Comentario
Tratar sobre la Historia de España en los años que siguieron a la guerra civil no resulta precisamente tarea agradable. Este período comenzó con la peor etapa de la Historia de este país en el siglo XX, una etapa de fuerte represión y sufrimiento, de débil producción económica y de enorme escasez de alimentos. A esto hay que añadir el inminente estallido de la II Guerra Mundial.
Los años de la II Guerra Mundial no tienen nada que ver con la relativa felicidad que caracterizó los años de la I Guerra Mundial, cuando España fue el país neutral más importante en Europa, posición de la cual incluso obtuvo grandes beneficios. Cuando el conflicto internacional comenzó en septiembre de 1939, la guerra civil en España había terminado hacía tan sólo cinco meses. El país no se había podido casi ni recuperar de su cataclismo interno.
La total victoria de Franco dio el poder absoluto a una dictadura muy represiva y, durante muchos años, dispuesta a mantener la distinción entre vencedores y vencidos y en construir un régimen autoritario basado en una política económica muy controlada. Esta política estatal, orientada hacia los poderes del Eje, haría -junto con los costes de la guerra civil- imposible la recuperación económica hasta el final de la II Guerra Mundial. La política internacional de Franco apostó fuerte por el Eje y aunque España nunca entró directamente en la guerra, esta decisión fue mucho más responsabilidad de Hitler -que no aceptó el precio exigido por Franco- que del Caudillo.
Dentro del periodo del primer franquismo, se pueden distinguir, afortunadamente, dos momentos: en 1945 el régimen sufrió su primera metamorfosis para poder sobrevivir en la posguerra de la demócrata Europa occidental. La política económica se hizo algo más moderada, la economía por fin empezó a crecer, casi se acabaron las ejecuciones políticas y la represión se atenuó.
En esta segunda fase, entre 1945 y 1959, se pueden rastrear las primeras huellas de la España contemporánea. Primero, en la decisión para la futura restauración de la monarquía y la entrada del príncipe de Juan Carlos en España. En segundo lugar, la lenta pero continua liberalización de las políticas cultural y educativa y de la vida religiosa. Y, en tercer lugar, la continua expansión económica, garantizada por las reformas de 1959. La década de los sesenta presenció el nacimiento de cambios fundamentales que a la larga producirían una sociedad y una cultura completamente diferentes.