Época: Arte Español Medieval
Inicio: Año 1200
Fin: Año 1250

Antecedente:
El final del Románico en Cataluña
Siguientes:
El claustro de la catedral de Tarragona
Difusión de los talleres de escultura tarraconenses

(C) Jordi Camps i Soria



Comentario

La catedral de Tarragona constituye la otra gran empresa, paralela a la leridana por muchas razones, con la que mantiene puntos de contacto de signo diverso. Edificada en la parte alta de la ciudad, y muy posiblemente en la misma zona en que se hallaban los edificios más importantes durante la época romana, presenta igualmente una trayectoria larga, no falta de aspectos oscuros y polémicos. Tras el dominio musulmán, la restauración de Tarragona no se hará efectiva hasta que, con la toma de la ciudad de Tortosa en 1148, se consolida el avance cristiano. Así, en 1154, Bernat Tort instauró la comunidad de canónigos. Cabe suponer que, entretanto, el culto se celebraría en un edificio menor, quizá aprovechando una construcción anterior o adaptándolo a las necesidades del momento.
El primer indicio claro de la construcción que hoy conocemos es el testamento del arzobispo Hug de Cervelló, quien en 1171 lega una cantidad anual "ad opus ecclesiae incipiendum", lo que indica que, prácticamente, las obras no habían sido iniciadas. Su construcción recibirá el impulso decidido de los arzobispos así como de los miembros de la Corona: en este sentido, Alfonso el Casto, en su testamento de 1194, legaba 300 sueldos anuales para ayudar a la construcción de la catedral, según refleja Josep Blanc en su "Archiepiscopologio" del siglo XVIII; lo mismo hizo su sucesor, Pedro el Católico, en 1212, "per a que la, fabrica de la Iglesia que se anave fent, se anés perfeccionant", de nuevo según Blanc. Hay escasos datos para seguir con precisión el avance de las obras, de manera que el más determinante es la consagración de la seo en 1331. No debemos omitir el epitafio de la lauda funeraria del canónigo obrero Ramón de Miliá, fallecido en 1266, a quien se atribuyen diez bóvedas, claro indicio de actividad en el tercer cuarto del siglo XIII.

El sucesivo análisis de la fábrica ha ido aportando nuevas ideas sobre su avance y posibles cambios de orientación en el carácter de la edificación. Lo que resultó es una iglesia de planta de cruz, con cabecera escalonada y amplio transepto, seguido de tres naves de cinco tramos cada una. Rasgo excepcional, las dependencias canonicales y el claustro se encuentran en el ángulo marcado por la cabecera y el brazo del transepto del lado del Evangelio, a causa del aprovechamiento de restos de época romana, algunos aún visibles. Tal como hemos advertido anteriormente, se han dado explicaciones de diverso matiz a la hora de entender el avance del edificio, de más que posibles cambios en la planta y el alzado de la iglesia, y de establecer una cronología para los mismos. Lo cierto es que se advierten importantes diferencias entre la concepción de una parte de la cabecera y el resto del conjunto.

La composición de la cabecera viene marcada por un amplio y profundo presbiterio, a base del ábside semicircular precedido de dos tramos. El primero, cubierto por una bóveda de horno sensiblemente apuntada, destaca por su concepción románica, con la sencillez en el tratamiento de los muros y una iluminación consistente en tres ventanales de arco de medio punto dispuestos a media altura, a los que se sobreponen otros siete, marcadamente estrechos; en cualquier caso, el retablo gótico esconde dicho sistema. El brazo meridional del transepto presenta dos absidiolas, precedida de un tramo rectangular la interior, en el que se abre la puerta de Santa Tecla, y sobre el que se construyó la torre campanario, finalizada en el siglo XIV. La iluminación de esta zona es irregular, destacando la presencia de un amplio rosetón en el hastial y de ventanas como las superiores del ábside central. El brazo septentrional varía sustancialmente, y aparece constreñido, siendo el tramo externo más estrecho; además, el ábside correspondiente a la nave fue transformado a mediados del siglo XIV en la capilla de Santa. María dels Sastres, mientras que no existe el otro, a causa de la presencia del claustro. Sobre el crucero se levanta el cimborrio, de sección octogonal, a través de trompas. Los tramos de las naves parecen mantener una disposición regular, si bien las oberturas del nivel superior, estrechas en el primer tramo, apuntadas y ligeramente más amplias las siguientes, han sufrido también algunas modificaciones.

