Comentario
La investigación sobre el arte fenicio y púnico en España se ha hecho siempre a la luz de los textos antiguos sobre la colonización, buscando la forma de explicar la influencia sobre los tartesios y los iberos. Los hallazgos arqueológicos que indicaban con mayor claridad la existencia de importaciones orientales se han separado de las posibles producciones locales con las que se definía el arte propio; así, se ha ido caracterizando con nitidez un arte tartésico, hasta comprender que en éste hay mucha producción local del artesanado fenicio, que sigue sus propias fórmulas en Occidente. Estamos cada día más cerca de la definición del arte fenicio occidental, creado esencialmente en Cádiz para el mercado tartésico, y distinto, tanto del fenicio oriental importado del Líbano o de Egipto, como del púnico producido alrededor de Cartago.
El taller fenicio gaditano, intuido hace más de treinta años por el profesor Blanco Freijeiro, pudo ser el principal productor del arte orientalizante en España; antes de su consolidación, fueron comunes las importaciones de obras fenicias junto con otras griegas y egipcias, que llegaban por el mismo cauce comercial. Más adelante, este comercio se especializa, por lo que conocemos hasta el momento, en objetos de materiales selectos, como la fayenza egipcia, los huevos de avestruz, las piedras semipreciosas de los entalles y la cerámica griega; se crearon otros talleres de estilo propio, como el de Ibiza, y también se pusieron en marcha los centros indígenas en los que se forma el arte ibérico, poniendo de relieve la intensidad de la influencia fenicia y el éxito con que se había conseguido difundir una iconografía ecléctica y variadísima, en la que están presentes todos los pueblos de la antigüedad que habían contribuido con sus productos a llenar las curvas y hondas naves de los más atrevidos navegantes de la Historia.
Las colonias fenicias en España fueron la puerta por la que entró en nuestro país todo el arte del Mediterráneo oriental, no tan sólo el fenicio, sino también el griego, el egipcio y el sirio. Las tumbas del siglo VII a. C., excavadas por M. Pellicer en Almuñécar (Granada), indican que la moda de entonces era la de emplear como vaso cinerario una hermosa ánfora de alabastro, con los rótulos jeroglíficos que señalan el nombre de los faraones en cuyo reinado se habían fabricado; los platos y las lámparas son de barniz rojo fenicio, pero los cántaros y copas con los que se trasegaba el vino en el banquete funerario eran ya de fábrica griega, como será costumbre hasta el siglo IV a. C.
El panorama de las aportaciones fenicias abarca tanto el campo de la construcción funcional como el del artesanado, pero no el de las artes mayores consideradas en su sentido clásico. En arquitectura monumental, en escultura y en pintura, la España antigua debe mucho más a la colonización griega, que afectó a la costa levantina y algunas regiones del interior. Los fenicios traían sus athyrmata, objetos bellos, lujosos y decorativos, mientras que los griegos proporcionaban verdaderos artistas plásticos, que iniciaron los prolíficos talleres ibéricos. De esta forma, Tartessos y las regiones colonizadas por los fenicios tendrán siempre, según la certera expresión de don Antonio Blanco, "ciudades sin estatuas", es decir, sin ese aire humanístico de las poblaciones influidas por el clasicismo helenístico.
El arte fenicio y púnico en España tiene sus focos principales en importantes ciudades costeras. Gadir (Cádiz), fue la primera colonia de Occidente en el año 1104 a. C., según las fuentes históricas; en aquellos mismos años alcanzaron también los fenicios Onuba (Huelva) y Sexi (Almuñécar); en el siglo VIII existieron numerosos establecimientos fenicios en la costa mediterránea andaluza, desde Gibraltar hasta Almería, y los gaditanos frecuentaron Ibiza, aunque esta isla pasará más adelante a depender de los cartagineses. A Cartago y otras poblaciones norteafricanas se debe la colonización posterior de la zona meridional andaluza, a la que los romanos llamaron Libio fenicia; en Baria (Villaricos, Almería), están los restos de una población esencialmente púnica. En los últimos años del poderío cartaginés se fundó Cart-Hadascht o Cartago Nova (Cartagena), que será la expresión del proyecto imperialista de Asdrúbal y Aníbal. Junto a todos estos lugares, un gran número de yacimientos arqueológicos de Andalucía, Extremadura y Levante ha proporcionado objetos fenicios y púnicos, como clientes asiduos que eran de aquella próspera sociedad comercial.