Comentario
En líneas generales a partir del siglo II y salvo excepciones como Itálica se advierte un descenso en el número de construcciones y un mayor predominio de restauraciones o modificaciones de programas ya ejecutados con anterioridad. Así se constata en ejemplos como el que proporciona Clunia, en las termas denominadas tradicionalmente Los Arcos, donde han podido definirse dos momentos de utilización a partir de sus estructuras más antiguas de finales del siglo I d. C., el primero correspondiente a Adriano o Antonino Pío y el segundo, definitivo y renovador a fondo, probablemente de época de los Severos. Un dato, interesante por el escaso número de ejemplos conocidos, viene dado por la localización en Tarragona de la sede de la corporación de obreros de la construcción o Schola del Collegium Fabrum, identificada gracias a varios testimonios epigráficos y que se encontraba activa en época de Adriano.
A partir del siglo III la realización de grandes proyectos monumentales de carácter urbano sufrió un acusado descenso a consecuencia de la crisis en la que se vio envuelto el Imperio. El escaso número de inscripciones de este período, relativas a la financiación de construcciones por parte de las elites ciudadanas, constituye la prueba más evidente de los cambios que se produjeron en las formas de vida de las ciudades. Por otra parte, la situación de tranquilidad que venía disfrutando la Península durante los dos primeros siglos, se vio alterada por acontecimientos como las incursiones de los Mauri en la Bética, cuyas consecuencias han podido apreciarse en ciudades como Munigua, donde de forma apresurada se edificó una muralla que seccionó la necrópolis meridional, llegando a utilizarse hasta las propias inscripciones funerarias de ésta como material de construcción. Asimismo, la población de Itálica dedicó un epígrafe a Gayo Valio Maximiano en señal de agradecimiento tras haber restablecido la paz en la Bética y en otra inscripción procedente de las cercanías de Antequera (Málaga) se rinde homenaje a esta misma persona por haber liberado al Municipium Singilia Barba de un prolongado asedio. En el Noroeste de la Tarraconense, las revueltas ocasionadas por un numeroso grupo de tropas encabezado por Materno, también debieron afectar a algunas ciudades, como por ejemplo Ampurias, que con tal motivo acogió un destacamento de la Legio VII Gemina. Esta ciudad se hallaba ya en plena decadencia, como lo demuestra el abandono en el siglo II de dos grandes residencias y la pérdida de funciones de su foro en el siglo III. Otros acontecimientos, como las invasiones bárbaras de los años 262 y 297, provocaron la reconstrucción de las murallas de un buen número de ciudades como Gerunda (Gerona), Barcino (Barcelona), Caesaraugusta y Castuto (Jaén). En el Noroeste, Bracara Augusta, Asturica Augusta y Lucus Augusti fueron también fortificadas, como lo fue también Legio (León).
La nueva situación político-administrativa derivada de las reformas de Diocleciano, con la división de Hispania en cinco provincias, no supuso un incremento de la arquitectura pública y las actuaciones en este campo se limitaron principalmente a restauraciones de monumentos antiguos y en menor medida a la construcción de nuevos edificios, promovidas por estamentos oficiales, entre los que destacaba el gobernador de la provincia. En Tarragona el praeses (gobernador) Julio Valente construyó en nombre de los emperadores Diocleciano y Maximiano un "porticus Ioviae", alusión al apelativo "Iovius", recibido por Diocleciano en el 287 d. C. En contrapartida, se prestó una mayor atención a la arquitectura privada y en particular a las residencias de los altos funcionarios de la Administración. Así se explica cómo, en Augusta Emerita, una imponente casa del siglo II, situada al sur del teatro, fue ampliada durante el siglo IV.
Ejemplos aislados denotan cierta actividad constructora. Así, en Baelo Claudia a fines del siglo III o comienzos del IV se produjo una reorganización de la ciudad que afectó al macellum altoimperial, transformado ahora en almacén y también, a la zona occidental, donde destaca la construcción de unas pequeñas termas a la vez que se repara el decumanus maximus. Otras termas bajoimperiales se edificaron en Castulo (Jaén). Sin embargo, los signos de decadencia se hicieron cada vez más patentes. La basílica del foro de Tarragona fue destruida por un incendio a mediados del siglo IV y ya no fue restaurada. En Córdoba el cese de las actividades en el foro provincial debe situarse a lo largo del siglo IV, como lo demuestra la serie de estatuas imperiales erigidas por gobernadores provinciales del siglo IV halladas en el otro foro, el colonial. Además, un edificio público del foro provincial fue transformado en residencia privada en torno a los siglos IV o V. En Tarragona, a lo largo del siglo V, el gran conjunto monumental del foro provincial, construido en el siglo I d. C., padeció un importante proceso de transformación, no exenta de expolio, que implicó la pérdida de sus funciones orientales.
En definitiva, estos últimos ejemplos son signos evidentes de las mutaciones que se estaban produciendo en el seno de las ciudades, en las que la gran arquitectura pública altoimperial estaba siendo objeto de un paulatino desmantelamiento.