del Don, del Dniéper, Dniéster y el norte de la desembocadura del Danubio. También destacan algunos hallazgos con las características de la cultura de Cernjachov en zonas más orientales, como por ejemplo Crimea y el Cáucaso, que pueden incluso perdurar hasta los siglos VI y VII d. C. Estos hallazgos no responden a verdaderos asentamientos, sino a gentes huidas después de la fuerte incursión de los hunos en el año 375 d.C. La península de Crimea continuó siendo, gracias a las disposiciones tomadas por Honorio en el año 408, un lugar de asentamiento importante, puesto que así lo atestiguan los yacimientos arqueológicos y necrópolis excavadas, además de las descripciones proporcionadas por Procopio.
Desde mediados del siglo III d.C., los godos empezaron a organizar incursiones en las provincias del Imperio situadas al sur del limes danubiano. La continua presencia de godos en estos territorios dio lugar a una cultura propia, conocida por cultura de Sintana de Mures, aunque tiene muchas semejanzas con la cultura de Cernjachov. Esta cultura de Sintana de Mures se localiza por medio de asentamientos estables en las regiones de Muntenia, Valaquia y Moldavia, en la actual Rumania, correspondientes a la antigua provincia romana de la Dacio. El abanico cronológico de esta cultura ocupa desde mediados del siglo III d.C. hasta finales del siglo IV o principios del V d. C.