Comentario
No abundan en nuestro país, o no se han hallado todavía, vidrios o huesos con iconografía cristiana susceptible de aclarar aspectos litúrgicos de la Hispania cristiana. Los bronces, sin embargo, demuestran la íntima relación de la industria del metal tardorromana con la cristiana y están formados por una colección de objetos relacionados con el tiro y arreo de caballo: cuatro ruedas caladas de atalaje con decoración cristiana, dos de ellas de origen incierto en la colección Vives, un tercero del Instituto Valencia de Don Juan de Madrid, uno de Soria y otro de la Bética, decorados con crismones. Se trata de ruedas muy simples con estribo trapezoidal y escasa decoración troquelada además del crismón. También en los llamados pasarriendas (elementos de suspensión del carro), se llega a representar iconografía cristiana, como en el de Espejo, Córdoba, con otro crismón adosado al cuerpo principal, que remata en una piña. Existe también un asa de lucerna de bronce con una interesante figuración del Buen Pastor entre un motivo que recuerda una pelta y que hace de asa. Ignoramos el posible uso litúrgico de la lucerna a la que pertenecía, pero sabemos que en la liturgia paleocristiana las lucernas eran parte importante.
Entre los objetos de uso cotidiano se puede citar un broche de cinturón de finales del siglo IV que representa también un simple crismón, algún anillo con el mismo símbolo como el de Saldaña, Palencia y muy poco más. Más resaltable es la aparición en Extremadura de un colgante de oro con una representación de la Adoración, de influencia siriaca encontrado en El Turuñuelo.
Sin embargo, no conocemos bronces litúrgicos paleocristianos. Ni amulae, ni patenas, ni otros vasos. Los conocidos son ya de época visigoda y muestran gran relación técnica con lo tardorromano, por lo que hay que pensar que en cualquier momento pueden aparecer. Desde hace ya mucho tiempo se negó la posibilidad de que algunas piezas denominadas osculatorios o varillas de bronce con anilla y remate figurado y fechadas en los siglos V y VI tuvieran contenido cristiano, y son removedores de perfumes. Por la misma razón hay que excluir de entre las artes menores cristianas las figuraciones religiosas en la cerámica africana, que en España se encuentra con relativa frecuencia, ya que no hay constancia de que el público al que fuera dirigido fuese cristiano. Sin embargo, sí que ya ha aparecido un crismón en Terra Sigillata Hispánica Tardía, que se fecha a finales del siglo IV si no ya en el siglo siguiente.
Ya se ha podido ver a lo largo de estas páginas cómo algunas de las manifestaciones artísticas paleocristianas se acaban o desaparecen a lo largo de los siglos VI y VII -los mosaicos, los sarcófagos-; otras, sin embargo, perduran -con las lógicas modificaciones- en los siglos siguientes -los bronces, la escultura arquitectónica- y en este caso muestran que paleocristiano y visigodo no son cosas distintas, sino de distinta fecha. El problema de determinar qué es paleocristiano y qué es visigodo ha sido suscitado más bien por la arquitectura. A la vista de los datos, lo visigodo se va perfilando cada vez más como lo paleocristiano de cronología visigoda. A falta de la resolución necesaria para llamarle a todo Tardoantiguo, parece claro que hay tanta diferencia entre el Arte Paleocristiano y el Visigodo como entre aquél y el Bajorromano; es decir, muy poca.