Época: Aragón Baja Edad Media
Inicio: Año 1276
Fin: Año 1479

Antecedente:
La lírica

(C) Anton M. Espadaler



Comentario

El poeta Ausiàs March es el primero que utiliza el catalán como lengua de poesía, sin que nada lo hiciera prever de una manera determinante. Contribuyó a ello el proceso de degradación que sufrió el occitano clásico al ser usado de forma laxa por los poetas catalanes: junto al hecho de tratarse de un escritor aislado, al margen de una dinámica de corte, instalado en una ciudad, Valencia, más abierta a los cambios culturales. Y sin duda, y por encima de todo, el hecho de elaborar una obra muy personal, cuya clave no se encontraba en la historia colectiva, sino en el devenir biográfico e intelectual de quien la estaba componiendo.
Si la lengua es ya un importante elemento de ruptura, también lo es el estilo, alejado tanto del virtuosismo técnico como de la reproducción de los recursos que conforman la belleza formal de un poema, como de los conceptos y figuras que la tradición había definido como ajustados a poesía. El propio March afirma, por ejemplo, que al escuchar sus poemas "l'orella d'hom afalac no pot rebre" (ningún oído recibirá halago) y en otra ocasión que sus versos han sido escritos "sens algun art, eixits d'hom foro seny" (sin ningún arte, salidos de alguien sin seso). Declaraciones de este tipo, sin embargo, no deben llevar a la conclusión de que se trata de una obra poco cuidada. Al contrario: la dureza de las palabras inusuales en rima, la ausencia de un mundo amable y artísticamente trabajado según los cánones más reconocidos de belleza, el rechazo, la distorsión o la alteración de muchos de sus temas, y la presencia, en cambio, de un mundo convulso, tenso, representado por personajes marginales y por una naturaleza inquietante son fruto de una radical opción estética que se opone vigorosamente a la tradición. En este sentido, quien proporciona el modelo estético, o al menos indica el camino, que hace preferir las palabras inusuales, duras y sin apenas sanción o connotación lírica, es Dante.

Si la obra de March impresiona, incluso en aquellos poemas que la tradición calificó de morales y en los que lo escolástico, aristotélico o senequista prevalece sobre lo poético, es sobre todo por la irrupción avasalladora de un yo único, singular, imposible de ser reconducido hacia cualquier modelo compartible. Esa conciencia de individualidad, esa diferencia aparece en muchos pasos de su obra y en radical oposición a los demás. Estos, impuros o acomodaticios, contrastan con quien completamente solo va sobre "neu descalç ab nua testa" (anda sobre la nieve descalzo y con la cabeza desnuda) o recorre los "sepulcres interrogant ánimes infernades" (los sepulcros interrogando a las almas del infierno).

Sus poemas amorosos, dispuestos en cuatro ciclos, darían cuenta de una historia, más especulativa y racionalista que ardorosa y vivencial, que partiendo de una concepción ascética diseña una relación con la dama basada exclusivamente en el contacto intelectual, como consecuencia de la anulación de las pulsiones eróticas. Esta dama, Plena de seny es substituida por otra, Llir entre cards, que sirve para elaborar una relación más allá de la esfera humana del conocimiento, un acceso, en medio de la desaparición total del mundo sensible, a un saber trascendente, sapiencial. Después de narrar, en términos apocalípticos y no siempre claros, el fracaso de estos intentos y de reconocer el poder de la carnalidad, la "carn vol carn, no s'hi pot contradir" (la carne, carne quiere, nada puede oponerse), March, como el enfermo que ignora la causa del mal que le lleva a la muerte "a si mateix tot lo passat recita" (recita a sí mismo todo su pasado). Este tono de autoconfesión se acentúa en los llamados Cants de Mort (Cantos de Muerte), seis poemas que escribió a la muerte de su segunda esposa, y culmina en el denominado Cant espiritual, un poema desgarrado dirigido a Dios por alguien poco habituado a hacerlo, "Perdona mi si follament te parle" (perdóname si te hablo neciamente), dominado por un inmenso aunque impreciso sentimiento de culpa, y desde una fe muy tibia: "Católic só, mas la fe no m'escalfa" (Católico soy, mas la fe no me alienta).

El "parlar aspro" de March no tuvo seguidores, y quienes mejor asimilaron su poesía, como el valenciano Lluís de Vilarasa, reintrodujeron sus registros expresivos dentro de un código cortesano. Después de March, y aparte Joan Roís de Corella de quien hablaremos luego, el autor más dotado y más variado, introductor del soneto en nuestra lírica, es el ampurdanés Pere de Torroella (c. 1475), que como Francesc Moner (1469-1492) escribe también en castellano. En todos estos autores la presencia occitana es puramente residual, y no deja de ser significativo que Joan Berenguer de Masdovelles (doc. 1438-1467) traduzca en su Cancionero, que conservamos autógrafo, una canción del occitano al catalán.