Época: Primer franquismo
Inicio: Año 1957
Fin: Año 1959

Antecedente:
Hacia la tecnocracia y el autoritarismo burocrático

(C) Stanley G. Payne



Comentario

Francisco Franco se aseguró que hubiera cuatro falangistas en el nuevo gabinete. Después de 15 años decidió reemplazar al veterano Girón, hasta la fecha el único Ministro de Trabajo que él consideraba muy bueno y extremadamente leal pero también demasiado impetuoso, y llevaba demasiados años en el poder. Le sustituyó el veterano líder sindical Fermín Sanz Orrio, y otro sindicalista, José Solís Ruiz, tomó el puesto de Arrese como Secretario General. Rubio, que apenas llevaba un año en el Gobierno, se quedó en Educación y se creó un nuevo ministerio de la Vivienda para Arrese. De este modo no se disminuía numéricamente la representación falangista en el Gobierno, pero era evidente que el Movimiento había sufrido una derrota importante y que ya no tendría un papel influyente en el futuro del Régimen. Arrese estuvo en su nuevo cargo durante dos años antes de renunciar y retirarse por completo de la vida pública.
Fernando María Castiella vino a reemplazar a Martín Artajo en Asuntos Exteriores. Era profesor de derecho internacional y un diplomático conocido y, al igual que Artajo, miembro de la elite de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas. Originalmente conocido por ser el coautor de la obra escrita durante la guerra Reivindicaciones de España, Castiella también era veterano de la División Azul y segundo miembro del gabinete que estaba en posesión de la Cruz de Hierro alemana, pero también era más culto y tenía más experiencia que la mayoría de sus predecesores en el puesto. El Ministro de la Gobernación saliente, Blas Pérez González, era uno de los favoritos de Franco de toda la vida, por su honestidad y eficacia, su capacidad de juzgar desapasionadamente y su carácter incorruptible. El Generalísimo esperaba poder mantenerle en algún cargo del Gobierno, pero Pérez deseaba regresar a la práctica privada para mejorar su situación financiera, de modo que le sustituyó el general Camilo Alonso Vega, que fue el reorganizador de la Guardia Civil.

Franco cambió a sus ministros militares con más frecuencia que a los otros, probablemente para evitar que algún General alcanzara un poder personal excesivo o tuviera demasiada influencia. Pero a pesar de eso, siete de los 17 ministros del nuevo Gobierno eran militares: Carrero Blanco, Alonso Vega, el coronel Joaquín Planell, como reemplazo en Industria, y el general Jorge Vigón en Obras Públicas, así como otros tres que pertenecían a las fuerzas armadas. El Ejército seguía siendo la base del Régimen en una proporción desmesurada con el resto de las facciones. A Muñoz Grandes se le sustituyó como Ministro del Ejército, pero se le ascendió a Capitán General, lo que le hacía el único que tenía ese rango además de Franco. El Generalísimo parecía tener verdadera estima por el antiguo comandante de la División Azul, y estaba convencido de que en caso de emergencia Muñoz Grandes sería la persona más adecuada para tomar sus poderes e incluso para ser regente.

Franco creía que de todos los generales era el que más prestigio tenía y sería el más leal a las instituciones y valores del Régimen. Sus tendencias autoritarias, combinadas con un ferviente antimonarquismo, hacían que Muñoz Grandes fuera el contrapeso perfecto a los monárquicos que había tanto dentro del Régimen como fuera de él. Se le nombró jefe del Estado Mayor Central y junto con varios ministros falangistas, formó parte de un grupo fluctuante de regencialistas que preferían que el sucesor del Caudillo fuera otro regente de su estilo que un rey Borbón más liberal.

Franco encontró cierta satisfacción en dos acontecimientos que tuvieron lugar en Europa al año siguiente, y que él interpretó como una especie de demostración de que era necesario tener un gobierno fuerte.

En una visita que realizó en octubre a un complejo industrial en Cartagena, dijo que el Sputnik soviético era algo que no hubiera podido lograrse en la Rusia vieja -en su habitual ignorancia, olvidó que bajo el viejo Régimen semiliberal, Rusia había hecho varios descubrimientos aeronáuticos- porque las grandes obras necesitan para lograrse de unidad política y de disciplina (citado en R. de la Cierva, Historia del franquismo, Barcelona, 1975-78, 11, 168). Estas alabanzas tan poco usuales en él -el máximo anticomunista de Europa- iban dirigidas al autoritarismo, sin tener en cuenta la tendencia política. El otro hecho, que Franco admiró aún más, fue el colapso de la Cuarta República parlamentaria en Francia y la instauración de una República presidencial bajo Charles De Gaulle, quien también afirmó, aunque en términos algo distintos de los de Franco, que el sistema de partidos no funcionaba.

El nuevo Gobierno hizo su contribución limitada a una definición más precisa de las instituciones cuando elaboró una nueva versión de los Principios del Movimiento promulgada el 29 de mayo de 1958. Con ella se desplazó por completo a los Veintiséis Puntos originales y, del mismo modo que en el borrador anterior de Arrese, se eliminaron todas las expresiones fascistas. Se alababa el patriotismo, la unidad, la paz, el catolicismo, el individuo, la familia, la representación a través de las instituciones locales y sindicatos, y la armonía internacional. Tomaba conceptos y terminología del carlismo más que del falangismo; se empezó a hablar de que era una comunión en vez de un partido y el Régimen se definía como una monarquía tradicional, católica, social y representativa.