Época:
Inicio: Año 43 A. C.
Fin: Año 33 D.C.

Antecedente:
Ascenso político de Octaviano



Comentario

Cerca de Bolonia, M. Antonio, Octaviano y Lépido sellaron los convenios para repartirse el gobierno del mundo romano, constituyendo el II Triunvirato. Para dar legalidad a lo pactado, se aprobó la Lex Titia que justificaba el triunvirato por la necesidad de restaurar la República.
La legalización del Triunvirato concedía a los triunviros los máximos poderes del Estado, pues disponían del poder de los cónsules así como de la capacidad de nombrar magistrados y de decidir sobre la asignación de tierras; todo el ejército estaba bajo sus órdenes y podían tomar cuantas medidas de excepción considerasen oportunas. Estos poderes los recibían por un periodo de cinco años, transcurridos los cuales fueron prorrogados por otro quinquenio; así, el segundo Triunvirato se mantuvo desde el año 43 al 33 a.C.

La década del II Triunvirato sirvió para poner en práctica una parte importante del programa político de César: asentamiento de veteranos, fundación de colonias y creación de municipios fuera de Italia, modificación de la composición del Senado, pero también para eliminar sistemáticamente a toda la oposición. Paralelamente, la época de esta Triunvirato se corresponde con la tensión entre M. Antonio y Octaviano por ganar mayores competencias de poder a sabiendas de que el Triunvirato no podía ser una fórmula política de duración indefinida.

La eliminación de los enemigos políticos se llevó a cabo en el campo de batalla pero también con la medida de las proscripciones. Los triunviros elaboraron una lista con los nombres de aquellas personas consideradas enemigas del Estado: podían ser asesinados sin juicio previo. Se calcula que murieron así unos 300 senadores y en torno a 2.000 caballeros. El viejo orador Cicerón pagó ahora con su vida sus ataques contra M. Antonio. Al perder los proscritos todos sus bienes que pasaban a poder del Estado, los triunviros encontraron abundantes recursos para realizar el reparto de tierras a los veteranos.

La que debió ser una etapa de terror para los anticesarianos, no lo fue tanto para otros sectores sociales. Nos consta que se mantuvo la libertad de costumbres características de años anteriores. El divorcio estaba generalizado; la libertad de relaciones sexuales, incluso de las casadas, siguió siendo habitual; muchas mujeres accedían con facilidad a los medios necesarios para su formación cultural. André ha advertido sobre el prestigio social de que gozaban los poetas y no sólo los del círculo de Mecenas. Se trata de una fase en la que, cultural y socialmente, se sigue imitando a las grandes ciudades helenísticas.

En el reparto del gobierno de las provincias entre los triunviros, le correspondió a Antonio la Cisalpina y la Galia Comata, a Lépido la Narbonense y las dos provincias de Hispania, mientras Octaviano se quedaba con las islas de Cerdeña y Sicilia además de la Numidia y África. Era misión de los triunviros el recuperar el mando sobre las provincias orientales que estaban bajo el poder de los cesaricidas: Bruto controlaba el Ilírico, Macedonia y Grecia, mientras Casio ejercía el gobierno sobre la Cirenaica, Chipre y Asia.

En virtud de la Lex Pedia, aprobada el 43 a.C., era ilegal el gobierno que Bruto y Casio ejercían sobre las provincias orientales. Pero la pérdida del mismo sólo tuvo lugar en octubre del 42 a.C., cuando perdieron la batalla de Filipos, en Macedonia, contra las fuerzas coaligadas de los triunviros. En Filipos no sólo murieron Bruto, Casio y muchos de sus seguidores, sino que cayeron con ellos los viejos ideales republicanos. Muchos prisioneros fueron ajusticiados sin piedad. Y cuenta Suetonio que Octaviano no ahorró ultrajes con los prisioneros de la nobilitas. De esta derrota sólo unos pocos pudieron escapar para unirse a las tropas de Sexto, el hijo de Pompeyo el Grande, que había iniciado el reclutamiento de un ejército y comenzaba a adueñarse de parte de las provincias occidentales.

Pero Filipos puso también en evidencia parte de las contradicciones internas de los triunviros. Por supuestas o reales complicidades de Lépido con Sexto Pompeyo, los dos hombres fuertes del triunvirato, Octaviano y Antonio, decidieron un nuevo reparto territorial que incluía privar a Lépido del gobierno de provincias: así, Antonio sumó ahora también la responsabilidad del gobierno de la Narbonense y de todo el Oriente al que ya tenía sobre la Cisalpina y la Galia Comata. A su vez, Octaviano, quedó al frente de las dos provincias de Hispania, además de Numidia y África; tenía también que desalojar a Sexto Pompeyo del gobierno de Sicilia. Ahora bien, el triunvirato se mantuvo formalmente a pesar de que el poder real residía en sólo dos de sus miembros. Lépido se encargaba de los aspectos religiosos.