Comentario
Cuando Salustio expone las razones que le llevaron a escribir sobre la guerra de Yugurta, dice: "...porque esta guerra fue larga y encarnizada, con reveses de fortuna para unos y otros y porque entonces el pueblo romano se levantó contra la soberbia de los nobles". Efectivamente, por primera vez el pueblo contestó el derecho de los senadores a dirigir una guerra. Salustio consideraba que, tras la caída de Cartago, Roma inició un período de crisis política y moral que sacudió a la nobilitas y al pueblo. La alianza de los senadores y caballeros imprimió a la política exterior de estos años un carácter mercantilista evidente. La adjudicación del cobro de tasas a los publicanos, en virtud de la ley de Cayo Graco del 123, amplió la red de compromisos y alianzas económicas que llevaba a la búsqueda de nuevos mercados en zonas en las que la influencia romana garantizase la estabilidad necesaria para el desarrollo de tales actividades. En esta época tal factor fue el que decidió en gran medida la política exterior romana y las intervenciones militares. Los acontecimientos de la guerra yugurtina surgen tras la muerte de Micipsa, hijo de Massinisa, rey númida que había cumplido -en alianza con Roma- un papel de cerco y hostigamiento a Cartago. Micipsa había continuado la política de su padre siendo un fiel aliado de Roma y en varias ocasiones había suministrado a Roma grano, elefantes y contingentes militares. En definitiva, Numidia era considerada un reino satélite de Roma y su importancia para ésta radicaba principalmente en los numerosos intereses comerciales que Roma tenía allí. Desde la época de Massinisa estaban establecidos en Cirta -la capital- y otras ciudades númidas numerosos grupos de comerciantes romanos e itálicos. La defensa de estos intereses motivó la intervención de Roma en las contiendas dinásticas que surgieron tras la muerte de Micipsa. Micipsa a su muerte había dejado dos hijos, Adherbal y Hiempsal. Pero su sobrino Yugurta, por su propia trayectoria militar y sus relaciones con Roma, se consideraba con derechos sobre el trono. Éste había sido enviado por Micipsa al frente de un destacamento militar númida a Hispania para luchar junto al ejército romano. Así, había participado en el asedio de Numancia y había trabado gran amistad con Escipión Emiliano quien -según Salustio- había llegado a prometerle que contaría con el apoyo de Roma, tras la muerte del rey, para sucederle en el trono. El cónsul M. Porcio Catón, enviado por el Senado, se trasladó a Numidia a fin de regular el problema de la sucesión y decidió la división de Numidia en tres estados que asignó a cada uno de los tres herederos. No era ésta la aspiración de Yugurta que, poco después, hizo asesinar a Hiempsal y derrotó a Adherbal cuando intentaba invadir el reino de Yugurta. Buscó apoyo Adherbal en la propia Roma ante el Senado. Simultáneamente, Yugurta envió embajadores al Senado, que estaba dividido. Finalmente triunfó la solución propuesta por L. Opimio: se envió una comisión presidida por él mismo que estudió un nuevo reparto del reino entre los contendientes. Este reparto se hace efectivo en el 113 a.C., aunque por poco tiempo, asignándose a Adherbal la parte oriental incluida Cirta y, el resto, a Yugurta. En el 113 a.C., Yugurta invade el reino de Adherbal y prepara el asedio de Cirta. Adherbal solicita nuevamente la ayuda de Roma, pero la división de opiniones en el Senado y la derrota de un ejército romano ante invasores teutones ralentizó la toma de una decisión respecto al problema númida. Como la amenaza de los teutones seguía vigente, Roma no consideró oportuno desplazar contingentes de tropas a África. Así, en el 112 a.C., envió una nueva comisión con la vana pretensión de obligar a Yugurta a respetar el acuerdo y abandonar el cerco de Cirta. Este no hizo el menor caso. Forzó a Adherbal a capitular y, poco después, lo asesinó. En la masacre de Cirta fueron asesinados también gran número de negotiatores romanos asentados en la ciudad. Fue la presión popular la que obligó al Senado a declarar la guerra a Yugurta. El cónsul Calpurnio Bestia fue encargado de dirigir las operaciones que comenzaron en el 111 a.C. con resultados positivos para Roma. Yugurta pidió iniciar negociaciones de paz y éstas se realizaron entre Bestia y él mismo en términos tan mesurados que se reducían a la imposición a Yugurta de una leve indemnización económica y el mantenimiento de éste en el trono. La razón estaba clara: con Yugurta o sin él, la paz en Numidia urgía a los caballeros comprometidos en importantes negocios en África, ya que la guerra perjudicaba seriamente a sus intereses. Pero los medios populares se negaron a aceptar esta solución, acusando