Época: Primer franquismo
Inicio: Año 1939
Fin: Año 1959

Antecedente:
El primer franquismo

(C) Stanley G. Payne



Comentario

La victoria de los nacionales en 1939 trajo consigo un nuevo orden en la cultura y la educación española, que pondría todo su énfasis en el nacionalismo y la religión, dentro de un marco de autoritarismo cultural y tradicionalismo. El Instituto de Estudios Políticos, creado en 1939, y su Revista de Estudios Políticos, publicada por primera vez en 1941, era quien sentaba las líneas del pensamiento político. Del mismo modo que el nuevo Régimen pretendía regular la economía, también formó una nueva entidad con el fin de promocionar el estudio, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1939), que también mantendría su propia Editora Nacional.
El sistema educativo se limpió de todos los instructores de izquierdas y liberales, y se renovó siguiendo las mismas directrices del autoritarismo nacional y el tradicionalismo religioso contenidos en la Ley de Ordenación Universitaria del 29 de julio de 1943 y la Ley de Educación Primaria del 17 de julio de 1945. Pero el nuevo Régimen invirtió relativamente poco en educación y en la década de los 40 hubo pocas oportunidades. El número de estudiantes matriculados en institutos de enseñanza secundaria creció, a pesar de todo, de 185.644 en 1944-45 a 214.847 en 1949-50, sobre todo en centros privados, en su mayor parte católicos.

La red periodística más importante en la España de la posguerra era la Prensa del Movimiento, liderada por el diario de la FET, Arriba, en Madrid. Todo ello apoyado por estaciones de radio y otros medios de la FET. Pero se mantuvieron los portavoces más conservadores de la prensa privada y los periódicos españoles más importantes eran publicaciones no falangistas como el ABC, el Ya y La Vanguardia.

En los años de la posguerra, los nuevos escritores falangistas tuvieron grandes oportunidades y recibieron mucha atención. Revistas literarias y culturales falangistas como Vértice, 1937-46, y Escorial, que se empezó a publicar en 1940, jugaron papeles de gran importancia durante una época, y en ellas colaboraron figuras literarias falangistas como Dionisio Ridruejo, Pedro Laín Entralgo, Rafael Sánchez Mazas, Eugenio Montes, Agustín de Foxá y Luis Rosales, entre otros.

El cine español de la época de la Segunda Guerra Mundial tenía características similares. Sus películas más representativas tenían un contenido altamente nacionalista, como Sin novedad en el Alcázar y Raza, cuyo guión escribió en gran parte Franco, con seudónimo. Entre 1939 y 1944 los cines españoles también exhibieron un número considerable de producciones alemanas, aunque nunca dejaron de poner películas americanas.

En filosofía florecieron las revistas neotomistas y católicas, aunque pronto reaparecieron otras corrientes. El final de la Segunda Guerra Mundial y de la era fascista fue importante porque supuso un declive de la cultura falangista y el resurgir de corrientes más liberales y con una visión más amplia de la religión. Ortega y Gasset regresó a España en 1945, pero en los años que van hasta 1956, en que murió, no pudo ejercer la misma influencia que había tenido antes de la Guerra Civil. Eugenio D'Ors continuó desarrollando sus conceptos de la razón armónica, perdió su entusiasmo por la Falange y publicó nuevos trabajos como El secreto de la filosofía en 1947. En años posteriores la figura más destacada en el campo de la metafísica sería Javier Zubiri, pero sin duda el filósofo más leído era el joven erudito Julián Marías, el discípulo aventajado de Ortega. Pronto lograría evitar la persecución falangista para publicar la muy difundida Historia de la filosofía en 1941, así como otros trabajos como Introducción a la filosofía en 1947, La filosofía española actual en 1948 y Ortega en 1960.

A medida que se moderaba la represión y se relajaba el nacionalismo exacerbado después de 1945, empezó a surgir un nuevo debate en los círculos intelectuales acerca de la Historia de España y sus instituciones. Vicente Palacio Atard planteó la cuestión de la viabilidad de la España imperial y la naturaleza de su fracaso en su Derrota, agotamiento, decadencia en la España del siglo XVII, 1948, seguido por Historia de una polémica y semblanza de una generación de José María Jover de 1949. También participó en el debate Vicente Rodríguez Casado, quien adelantó la idea de que en la España de Carlos III se había desarrollado una política burguesa muy efectiva para promocionar la modernización. Federico Suárez Verdaguer, por su parte, reinterpretó el tradicionalismo y carlismo de principios del XIX, en los que él veía elementos de una reforma moderada muy diferentes de los del absolutismo francés, pero también distintos de la Revolución francesa.

