Época: Arte Antiguo de España
Inicio: Año 25 A. C.
Fin: Año 350

Antecedente:
La ciudad romana de Mérida

(C) José María Alvarez



Comentario

El sentido utilitario de los romanos se puso de manifiesto a raíz de la fundación de la colonia, con la planificación de hasta tres conducciones hidráulicas, cuyas ruinas son bien expresivas.
La primera conducción, Aqua Augusta, como la denomina una inscripción conservada en el Museo, es conocida actualmente con el nombre de Cornalvo, porque tiene su origen (caput aquae) en el embalse de su nombre, situado a unos 16 kilómetros al NE de la población.

El dique, conservado en buen estado, alcanza 220 metros de longitud y está establecido entre dos suaves colinas. Su alzado, de 18 metros de altura, dibuja un talud para soportar mejor el empuje de las aguas y comprende un potente relleno de tierra, una estructura hormigonada y paramentos de sillarejo. En el centro del dique, y sumergida en buena parte en las aguas, se aprecia una torre de planta cuadrada, de 9,50 metros de lado y 20 metros de altura, donde se ubican las puertas de regulación del conducto. La fábrica es de hormigón y sillares de granito.

El conducto partía desde el fondo de la torre a través de una galería de buena construcción, de 1,70 metros de altura y 0,70 metros de anchura. En el camino se unían otras aportaciones, principalmente la que procedía de El Borbollón. A través del agro emeritense, siguiendo en principio el curso del río Albarregas, el acueducto proseguía hasta la ciudad. Diversos imponderables, tales como cursos de aguas y vaguadas, fueron salvados mediante la construcción de arquerías y otras obras de fábrica.

Después de recorrer cerca de 25 kilómetros, la conducción llegaba a la población por su limite oriental, junto al Teatro y Anfiteatro, a los que surtía y, por el área de la necrópolis de Los Columbarios, se dirigía al depósito terminal (castellum aquae) situado en las inmediaciones de la plaza de toros.

La segunda conducción, conocida con el nombre moderno de Rabo de Buey-San Lázaro, se originaba a unos 5 kilómetros al norte de la ciudad, donde se encontraban diversos veneros subterráneos y corrientes de aguas que, canalizados convenientemente, constituían el aporte fundamental de la misma.

El acueducto, de 4 kilómetros de trazado, ha llegado hasta nosotros en buen estado. La galería principal por donde discurre es ciertamente espectacular, con una altura superior a los 2,50 metros y cuidada construcción de mampostería de piedra con bóveda de medio cañón. De trecho en trecho, para proceder a la limpieza del conducto, se ubicaron unos respiraderos de planta cuadrada cerrados con sillares de granito, que se complementaban con unas entradas provistas de escaleras cada cierto espacio.

La conducción emerge a la altura de la finca La Godina y continúa hasta el depósito de Rabo de Buey, donde presumiblemente existió una cámara de decantación de impurezas (piscina limaria).

El obstáculo representado por el valle del Albarregas, de cierta anchura, fue salvado con la construcción de unas elevadas arquerías que enlazaban los pilares de sustentación del canal. La obra fue grandiosa, de cerca de un kilómetro de longitud, aunque hoy día sólo permanecen tres pilares y unos arcos de sillería granítica.

En el área de la denominada Casa del Anfiteatro apareció una interesante torre de decantación y distribución de aguas, de planta rectangular, con aparejo mixto de sillares, mampostería y ladrillo. Igualmente, en la construcción del Museo Nacional de Arte Romano se halló un buen tramo, hoy incorporado a la visita, que se dirigía a la parte central de la ciudad a la que surtía.

Por fin, la tercera conducción hidráulica es la que ha conservado los restos más significativos. Es la conocida con el nombre de Proserpina-Los Milagros. Su origen estaba en la denominada Albuera de Carija, que a raíz del descubrimiento de una lápida de la diosa lusitana, en el siglo XVIII, tomó el nombre de Proserpina. Se encuentra este embalse a cinco kilómetros al norte de la ciudad. En su cuenca, de cinco kilómetros de perímetro, se embalsaban las aguas pluviales y las que proporcionaban diversos arroyos cercanos. La obra de ingeniería de este embalse reviste caracteres de interés. Como en el caso enunciado de Cornalvo, comprende una potente pantalla de tierra y un dique en talud con núcleo de hormigón y paramentos de sillarejo. Su longitud es cercana a los 500 metros y su elevación sobre el nivel normal de las aguas de 7 metros. La integridad del muro del embalse, además de por su estructura, se pudo asegurar por medio de contrafuertes de sección rectangular. Adosadas al muro del dique, dos torretas cuadradas provistas de escaleras permitían la bajada al fondo, donde se encontraban las compuertas de salida del agua. Se conservan restos expresivos de la conducción en su recorrido de más de 9 kilómetros, sobre todo en las vaguadas que tenía que sortear.

Cerca del cementerio municipal, en la barriada de Santa Eulalia, se encuentran las ruinas de un depósito de decantación con cámara de compuertas y salida superior en vertedero (piscina lunaria), desde donde el conducto comienza a tomar altura para salvar, nuevamente, el obstáculo del valle del Albarregas.

La longitud del tramo de arquerías, desde el citado depósito de decantación hasta el terminal existente en el cerro de El Calvario, es de 827 metros, mientras que la altura máxima llega a 25 metros.Su estructura revela la perfección y dominio que los ingenieros romanos llegaron a alcanzar en la solución de este tipo de obras. Consiste básicamente en una serie de sillares y ladrillos, cinco y cinco hiladas respectivamente. Los pilares tienen 3 metros de lado y a veces cuentan con un estribo en talud. Se enlazaban unos a otros por medio de arquerías de ladrillo, aunque en los que flanquean la corriente del Albarregas éstas son de piedra. En la parte superior de las arquerías iba establecido el canal (specus).

Esta obra que causó el asombro de los emeritenses de los pasados siglos, que consideraron milagroso que los pilares se conservaran aún enhiestos, de donde el nombre de Los Milagros con el que se conoce al acueducto, ha llegado hasta nosotros en excelente estado de conservación. Son todavía cerca de 50 los pilares que todavía permanecen, más o menos deteriorados.

La conducción concluía en una de las eminencias de la ciudad, en el cerro de El Calvario, donde a comienzos de la década de los setenta se descubrieron las ruinas de su depósito terminal. La cronología de estas conducciones ha sido muy debatida, pero la teoría general se inclina a considerarlas de época augustea.