Comentario
Tanto por ser la primera cueva con arte paleolítico descubierta -en 1879 por M. Sanz de Sautuola- como por la importancia de su decoración, hay que citar en principal lugar la caverna de Altamira (Santillana del Mar). A Altamira le sigue en interés el núcleo troglodítico del Monte del Castillo, en el pueblo de Puente Viesgo, en la orilla izquierda del río Pas. La cueva del Castillo, descubierta en 1903 por H. Alcalde del Río -publicada en "Les cavernes de la region cantabrique"-, fue objeto de importantes excavaciones dirigidas por Obermaier y Breuil (estudiadas por V. Cabrera). De las mismas procede un buen lote de arte mueble, en su mayor parte estudiado por M. Almagro Basch, incluida la serie de los omóplatos grabados pertenecientes al MagdaIeniense superior con arpones. Las paredes de la cavidad contienen unas 150 figuras zoomorfas, un centenar de manos y otro centenar de signos. Destacan un panel bastante deteriorado con bisontes polícromos de estilo altamirense, las bellas ciervas grabadas con técnica de raspado, el gran macho cabrío grabado, etcétera. Se hallan en galerías paralelas y en niveles distintos, unidos por una vasta zona de hundimientos.Indudablemente en El Castillo hay muchas cosas diversas. El abate Breuil, en 1912, realizó el primer análisis topográfico de los diferentes temas: manos, signos, figuras negras, etcétera. El trabajo de Leroi-Gourhan confirmó la hipótesis de Breuil acerca de la existencia de dos grandes períodos en El Castillo. El más antiguo sería del Estilo III, con manos negativas, bisontes sencillos y signos plenos. Estos configuran un espacio muy particular en el llamado rincón de los tectiformes, comparable al de La Pasiega. Otro santuario se repite más hacia el interior y termina con líneas de grandes puntos y un pequeño mamut. Una parte de estos puntos está en indudable relación con banderas estalagmíticas que sirvieron como litofono. Antes se encuentra la gran columna estalactítica con su hombre-bisonte. En ella -como para las máscaras y otras figuras- se han utilizado los relieves naturales.En el mismo Monte del Castillo se hallan las galerías de la cueva de La Pasiega, descubierta en 1911 por H. Obermaier, P. Wernert y H. Alcalde del Río, de la que realizó los calcos el abate Breuil y se publicó en 1913 con el título de "La Pasiega á Puente Viesgo". En su forma actual, con dos entradas artificiales, se pueden visitar las galerías B y C, accediéndose desde la primera a la galería A, todo ello con un complicado recorrido. El número total de representaciones es de unas 250, cuyo inventario aproximado es el siguiente: 46 caballos, 17 bisontes, 65 cérvidos, 12 cápridos, 14 uros, 2 manos, 2 antropomorfos, 13 indeterminados y más de 80 signos. Entre todas estas representaciones destacan una figura fantástica semihumana, un bello grupo de 20 signos en un lugar muy escondido y otro que parece una inscripción. Como corresponde a la intrincada topografía y a las varias entradas antiguas, en La Pasiega se pueden identificar varios santuarios. Estos son del Estilo III, aunque de un carácter menos arcaico que Lascaux (Solutrense evolucionado al final del Magdaleniense antiguo) y del Estilo IV antiguo del período de los claviformes. La tercera cueva del Monte del Castillo es la de Las Monedas, descubierta por iniciativa de A. García Lorenzo en 1952 y publicada por E. Ripoll en 1972. Su nombre se debe a un pequeño lote de monedas del siglo XVI, perdido allí por un ignoto explorador que recorrió la vasta cavidad en aquel tiempo. En una pequeña sala, no lejos de la entrada de esta caverna, hay 35 siluetas zoomorfas -entre ellas algunos renos, los primeros en ser identificados en el arte paleolítico español- y diversos signos, todo en color negro y sin ninguna presencia de grabados. Leroi-Gourhan interpretó el santuario de Las Monedas como un tipo característico de su Estilo IV reciente, con la ventaja de no haber sufrido sobrecargas ulteriores, siendo el único testimonio español del último período de las cuevas santuarios. Nosotros lo atribuimos a los artistas del Magdaleniense IV/V, o sea, cronológicamente, hacia los años 12000 a 10000 a. C., en números redondos. Los caballos y los bisontes se parecen a los de Niaux, Le Portel, Trois-Fréres y El Pindal. Todo lo cual no puede apoyarse en la arqueología pues las excavaciones en la primera sala no dieron ningún resultado (más tarde se encontró en ella un escondrijo con materiales de la Edad del Bronce, hoy en el Museo de Prehistoria de Santander). Por último, la cueva de Las Chimeneas, en el mismo conjunto de Puente Viesgo que venimos describiendo, fue descubierta en 1953 por A. García Lorenzo, J. Carballo y F. Puente, realizando los calcos M. A. García-Guinea. Las monografías son obra de J. González Echegaray en 1963 y 1974. Su nombre es debido a las simas por las que, desde una cueva en un nivel superior -actual entrada-, se alcanzó la cueva pintada y grabada. La entrada original todavía permanece colmatada por derrubios y formaciones calcáreas. La cueva contiene unas 40 figuras que van desde toscos grabados sobre la roca descompuesta -¿un mamut?- hasta grabados finos y una serie de bellas siluetas de ciervos de color negro y de un gran realismo pintados en un estrecho divertículo de la cavidad. Las astas, cornamentas, orejas, así como el uso de la perspectiva torcida, al igual que un ciervo con las patas rígidas y separadas hacia adelante y hacia atrás, son características del Estilo III. La cueva de Chufín (Riclones) es interesante por contener dos santuarios, uno exterior con grabados sencillos, en parte de trazo muy profundo, que forman figuras incompletas de cápridos y cérvidos, y otro interior, con pinturas rojas y grabados finos y raspados, con predominio de los signos. Las manifestaciones externas han sido atribuidas al Auriñaciense y las internas al Solutrense. A este último período corresponde el yacimiento de la entrada, con una fecha de C 14, 15.530 años. Los estudios y excavaciones fueron realizados por M. Almagro Basch, V. Cabrera y F. Bernaldo de Quirós.
