Comentario
La victoria de la facción más conservadora de la nobilitas marcó una nueva etapa en la crisis de la República romana. Por vez primera aparece claro para el pueblo romano e itálico que el Senado no es sino un instrumento del que se sirven unos cuantos personajes o familias para aprovechar todas las ventajas que les permite su posición de poder, en detrimento del pueblo. Su estrategia para mantener el consenso se funda más en impedir que el pueblo elija sus propios líderes o defensores, que en llevar a cabo las medidas sociales que los Gracos habían emprendido. La nobilitas recurrió en los años siguientes, a la táctica que ya había utilizado durante este periodo: lanzar falsos líderes populares a los que lógicamente dosificarán las concesiones y controlarán muy de cerca los límites de su audacia. Pero de este periodo de los Gracos, la oligarquía senatorial había sacado también otra conclusión y es la necesidad de sellar una alianza con los caballeros e incorporarlos a sus filas. El apoyo inicial de éstos a Cayo Graco había sido una presión a la que el Senado no pudo hacer frente. Así, mientras el Senado comenzó a anular o minimizar las reformas y leyes graquianas, sólo aquellas leyes que habían determinado la situación de mayor privilegio y ventajas de los caballeros, permanecieron intactas. Se inicia, pues, durante estos años un camino peligroso y de consecuencias fatales. Roma se divide en dos grupos: aquellos en cuyas manos se concentra el poder y la riqueza y los que no poseen nada. Resulta en cierto modo paradójico que el cónsul L. Opimio, tras la sangrienta represión que había acabado con Cayo Graco, hiciera edificar en el Foro, al pie del Capitolio, un templo dedicado a la Concordia. La guerra exterior había sido en muchas ocasiones la justificación y la coartada que la nobilitas había utilizado para afianzar su posición y, al mismo tiempo, eliminar tensiones sociales creando nuevas expectativas de riqueza al pueblo y apartando su atención de los problemas internos. Durante estos años, se habían llevado a cabo algunas empresas militares importantes, especialmente las que condujeron a la creación de la provincia de la Galia Narbonense. Fulvio Flaco, el cónsul del 125 a.C., fue el que inició la conquista de una parte del territorio periférico y limítrofe con el itálico, de la Galia Cisalpina. A éste le sustituyó C. Sextio Calvino. El objetivo era la creación de una vía terrestre que facilitara las comunicaciones entre Italia e Hispania. El pretexto en que se apoyaba el intervencionismo romano era la defensa de su aliada Massalia (Marsella) contra determinadas tribus galas. Sextio logró derrotar a los Saluvios y fundó la ciudad de Aquae Sextiae (Aix-en-Provence). La tercera etapa la llevó a cabo, en el 122 a.C. el cónsul Cneo Domicio Ahenobarbo que, reforzando sus tropas con las que comandaba el otro cónsul, Fabio Máximo, consiguió una gran victoria sobre los alóbroges y avernos. Domicio prosiguió la pacificación de la zona y creó una colonia, Narbo Martius (Narbona), que funcionaría como centro administrativo de esta zona sur de las Galias, ahora convertida en provincia romana. En esta colonia, Narbo Martius, se asentaron principalmente los soldados veteranos de Domicio. Si a la vieja colonia focense le molestaban las tribus galas, ahora se veía mucho más amenazada en sus intereses por el domino romano sobre la zona, que suponía la explotación de las ricas llanuras por los colonos romanos y el asentamiento de numerosos mercaderes romanos e itálicos que aseguraban el tráfico comercial entre Italia e Hispania y con las poblaciones indígenas. Otro hecho destacable en estos años fue la conquista de las islas Baleares en el 123 por el cónsul Q. Cecilio Metelo. La razón era el constante peligro que para las naves itálicas suponía la piratería a que se entregaban los habitantes de las islas. La conquista fue acompañada con la creación de dos colonias: Palma y Pollentia, en las que se asentaron tres mil colonos, soldados veteranos que habían luchado en Hispania contra los celtiberos.