Las teorías más importantes, sin embargo, llegaron de dos historiadores renombrados que estaban en el exilio, Américo Castro y el medievalista Claudio Sánchez Albornoz. Castro en su España en su historia, 1948, y La realidad histórica de España, 1962, puso en duda los conceptos dominantes de la España católica al presentar una interpretación de la historia medieval española como una época de convivencia e intercambios culturales entre cristianismo, islamismo y judaísmo. Sánchez Albornoz, que antes de 1936 había sido uno de los líderes de Izquierda Republicana, conocida por su anticlericalismo radical, se opuso vehementemente a esta visión en su estudio España, un enigma histórico, 1954.

A la cabeza de la renovación de la historiografía española durante los años 50 estaría el gran intelectual catalán, Jaime Vicens Vives. Originalmente dedicado a la historia de Cataluña y Aragón en el siglo XV, el mayor logro de Vicens fue abrir la historiografía española a las nuevas corrientes sociales, económicas y culturales de investigación de la escuela francesa de los Annales. Sus trabajos más destacados publicados en los años 50 son Historia económica de España e Industrials i politics del segle XIX, y su trabajo culminante la obra en cinco volúmenes Historia económica y social de España y América, 1959, que publicó antes de morir de cáncer en 1960.

Al poco tiempo de terminar la guerra civil, se empezó a desarrollar lentamente una cultura literaria más independiente. Los historiadores de la literatura normalmente fijan la fecha de inicio de esta corriente en 1942, con la publicación de la novela de Camilo José Cela La familia de Pascual Duarte. Aunque Cela había sido falangista como el que más, no escribía como parte integrante del grupo de literatos falangistas y lo hacía con un estilo duro, violento y realista, que se conocería como tremendismo. Su fama fue en aumento con sus siguientes obras como Viaje a la Alcarria de 1948 y su novela sobre el Madrid de la época La Colmena de 1951.

La primera mujer novelista fue la joven Carmen Laforet, que ganó el primer premio Nadal en 1945 por su gráfica pero muy contenida novela Nada. Al final de la década aparecieron otros escritores destacados como Miguel Delibes y Ana María Matute. Antonio Buero Vallejo hizo su debut como el primer dramaturgo de la posguerra con su Historia de una escalera en 1949.

Entre las figuras literarias de antes de la Guerra Civil que se habían quedado en España estaban José María Pemán, Manuel Machado y Jacinto Benavente, mientras que Azorín y Pío Baroja no tardarían mucho en regresar. Casi todas sus obras de renombre, sin embargo, permanecieron en el pasado. De los dramaturgos de más edad, sin duda el más conocido era Enrique Jardiel Poncela, cuyas comedias gozarían de enorme éxito en los escenarios durante muchos años.

A medida que la represión se fue moderando más y se empezó a establecer un contacto más cercano con Europa y Latinoamérica, se amplió y se diversificó la vida cultural. Buero Vallejo se convirtió en la figura dominante en el teatro serio y tuvo numerosos éxitos como Un soñador para un pueblo de 1958 y Las Meninas en 1960. El nuevo escritor de teatro más importante de la década fue Alfonso Sastre, quien tomó una postura no comprometida sobre temas sociales en dos trabajos que se estrenaron en 1957, El cuervo y El pan de todos.

En esta década también regresó a España el cine independiente, con las nuevas producciones de Garcia Berlanga y de Bardem. Las películas de más éxito fueron la que hicieron conjuntamente, Bienvenido Mr. Marshall de 1953, y Calle Mayor de Bardem, estrenada en 1956.

Uno de los avances más importantes de la década de los 50 fue el mayor alcance de la educación. Aumentó de forma muy significativa el número de estudiantes en la secundaria y en la Universidad, y se estaban empezando a sentar las bases para una cultura más abierta y diversificada. En 1956 lo que se podía llamar cultura falangista había entrado en su fase terminal en las universidades, -que en el futuro estarían más orientadas hacía la investigación independiente y apolítica por una parte, y por otra hacia una política cada vez más izquierdista entre los estudiantes (dos tendencias algo contradictorias).

Un aspecto importante de la cultura española de los años 40 y 50 que no debe olvidarse era la cultura de la emigración y del exilio, que produjo escritores e intelectuales sobre todo en las Américas. Había desde novelistas ya mayores como Max Aub y Ramón J. Sender, pasando por historiadores de cierta edad como Sánchez Albornoz y Castro, hasta filósofos como Eduardo Nicol y José Ferrater Mora. Esta bifurcación geográfica y cultural fue una característica constante de los primeros años del franquismo.