El elemento básico sustentante es el pilar de sección cruciforme con pares de columnas adosadas sobre las que descansan los arcos fajones y perpiaños (sean de medio punto, en las partes bajas de la cabecera, o bien ojivales); los gruesos nervios de la bóveda de crucería descansan sobre las columnas de los codillos. Este sistema es distinto en los tramos rectangulares del presbiterio, donde las columnas llegan a una altura inferior, siendo continuadas por pilastras, lo mismo que en el lado correspondiente del crucero.

El aspecto externo del conjunto viene marcado, sin tener en cuenta los cuerpos añadidos, de una gran severidad y austeridad. La utilización de gruesos y regulares sillares contribuye a dicho efecto. Hay que destacar aquí el carácter fortificado del ábside central, que debe tener relación con una función defensiva previsible por la situación de la ciudad ante el peligro de incursiones de los sarracenos. El carácter volumétrico del alzado está marcado por la configuración maciza que se percibe en la zona del presbiterio y el transepto, así como por los contrafuertes que se proyectan en la separación de los tramos. Incluso la fachada mantiene este espíritu, alterado posteriormente por el cuerpo del frontispicio.

La iglesia, en su conjunto, ofrece dificultades no sólo a la hora de determinar la cronología de su avance, sino también de precisar, a través de irregularidades evidentes ya manifestadas, los cambios de proyecto que debió sufrir y las causas que los motivaron, y que, a grandes rasgos, implicaron el paso de unos inicios de tipo conservador para ampliarse dentro de una concepción sin duda más avanzada. Los problemas, además, se reflejan tanto en su desarrollo en planta como en lo que atañe a los sistemas de soporte y abovedamiento, con la significación que supone en ambos casos.

En cuanto a la planta, la forma del transepto norte hizo pensar que la iglesia se iniciaría por ahí. También se ha escrito que el primer proyecto concebía un edificio de una sola nave. Pero cabe destacar, ahora, la teoría reciente de que se ideó en principio una planta basilical, de tres naves, cuyo transepto alcanzaría pues la misma anchura que aquéllas. Así lo hacen pensar las dos puertas abiertas en el tramo precedente de los dos ábsides interiores, una de las cuales comunica con el claustro. Según esta hipótesis, el cambio de plan consistiría en la construcción de un transepto más amplio, al que se abriría un segundo absidiolo en el brazo meridional (el septentrional quedaba ahogado por la presencia del claustro), siguiendo un esquema similar al seguido en la Seu Vella de Lleida, así como en Tudela. Todo ello sucedería iniciado el siglo XIII, quizá en relación con la donación real de 1212 y, por ello, en tiempos del arzobispo Ramón de Rocabertí (1198-1215). La prolongación en altura de las columnas del presbiterio y del lado oriental del crucero en pilastras, sobre una línea de impostas, hizo suponer que un edificio de concepción románica sería transformado y ampliado, en una situación que se normalizaría en las naves. También se ha dicho recientemente, sin embargo, que en un primer momento el sistema de soportes no estaría preparado para bóvedas de crucería, lo que implicaría una adaptación llevada a cabo en un momento difícil de determinar.

Solo un estudio sistemático de esta zona de la construcción podrá aportar precisiones respecto a las dudas sobre las fechas y los motivos que empujarían a llevar a cabo dichas transformaciones. El tratamiento decorativo del edificio podría aportar, como en el caso de Lleida, algunas pistas sobre dichos asuntos. Los dobles capiteles, cimacios e impostas del interior son esculpidos, cabe decir, con menos variedad que en aquella seo, pero se observa, de nuevo, heterogeneidad a la hora de analizar los talleres que trabajaron en la zona oriental de la iglesia. Destacaremos, ahora, ciertos lazos con la escultura provenzal en las zonas bajas, en especial en la del ábside interior meridional, mientras que en una parte del presbiterio se detecta una mano que parece depender del segundo taller del claustro de la catedral de Girona, que seguramente trabajó en la última década del siglo XII, si no alrededor de 1200. El espíritu que refleja esta escultura es muy próximo al de los primeros talleres leridanos, aunque las vías de influencia hayan adquirido, en este caso, otra dirección.

El avance de las naves tampoco ha sido siempre objeto de unanimidad. Cabe pensar en una lenta progresión durante el segundo tercio del siglo XIII, con Pere d'Albalat (12381251). Recordemos la alusión a las diez bóvedas en época del canónigo Ramón de Miliá, muerto en 1266. Los últimos tramos debieron cerrarse en tiempos de los arzobispos Bernat d'Olivella (1272-1287) y Rodrigo Tello (1288-1308), manteniendo la unidad general del conjunto. Cabe pensar que en 1331, con la consagración, la iglesia estaría completada desde el punto de vista estrictamente constructivo.