al Senado de no haber realizado una guerra punitiva y a los generales de haberse vendido a una paz deshonrosa. Fue el tribuno de la plebe C. Memmio quien representó el sentimiento popular. Se realizó una investigación pública sobre las probables corrupciones y para el esclarecimiento de los hechos se hizo venir al propio Yugurta a Roma. Este compareció no ante el Senado, sino ante la asamblea de la plebe. Memmio le presionó a fin de que aclarase las sospechas y acusaciones que sobre las negociaciones con Bestia habían levantado. Pero el otro tribuno, a las órdenes del Senado, cortó el proceso de raíz al poner el veto a Memmio. Esta experiencia le sirvió a Yugurta para comprobar hasta qué punto las tensiones sociales entre el pueblo y el Senado así como las divisiones dentro de éste, podrían entorpecer la capacidad de actuar militarmente contra él. En el año 110, el misterioso asesinato de Massiva, primo de Yugurta, que podía llegar a ser un rival para él pues tenía ciertos derechos dinásticos, decidió al Senado a intervenir de nuevo militarmente en Numidia. El encargado de las operaciones fue el cónsul Sp. Postumio Albino. La campaña fue un cúmulo de torpezas y el resultado fue la capitulación del ejército romano. Esta derrota causó en Roma una enorme conmoción, no sólo entre los medios populares, sino entre los propios caballeros que veían peligrar sus negocios con tales reveses. Se exigió la creación de un tribunal especial que juzgase la incompetencia y las responsabilidades de los magistrados que habían conducido las operaciones en Numidia. Se establecieron condenas contra Calpurnio Bestia, Sp. Postumio Albino y L. Opimio. De nuevo se ponía de manifiesto la incidencia política del sector de los caballeros, compañeros de viaje ocasionales de los senadores. La trama de sus intereses económicos actuaba como factor de presión política cada vez más poderoso, en un Senado en el que, si no había aún facciones organizadas, sí que se constatan grupos claramente divergentes. En el 109 a.C. se elige para la conducción de la guerra al cónsul Q. Cecilio Metelo, un aristócrata moderado que, según Salustio, había gozado siempre de una reputación sin tacha. La campaña duró aún cinco anos, aunque el mando de Metelo sobre el ejército le fue arrebatado a los dos años de iniciada esta nueva guerra. Durante estos dos años, Metelo obtuvo victorias parciales sobre Yugurta. En el 108 a.C., Vaga, ciudad que se consideraba sometida, atacó y dio muerte a la guarnición romana allí asentada. La repercusión de esta noticia en Roma supuso una convulsión tanto más cuanto que coincidió con la derrota ante los cimborios en la Galia del otro cónsul, M. Junio Silano. Plebeyos y caballeros se unieron en sus reproches al Senado. Una propuesta del tribuno C. Servilio Glaucia logró que los jurados de los procesos contra magistrados corruptos o incapaces estuvieran compuestos exclusivamente por caballeros. El Senado no pudo evitar, una vez más, esta merma de sus facultades judiciales. La situación de Metelo tras el incidente de Vaga, era extremadamente difícil. No se lograba la victoria definitiva y su legado, Cayo Mario conducía una campaña crítica contra él y sus tácticas militares, mientras la popularidad de Mario en el ejército crecía en gran medida. Esta desunión sin duda repercutió en la prolongación de la guerra. En el 108 a.C. Mario, un homo novus, se presenta a los comicios consulares y es elegido cónsul para el 107 a.C. Al mismo tiempo, el concilium plebis (asamblea de la plebe) entrega el mando del ejército destacado en Numidia a Mario y destituye a Metelo. Era una afrenta dura para el Senado que, hasta entonces, había siempre decidido la conducción de las guerras exteriores de Roma. La confianza del pueblo en Mario se tradujo en el enrolamiento de voluntarios, pero Mario no sólo aceptó como soldados a los possesores, sino a gran cantidad de indigentes que tenían la esperanza de enriquecerse en la guerra. Era un ejército con un componente popular inédito hasta entonces el que Mario utilizó para la guerra contra Yugurta. Mario reanudó con fuerza la campaña númida. En el 107 la toma de Capsa supuso una victoria importante, aunque la ayuda de Bocco, rey de Mauritania, a Yugurta ralentizó los éxitos militares de Roma. Para lograr la total sumisión de Numidia, se hizo necesario recorrer el enorme país, ir tomando las ciudades una a una, hasta que en el 106 a.C. Yugurta abandona Numidia y se refugia en Mauritania. Poco después, el entonces cuestor de Mario, Cornelio Sila, logra que Bocco entregue a Roma a Yugurta. Mario celebró su triunfo en Roma el 1 de enero del 104, llevando delante de su carro a Yugurta que, poco después, era ajusticiado en la cárcel.