Época: Hispania visigoda
Inicio: Año 409
Fin: Año 711

Antecedente:
La población de Hispania



Comentario

Con excepción de los últimos, ya hemos hablado de las circunstancias de la entrada de estos pueblos en Hispania y de su historia y desaparición como pueblos autónomos. En relación con los suevos, que fueron los únicos que permanecieron largo tiempo en territorio peninsular, concretamente en la Gallaecia hasta que Leovigildo puso fin a su reino, las informaciones que poseemos hacen referencia básicamente a la situación de la Iglesia católica, que parece gozar de una cierta libertad. Los suevos convivieron con la población autóctona, sin que conozcamos bien el grado de compenetración al que llegaron. Hay pocas noticias, salvo las de carácter militar de luchas contra la población y contra tropas imperiales en sus afanes expansionistas, que les llevaron a dominar una buena parte del territorio peninsular y que duraron tanto desde los primeros reyes conocidos, de Hermerico a Remismundo, como, tras un paréntesis de casi cien años, de Cariarico a Audeca. Las fuentes de la época, en especial Hidacio, cuyo relato se extiende hasta el 468, hablan de las frecuentes incursiones y devastaciones contra diversos pueblos de la Gallaecia y la Lusitania, y contra familias nobles y pueblos enteros. Por contra, sus relaciones con los visigodos de Tolosa parecieron estrecharse al convertirse los suevos al arrianismo. De todas formas, esta minoría étnica sí debió llegar a una mayor integración y convivencia con la población autóctona en la segunda mitad del siglo VI, cuando se convirtieron al catolicismo. De hecho, la actividad pastoral de Martín de Braga era propiciada por la monarquía sueva. Igualmente, de las fuentes y de los datos biográficos del propio Martín y sus contactos con algunos personajes como Venancio Fortunato, podemos deducir las relaciones que mantendrían con la Gallia merovingia, a través de la vía marítima del Cantábrico; contacto y vía que posibilitaría, por otra parte, la llegada de una comunidad bretona a tierras galaicas, como lo documenta la constatación de una ecclesia Britonensis, a partir de la fundación de un monasterio. El obispo de dicha diócesis acudió al Concilio de Braga del año 572.