Comentario
No es casualidad que en diferentes tiempos y coyunturas de la Historia de España se haya presentado el reinado de los Reyes Católicos como un modelo de lo que fue perfeccionar, gobernar y crear un conjunto de instituciones que significó la aparición de una forma satisfactoria de Estado próspero y centralizado. Desde la revuelta comunera protagonizada por algunas de las principales ciudades castellanas, pasando por la añoranza de los arbitristas partidarios de la reforma y restauración política de España, en un intento de corregir su evidente decadencia, hasta la más reciente apropiación de símbolos por parte del Estado nacido de la sublevación del general Franco, la monarquía de los Reyes Católicos se ha dignificado de forma extraordinaria. Las viejas enciclopedias escolares, e incluso modernos manuales puestos a disposición de una población estudiantil que, sólo por edad, no tiene más remedio que aceptar los principios de la autoridad magistral y la memorización al uso de las distintas fijaciones impresas, reiteran la tópica explicación de un reinado que no es preciso dignificar ni tampoco denostar.
Con los Reyes Católicos, aulas y libros se han llenado durante mucho tiempo de triunfalismos interesados de distintos signos: los intentos de legitimación de un reinado, la unidad indisoluble de España, el logro de su paz interior, su proyección universal, la defensa de la cristiandad occidental, la cristianización de sociedades externas, el dominio inestable de la presencia islámica en el occidente continental, la expulsión de los judíos y el patrocinio del viaje colombino, son algunos de los timbres que aún resuenan, con justicia y a deshora, en demasiadas escuelas rurales, en no pocos institutos urbanos y, cómo no, en bastantes aulas universitarias dominadas por el tópico. Pero, también, el amplio espacio social capaz de escuchar y de aprender leyendo se ha visto sometido desde antiguo a otra concreción tan tópica como la sistematización precedente: el reinado de los Reyes Católicos es, por excelencia, un tiempo de represión que sitúa la fundación de la inquisición, la expulsión de los judíos, las dificultades de la asimilación de la población islámica, la lucha por la justicia en territorio americano y la preponderancia castellana respecto de otros reinos peninsulares en un mismo plano. Así, los partidarios de las explicaciones tópicas tienen siempre asegurado el ejercicio de la capacidad de escoger la interpretación que más conviene a la ideología que, consciente o inconscientemente, contribuyen a difundir y a perpetuar: basta apuntarse a cualquiera de los carros que arrastran actitudes que etiquetan muy significativamente a los historiadores que realizan continuos y, a veces, exagerados esfuerzos por no salir, de una vez por todas, de unos medios de transporte que hoy tienen más de dos ruedas, y muchas piezas de repuesto que, de utilizarlas, ayudarían a progresar más deprisa en la construcción del conocimiento histórico general.