Época: Arte Español Medieval
Inicio: Año 1150
Fin: Año 1250

Antecedente:
Arquitectura cisterciense en León

(C) José Carlos Valle Pérez



Comentario

No conservamos, completo, ningún complejo monástico de tiempos medievales en las abadías cistercienses existentes en el Reino de León. El deterioro que con el paso del tiempo algunas habían sufrido, de un lado, la desaparición de las funciones que otras cumplían, de otro, y la necesidad de acomodar las estancias a los nuevos usos y costumbres impulsados por la Congregación de Castilla, en tercer lugar, están, sin duda, en la raíz de esta situación. Las dependencias llegadas hasta hoy o los indicios que de otras persisten permiten afirmar con rotundidad, en cualquier caso, que en su organización y distribución general los monasterios leoneses se adecuaron a las normas imperantes en el conjunto de la Orden. Como en ellas, es también la Sala Capitular la que recibe un tratamiento más cuidado, producto, sin duda, de la especial significación de esta estancia en la vida cotidiana de las distintas comunidades.
Llama la atención que en algunas abadías -Moreruela, Gradefes, Sandoval-, sólo se conserve en la actualidad de época medieval el bloque edificatorio de naciente, zona donde precisamente se halla la Sala Capitular. Aunque el azar puede ser la causa de esta situación, lo cierto es que tampoco hay que descartar que esa parcela hubiera sido la única en ser levantada por completo en un principio.

El que los rasgos estilísticos de las dependencias situadas en ese costado del recinto monástico coincidan en lo fundamental con los que exhibe la zona más antigua de la abacial, comenzada usualmente por su flanco este en la Edad Media, abona esa posibilidad. Sugiere además que una y otra parcela fueron ejecutadas en el transcurso de una misma campaña de trabajos y por el mismo equipo de artífices. La realización de las restantes estancias, claustro incluido, se habría llevado a cabo, fuera por problemas económicos, fuera por no considerarlas absolutamente imprescindibles para el desenvolvimiento normal de la vida cotidiana, en una o varias etapas posteriores, tarea que pudo haberse demorado incluso siglos. Algo similar sucedió también con algunas iglesias (recuérdese, por ejemplo, el caso de Sandoval, al que cabría añadir el de Melón).

Por las especiales circunstancias que en ellas concurren, y dado que en parte lo fundamental de las otras dependencias comunitarias ya queda comentado en los párrafos precedentes, incidiré particularmente en el análisis de dos estancias: las Salas Capitulares de los monasterios de Sobrado y Carracedo. Ambas, de clara estirpe borgoñona, se estructuran de acuerdo con uno de los esquemas más frecuentes dentro de la Orden para tales recintos. Poseen planta cuadrada dividida, por medio de cuatro soportes centrales, en nueve compartimientos iguales, todos cubiertos con bóveda de crucería. Las similitudes existentes entre ambas dependencias (tipo de pilar, sistema de cubiertas, arranque y perfiles de arcos y nervios, modelos de ménsulas, etcétera) permiten pensar que las dos son obra de un mismo equipo, correspondiendo la prioridad a la de Sobrado.

La de Carracedo debió acometerse poco tiempo después de la integración del monasterio en la Orden del Císter, dato que indica que sus estancias comunitarias -eso no sucedió, a juzgar por lo que persiste, con la iglesia abacial- fueron renovadas, tras ese cambio, según pautas acordes con la organización usual en otros cenobios cistercienses. Nada tienen que ver con ella, por el contrario, las dependencias situadas sobre la Sala Capitular y espacios que la continúan por su costado meridional. Su conformación actual habrá de explicarse, muy verosímilmente, como consecuencia de reestructuraciones posteriores, poco respetuosas con lo que les precedía. El destino exacto, mediatizado casi siempre por referencias monásticas de tiempos modernos, y la datación precisa de cada una de estas salas superiores están todavía por concretar.