Comentario
Los romanos habían tenido el primer conato de guerra contra Macedonia después de la guerra contra Aníbal que se había aliado con Filipo V en el 214 a.C. Si bien Roma había intervenido indirectamente reavivando sobre todo las hostilidades de Macedonia con otros estados griegos, principalmente con la confederación etolia, a su vez mantenía una alianza con Atalo, rey de Pérgamo, aúnque el origen de esta alianza permanece oscuro. Sabemos sólo que Atalo tenía relaciones amistosas con los etolios y que en el 211 a.C. fue incluido, como amigo de Etolia, en el tratado que ligó a Roma y los etolios contra Filipo V. Tras la batalla de Egina, en el 208 a.C., Sulpicio Galba, encargado de las operaciones militares, negocia con Filipo V la paz de Fenice.
Mientras tanto, Antíoco III había rehecho, entre el 209-205, la unidad del reino seléucida, desde las costas del Mediterráneo hasta el Golfo Pérsico. En el año 204, tras la muerte de Ptolomeo IV Filopator, Egipto sufre una crisis interna motivada principalmente por problemas económico-sociales y se convierte en una fácil presa para Antíoco y Filipo. Ambos concluyen un tratado en el cual se establece una división anticipada de Egipto para los dos: la Celesiria -siempre reivindicada por el seléucida- y el propio Egipto serían para Antíoco y Macedonia poseería los dominios exteriores de Egipto en el Egeo, además de la Cirenaica, considerada tradicionalmente una extensión de la Grecia insular hacia el norte de Africa.
Si los términos de este tratado eran sinceros o no es lo de menos. En cualquier caso Filipo, asegurada la neutralidad con Antíoco, se lanzó a una política de expansión que le permitió someter a varias ciudades del norte del Egeo y del Helesponto, preparándose para el control de las islas más occidentales. Rodas, viéndose amenazada, solicitó, junto con Atalo de Pérgamo, la intervención de Roma, después de que la flota de ambos estados se hubiera enfrentado con la de Filipo frente a la isla de Quíos con éxito incierto. El asunto, para Roma, era importante puesto que Pérgamo y sobre todo Rodas eran imprescindibles para garantizar la libertad del tráfico marítimo en la ruta de Oriente.
El Senado envía a Emilio Lépido a negociar con Filipo. Se le exige que no atente ni contra las ciudades griegas ni contra las posesiones egipcias, además de imponerle el pago de una indemnización a Rodas y Pérgamo. Puesto que Filipo V -y no sin razón- consideraba que sus campañas en Grecia no alteraban los términos en que se había suscrito la paz de Fenice (que suponía la paz con Roma, no con Grecia, por lo que jurídicamente Roma no tenía justificación para intervenir, ya que no era amenazada por él) decidió rechazar tal ultimátum.
Aúnque el Senado manifestó serias dudas sobre la declaración de la guerra, fueron sobre todo los negotiatiores que surcaban el Egeo quienes presionaron en favor de la intervención romana. Tanto si Filipo triunfaba sobre Antíoco como si se mantenía la alianza entre los dos, los intereses romanos se podrían ver amenazados. Sin duda también la consideración de la suerte que podría correr Egipto entraba en los cálculos romanos. Roma estaba acostumbrada a un cierto equilibrio en Oriente y sus buenas relaciones con Alejandría la hacían particularmente sensible a la ruptura de este equilibrio.
Los senadores acabaron por decidir la intervención. Roma inició las hostilidades con un ejército al mando primero de P. Sulpicio Galba, luego del cónsul Villio y, finalmente, de T. Quinctio Flaminio. Además, varias legiones romanas habían sido prestadas a Rodas y a Atalo de Pérgamo. La primera victoria importante fue la del río Aoos, que rompió las defensas macedonias y obligó a Filipo a replegarse a Tesalia.
De nuevo se iniciaron negociaciones diplomáticas entre ambas potencias, pero la condición -recogida por Roma- de las ciudades griegas no fue aceptada por Filipo. Esta era la evacuación de las tres ciudades griegas ocupadas por Macedonia: Calcis, Corinto y Demetrias. Al no acceder Filipo, se reanudó la guerra. En el 197 a.C. tuvo lugar la batalla decisiva de Cinoscéfalos, que supuso el triunfo de la táctica manipular romana, mucho más ágil y mejor articulada que las falanges macedonias. Flaminio, que había logrado la victoria, era un filoheleno que mantenía numerosos vínculos personales con las oligarquías griegas. Hablaba griego -lo que en esa época era bastante normal para un romano- y conocía muy bien los asuntos de Grecia.
La solicitud de la paz por Filipo V fue aceptada por Roma. Las condiciones relegaban a Macedonia a sus fronteras naturales: debía retirar sus guarniciones de las ciudades griegas, restituir sus conquistas en Tracia y Asia Menor y se comprometía a ceder su flota de guerra, excepto cinco naves de guerra y 5000 soldados como toda defensa. Aquel mismo año Flaminio, en los juegos ístmicos, proclamó la independencia de Grecia.