Comentario
La clasificación social de trabajadores, defensores y clérigos permite englobar a todos los pobladores de los reinos hispánicos, pero la relación sería incompleta si no se tuviera en cuenta la existencia de grupos humanos que, dedicándose al cultivo de los campos, a la clerecía, a la artesanía, al comercio o a la administración, se diferencian de quienes realizan estos trabajos por su cultura, origen étnico o religión, entre los que se encuentran los mozárabes, cristianos que han vivido bajo el dominio musulmán y conservan entre los cristianos el idioma árabe y la cultura y liturgia heredada del mundo visigodo; los mudéjares, o musulmanes que han permanecido en los territorios ocupados por los cristianos, y los judíos, que mantienen sus diferencias religiosas y viven en barrios, juderías, apartados incluso físicamente de los cristianos.Los mozárabes, muy numerosos en territorio islámico hasta el siglo XII, se trasladan masivamente a territorio cristiano al aumentar la inseguridad y en muchos casos se integran de tal manera que no es posible distinguirlos de sus coterráneos o fijan su residencia en el antiguo reino de Toledo, donde los mozárabes han conservado su organización y su forma de vida por haber pasado en bloque de la taifa musulmana al reino de Castilla en 1085 al ser ocupada la ciudad, en la que tienen como fuero propio el código de época visigoda, el Liber iudiciorum o Fuero Juzgo, y jueces propios. Aunque en muchos aspectos no se diferencian del resto de los toledanos no es menos cierto que los mozárabes ofrecen, entre otras peculiaridades, la de expresarse en árabe, lengua que consideran propia y utilizan en la vida diaria y en los actos jurídicos; conocen y hablan también el romance y sus clérigos dominan el latín, la lengua litúrgica del cristianismo, lo que les permite actuar de intermediarios entre cristianos y musulmanes y actuar en muchos casos como traductores cualificados; conservan sus libros desde época visigoda y mantienen un tipo de letra, la visigótica o mozárabe, incluso en el siglo XIII, cuando en todas partes este tipo de letra ha dado paso a la carolina, símbolo de los nuevos tiempos, de la vinculación de los cristianos no al mundo visigodo sino al romano.Comunidades judías existen en todos los reinos cristianos y aunque en cada caso pueden hallarse diferencias, su situación está condicionada por las normas emanadas de la Iglesia que a partir del siglo XIII exige a los judíos -también a los musulmanes- llevar signos que los distingan claramente de los cristianos, les prohíbe ocupar cargos que les den poder sobre los seguidores de Cristo o les ordena encerrarse en sus barrios el Viernes Santo para que su presencia no sea considerada una provocación por quienes recuerdan que sus antepasados dieron muerte al Señor. Estas disposiciones serán integradas y actualizadas en las leyes civiles y en las disposiciones de concilios y sínodos, pero hasta el siglo XIV no puede hablarse de persecución sistemática de los judíos.El comercio del dinero enriqueció sobremanera a algunos judíos, que de un modo natural se convirtieron en prestamistas del monarca, en cobradores de impuestos y en administradores de la Hacienda real; de este modo, los judíos se convirtieron en funcionarios del monarca y adquirieron una autoridad que teóricamente les estaba negada por su condición de no cristianos. La animadversión que suscita en todo tiempo y lugar el recaudador de impuestos, la conciencia de que la intervención de los judíos era una de las causas del aumento de las exacciones, y los hipotéticos o reales abusos de autoridad cometidos por los hebreos en el desempeño de sus funciones son las causas directas del odio que comienza a observarse hacia los judíos en los años finales del siglo XIII, y la perfecta caracterización de los hebreos como grupo diferenciado facilitó la extensión del odio contra los recaudadores a todos los judíos, muchos de los cuales vivían del desempeño de funciones que nada tenían que ver con la recaudación: judío y recaudador-arrendador de impuestos se convirtieron en sinónimos para la gran masa de la población, y el factor diferencial religioso, prácticamente ignorado en los años anteriores, pasa a primer plano, pero el proceso es lento y las primeras protestas no se dirigen contra los judíos en general sino sólo contra los recaudadores y arrendadores.La protección a los judíos es aún más visible en Aragón, donde Jaime I llega a dar tierras a los judíos, cuenta con ellos para repoblar Mallorca y Valencia y los utiliza ampliamente en la administración pública, medidas que alterna con diversos intentos de convertirlos mediante la predicación o las disputas teológicas con los dominicos; el cambio se inicia, como en Castilla, a fines del siglo, cuando Jaime II aumenta considerablemente la presión fiscal sobre los judíos, muchos de los cuales acabarán emigrando.Los textos eclesiásticos equiparan a judíos y musulmanes cuando toman medidas para mantenerlos alejados de los cristianos, pero la situación de unos y otros es totalmente diferente: entre los primeros abundan recaudadores, prestamistas y comerciantes y los segundos son en casi su totalidad pequeños artesanos y campesinos que han permanecido en la tierra al ser ésta conquistada por los cristianos, pues aunque las capitulaciones no impiden la permanencia de los dirigentes de la sociedad, éstos no tardarían en buscar refugio en Granada o en el Norte de África. El estatuto jurídico varía en función de las capitulaciones que les permitieron mantenerse en sus tierras, pero en líneas generales puede hablarse de tolerancia y respeto a sus normas jurídicas y a su religión.