Época: Arte Español Medieval
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1600

Antecedente:
La catedral de León

(C) Manuel Valdés



Comentario

La desaparición del maestro Juan de Badajoz el Viejo, en 1522 y el acceso al episcopado legionense un año después de don Pedro Manuel (1522-1534), determinaron un cambio en la definición de los modelos artísticos. En efecto, las estructuras góticas parecen agotadas y la catedral de León se abre a las modernas concepciones artísticas de la mano de Juan de Badajoz el Mozo, arquitecto de Santa María de Regla hasta su muerte en 1552.
El signo de la nueva estética se perfila en torno al Arco de la capilla de San Andrés, obra que permitiría el acceso desde el claustro a la Librería, conocida como capilla de Santiago desde 1535. En 1525, Juan de Badajoz el Mozo, por encargo de don Pedro Manuel abrió un arco carpanel, con una abigarrada decoración basada en temas clásicos (vegetales, putti, cartelas, etcétera), acompañada de grotescos inspirados en grabados alemanes de principios del siglo XVI y las armas del obispo, para componer la primera obra renacentista de la catedral, abierta en la última obra gótica, en el muro de la Librería levantada por su padre Juan de Badajoz el Viejo.

La aparente falta de canon en la distribución de los elementos decorativos se manifiesta de nuevo en el trazado del sepulcro de San Alvito. Las reliquias del santo habían llegado a León, procedentes de Sevilla junto con las de San Isidoro, en 1063. A iniciativa del obispo Pedro Manuel, Juan de Badajoz el Mozo, proyectó un altar-sepulcro en 1527. El punto de partida es un esquema basado en un arco de triunfo, sobre el que dispone una profusa decoración en la que se combinan grotescos, putti y elementos vegetales, con escenas de la vida de San Alvito, temas marianos y ciclos de la vida de Cristo.

En 1530 realizó la escalera capitular, en el ala Norte del claustro. Está compuesta por tres tramos de distintas medidas que arrancan de una composición basada en columnas y capiteles enriquecidos con esculturas alegóricas, en los que se modifica el trazado real para corregir desde el punto de vista óptico la composición. Remata en una tribuna en forma de balcón volado, ricamente decorada, en donde destaca el escudo de Pedro Manuel. Juan de Badajoz el Mozo, que recoge tradiciones vallisoletanas y burgalesas, compone un modelo de escalera que tendrá amplia difusión.

Hacia 1528 está trabajando en el altar de Nuestra Señora de los Milagros. Realiza en esta ocasión una minuciosa labor escultórica, para crear un retablo en piedra, en donde el lenguaje renacentista, inspirado en modelos de platería y formas lombardas y salmantinas, está normalizado.

En 1531, el cabildo decidió la ampliación hacia el Sudeste de la sacristía que había construido de forma bastante torpe Alfonso Ramos en 1491. La comunicación entre las dos estancias se hizo a través de un arco de medio punto con las jambas abocinadas y decoración renacentista; la ventana recuerda modelos utilizados en la sacristía de San Marcos. El análisis de la ornamentación arquitectónica indujo a Javier Rivera a considerarla obra de Juan de Badajoz el Mozo.

En 1537, tal como indica María Dolores Campos, Juan de Badajoz inició la reforma del claustro cuyas obras habían comenzado en el siglo XIV como un proyecto independiente de la catedral. En las trazas se proponía rehacer las cubiertas, modificar los abovedamientos góticos y renovar los soportes.

La idea que late en el proyecto es la creación de un espacio acorde con la liturgia catedralicia y el ceremonial procesional. La iconografía corresponde a una exaltación de la figura de María en función de los conceptos "Hortus conclusos" y "Hortus deliciarum".

Juan de Badajoz confirió una gran importancia a las cubiertas, en las que sintetizó formas tardogóticas y renacentistas; el resultado final está desmido por la brillante combinación de crucerías estrelladas, ojivas, terceletes y claves pinjantes, junto a una decoración de volutas y medallones. Se perciben en el conjunto influencias burgalesas y borgoñonas que se verán enriquecidas con la participación en los trabajos escultóricos de Juan de Juni y Juan de Angés.

Durante el último tercio del siglo XV, el taller de Juan de Malinas había tallado la sillería coral que se instaló en el presbiterio y parte del crucero.

En 1529, durante el magisterio de Juan de Badajoz, el cabildo dispuso la construcción del trascoro en la nave central; hacia la mitad de la década siguiente las obras debían ir bastante avanzadas, puesto que se encargaron las rejas para su cerramiento. Con la obra realizada hasta la altura de las impostas del arco central y con la intervención de los escultores Pedro de Salamanca, Juan de Angés y Guillermo Doncel, la construcción se paralizó durante unos años, hasta que en 1552 se reiniciaron los trabajos.

Rodrigo Gil de Hontañón y Juan de Vallejo estudiaron la fábrica del coro en 1560 y dictaminaron la conveniencia de su traslado a la nave central, decisión que denegó el rey Felipe II. Mientras que el arquitecto Baltasar Gutiérrez, maestro mayor de la catedral en ese momento, remataba la obra de cantería y el escultor Esteban Jordán concluía los relieves de alabastro con escenas de la Natividad, obras que habían iniciado hacia 1577, el obispo Trujillo solicitó del papado en 1584 la autorización para la instalación del coro en la nave central. El papa Gregorio XIII denegó el traslado, que no se pudo hacer efectivo hasta que en 1746 se procedió a su emplazamiento definitivo.

A Juan de Badajoz le sucede en el magisterio Juan López de Rojas, que con Baltasar Gutiérrez levantó el altar de San Pelayo y remató el trascoro. Los conceptos estéticos manifiestan el cambio de modelo. Frente a la persistencia de pautas quattrocentistas de origen lombardo y borgoñón, a partir de 1565 se percibe la búsqueda de valores estrictamente monumentales en detrimento de los decorativos. Las intervenciones de Juan López y Baltasar Gutiérrez se acercan a las soluciones escurialenses como destilación de las fórmulas cinquecentistas.