La caverna de Hornos de la Peña (San Felices de Buelna), tenía también ambos tipos de santuario. Del exterior queda sólo la parte posterior de un caballo fuertemente inciso en la roca, casi igual a otro grabado sobre hueso hallado en el nivel auriñaciense de la misma zona del vestíbulo (excavaciones del Institut de Paléontologie Humaine a principios de siglo). En el interior de la cueva hay un buen número de paneles grabados, uno de los cuales contiene un grabado que representa un antropomorfo, una de las primeras o la primera conocida de este tipo de figuras (hasta el punto que, en un principio, fue interpretado como un simio). También hay un amplio espacio ocupado por trazos digitales. Desde hace algunos años el conjunto está siendo copiado y estudiado por un equipo dirigido por P. J. Ucko. El yacimiento de la cueva de El Juyo (Igollo), en curso de excavación por L. G. Freeman y J. González Echegaray, tiene niveles del Magdaleniense III y IV, con fechas de 14.440 BP ± 180 y 13.290 BP ± 240. En relación con una estructura seguramente ceremonial se encontró una extraña roca tratada como una cabeza o máscara humana. También proceden de dichos niveles varias piezas de arte mueble, incluido un cérvido recortado sobre hueso, con la técnica que los franceses denominan "contour découpé".En la misma región de Cantabria se encuentran algunas otras cuevas con arte, pero con un número mucho menor de representaciones: Micolón (Riclones) (con unas pocas pinturas y grabados de una fase muy antigua, seguramente auriñaco-gravetiense), El Pendo (zona litoral) (con un solo grabado -¿un pingüino?-, pero con diversos objetos de arte mueble), La Meaza (Ruiseñada), Clotilde de Santa Isabel (con grabados zoomorfos de tipo muy arcaico: cabeza de felino, bóvidos y un signo), Santián (valle del Pas) (con una serie de claviformes de color rojo), Cobrantes, La Pila, Emboscados y Patatal (Matienzo), Salitre (Miera), etc.
Otro núcleo troglodítico se halla en los alrededores de la población de Ramales de la Victoria, en la zona limítrofe entre Santander y Vizcaya. En él destaca la cueva de Covalanas, que contiene 20 figuras de animales (de ellas, 17 ciervas), cuya silueta está diestramente realizada con la técnica de puntillado que corresponde al Estilo III tardío, correspondiente al Solutrense final cantábrico (contemporáneo del Magdaleniense inicial francés). Seis de las ciervas forman probablemente una escena y aquí hay que recordar la rareza de las composiciones en el arte paleolítico. Muy cerca de Covalanas se halla la cueva de La Haza, con una serie de siete figuras de color rojo (3 caballos, 2 carniceros, 1 posible cierva y 1 indeterminado). Ambas fueron descubiertas en 1903 por L. Sierra y H. Alcalde del Río, y luego publicadas en "Les cavernes de la region cantabrique".En la misma zona se encuentra la enorme cueva de La Cullalvera en la que, a 700 metros de la entrada, se encuentran dos grupos de claviformes en rojo y en negro, y a 1.200 metros, las siluetas lineales en negro de dos caballos, figuras que son, con mucho, las más alejadas de la entrada entre todas las cuevas peninsulares con arte. En la misma zona hay otras cuevas menores con manifestaciones artísticas: Sotarriza, Peña del Cuco (Castro Urdiales), Covanegra, La Lastrilla y La Hoz.Uno de los más recientes hallazgos de Cantabria es el de la cueva de Fuente del Salín (Muñorrodero, valle del río Nansa) (1985), con un importante conjunto de manos que viene a plantear de nuevo toda la problemática de este tipo de representaciones. Un primer estudio ha sido publicado por A. Moure, M. González Morales y C. González Sainz.