Época: Reinado Carlos IV
Inicio: Año 1788
Fin: Año 1792

Antecedente:
La etapa Floridablanca

(C) Enrique Giménez López



Comentario

El aislamiento diplomático de España y la creciente disposición intervencionista de Floridablanca, con el consiguiente peligro para la vida de Luis XVI, fueron determinantes para que Carlos IV se inclinara por una política menos inflexible que permitiera mantener las relaciones con Francia frente a Inglaterra y salvar la cabeza de su real primo. Es probable que el embajador francés en Madrid, el caballero de Bourgoing, sugiriera que el mantenimiento de Floridablanca y de su política intransigente llevaría inevitablemente a una ruptura indeseada y de consecuencias imprevisibles, y que un cambio de dirección sería beneficioso para las partes. Hay historiadores, como Herr, que relacionan directamente la caída de Floridablanca y el ascenso del conde de Aranda con la llegada a Madrid del nuevo embajador francés. Es plausible, también, el abandono que sufrió Floridablanca por parte de alguno de sus amigos políticos, que consideraban que la política de confrontación radicalizaba a los revolucionarios franceses y perjudicaba a los intereses españoles y dinásticos. Pocos meses antes de su caída, acontecida el 28 de febrero de 1792, Floridablanca se lamentaba, en carta confidencial al embajador de España en Roma, José Nicolás de Azara, de la extraordinariamente difícil coyuntura a la que había tenido que enfrentarse desde julio de 1789: "Peores cartas para jugar nadie las ha tenido ni jugadores más descabellados". Un político rival, el conde de Aranda, se aprestaba a utilizar las bazas de la distensión.
Los arandistas tuvieron un papel destacado en la caída de Floridablanca. A raíz del proceso contra el marqués de Manca en 1790 se habían manifestado con claridad los apoyos de Aranda en el Consejo de Castilla, cuyo gobernador, Campomanes, fue sustituido en abril de 1791 por el conde de Cifuentes, ahora con el título de presidente. Floridablanca sospechaba de la existencia de un pacto entre Campomanes y Aranda, mientras que Cifuentes era un hombre de su plena confianza y recibía instrucciones para controlar las intrigas de los arandistas en términos inequívocos: debía imponer su autoridad "a un cierto partido de oposición a todo lo que dimana del Rey y su Ministerio, ya por resentimiento de no ser atendidos en todas sus pretensiones, ya por captarse el aura popular de que resisten a la superioridad, de lo que se siguen gravísimos daños para la autoridad real y para la quietud y felicidad pública".

Las acciones del partido del conde de Aranda fueron muy frecuentes en la Corte a lo largo de todo 1791, intensificándose en las primeras semanas de 1792. El abandono el 12 de septiembre de 1791 de las plazas de Orán y Mazalquivir, cuya soberanía pasaba a la Regencia de Argel a cambio de ciertos privilegios comerciales, fue considerada por los arandistas como un ultraje al honor nacional de los españoles y aireada convenientemente. La supresión de algunas fiestas fue capitalizada por los enemigos políticos del Secretario de Estado para enemistarlo con el clero.

Con escasos apoyos en la nobleza y la iglesia, los asuntos de Francia jugaban en su contra. Su firme negativa a aceptar la Constitución francesa, "por ser contraria a la Soberanía", ni a reconocer el juramento que de ella hizo Luis XVI, ponían en peligro la vida del monarca francés. El embajador Bourgoing se entrevistó a solas con Carlos IV el 27 de febrero de 1792, un día después de la conversación en la que Floridablanca se había reiterado en su firme propósito de no reconocer el juramento constitucional de Luis XVI. El 28 de febrero, Floridablanca era destituido. Según cuenta Godoy en sus Memorias, "Carlos IV, sin embargo que lo estimaba y le había conservado su confianza tanto tiempo, cedió al noble interés de evitar compromisos al jefe de su casa, y resolvió para probar mejor camino de política, el nombramiento del Conde de Aranda para la Secretaría de Estado".