Época: Reinado Isabel II
Inicio: Año 1833
Fin: Año 1868

Antecedente:
Demografía y sociedad

(C) Germán Rueda



Comentario

Según José María Jover, a quien sigo en estas líneas, en los inicios de la organización del obrerismo en España es conveniente distinguir entre las actitudes que brotan espontáneas del naciente proletariado español y el influjo de teorías y doctrinas extrapeninsulares. Hay que partir de la base, ya apuntada, de la exigüidad del proletariado industrial y el hecho de que las manifestaciones de disconformidad social serán siempre minoritarias en la España del siglo XIX.
En lo que se refiere a los influjos exteriores, fueron más propios de los años posteriores a 1868. En el período del reinado de Isabel II, la primera importación de doctrinas socialistas corresponde al socialismo utópico de Fourier y Cabet que va a penetrar en España por dos puertos: Cádiz y Barcelona. Desde Andalucía el fourierismo llegará a Madrid, donde encontrará incansable apóstol en la persona de Fernando Garrido.

Lo más característico de los años que transcurren entre 1833 y 1868 son las actitudes espontáneas:

a) Tendencia, heredada de los gremios, a la organización social en el seno de cada localidad o comarca a lo sumo.

La asociación se inicia tempranamente en Cataluña, en una cierta relación de continuidad con los antiguos gremios. En 1840 la Asociación Mutua de Obreros de la Industria Algodonera, con un carácter mutualista y benéfico, respalda a una no tolerada Sociedad de Jornaleros.

Los objetivos de estos obreros barceloneses, además del mutualismo, son obtener de las autoridades el reconocimiento del derecho de asociación y de los patronos, una mejora de salarios.

Los conflictos sociales que protagonizan los obreros barceloneses tuvieron un carácter semejante al movimiento ludista inglés, que entrañaba una oposición a la mecanización. El primer episodio de destrucción de máquinas en la ciudad ocurrió en 1824, aunque ya había habido otro en Alcoy tres años antes. En 1835 los obreros prendieron fuego, al parecer, a la fábrica de Bonaplata, totalmente mecanizada. La primera huelga general de la historia de España (verano de 1854) pretendía impedir la introducción de nuevos telares mecánicos.

b) Simpatía por los partidos políticos que, en parte, les apoyan en sus pretensiones (Progresista, Demócrata y Republicanos) y que, a su vez, se benefician de la fuerza de choque que aporta un sector de las clases trabajadoras en las ciudades.

Como consecuencia de esta simbiosis, la Revolución de Septiembre, en la que participan, reconocerá el derecho de reunión y asociación, con la limitación de practicarlo con independencia de todo país extranjero.

c) En lo que se refiere al proletariado agrícola es habitual el recurso al motín a través del cual se manifiestan esporádicamente grupos aislados de los jornaleros del sur, o en escasísimas ocasiones, algunos sectores urbanos o rurales de Castilla (como en el caso del Motín del Pon de 1856 en Valladolid y Medina de Rioseco).

Entre los años 1965 y 1985 fueron bastantes las monografías que se centraron en los orígenes del movimiento obrero urbano. Era una tarea necesaria que, además, respondía a un interés historiográfico, no sólo español. Sin embargo, la concentración de investigaciones en este campo de la historia social en gran medida dejó fuera del objeto de trabajo las clases bajas urbanas del siglo XIX, en su mayoría ajenas al sindicalismo que entonces surgía en muy pocas ciudades. Asimismo, salvo en las esporádicas y dispersas situaciones conflictivas, el grueso de la sociedad española -las clases bajas del mundo rural- permaneció en un olvido del que apenas se ha salido. El resultado es que está por hacer en buena parte el estudio de las condiciones y modo de vida de la clase trabajadora española en los cien años que van desde los gremios (década de 1810) a los sindicatos (década de 1910).