Época:
Inicio: Año 378
Fin: Año 383

Antecedente:
Bajo Imperio



Comentario

Graciano era hijo de Valentiniano I y de su primera mujer, Marina. En Italia se había vuelto a casar con Justina, viuda de Magnencio, y de este segundo matrimonio había tenido cuatro hijos: Valentiniano, Grata, Justa y Galla.
A la muerte de Valentiniano I, Graciano, que había sido elevado a augusto durante el gobierno de su padre, quedaba como nuevo monarca de Occidente. Tal vez el carácter inestable del emperador, con el consiguiente riesgo de que pudiera introducir cambios entre los consejeros y hombres fuertes del imperio, indujera a las cohortes galas (que en realidad eran los árbitros del poder en Occidente) a proclamar augusto a Valentiniano II, que tan sólo contaba cuatro años de edad. Los motivos no están claros. Pudo tratarse de un intento por parte de Merobaudes y Equitio para evitar un levantamiento militar que hubiera acabado con la dinastía valentiniana (entronizando, tal vez, al comes Sebastián, cuyo papel en la intriga no parece claro), convirtiendo así el probable golpe de estado en un golpe encubierto y controlado y a Valentiniano II en un emperador ficticio. También es posible que los antiguos consejeros de Valentiniano (Merobaudes, Equitio y Petronio Probo) intentaran simplemente reforzar su poder, limitando el de Graciano y custodiando al niño Valentiniano II como garante de la sucesión.

En esta situación, Graciano apenas introdujo algún cambio respecto a la política de su padre y, posiblemente, no tanto por la presión y coacción de los grandes como por su propia mediocridad y falta de iniciativa.

Valentiniano II pasó a ser emperador con poderes sólo sobre Iliria, desgajada ésta de la prefectura central. Su capital fue Sirmium, donde permaneció con su madre bajo la tutela de Merobaudes.

En el 376, Graciano pareció continuar la política anti-senatorial de su padre. Algunos senadores fueron ajusticiados, entre ellos, el entonces prefecto del pretorio, Maximino, y Teodosio el Mayor. Hay que suponer que tal decisión se debió a la influencia sobre el emperador de personajes enfrentados a los primeros. Dentro del círculo de allegados a Graciano estaba el famoso retórico Ausonio, que había sido su preceptor y posteriormente ocuparía el cargo de cuestor. Estaban también varios miembros de la familia de Ausonio, como su hijo, que fue procónsul de Africa, su padre, prefecto de Iliria, etc. Finalmente volvería a una política más favorable hacia el Senado.

Durante el reinado de Graciano se disfrutó de una época de paz en las fronteras, gracias a la sabia política defensiva de su padre, sin embargo, desoyó las advertencias de Merobaudes y no prosiguió la construcción y reparación de fortines en el Rin.

Su única campaña militar consistió en la expedición trasnrenana (la última del emperador occidental), que emprendió con el fin de llevar refuerzos a su tío Valente cuando tuvo lugar la invasión de Tracia por los godos. En su avance hacia Oriente tuvo que combatir con una tribu de alamanes, a los que logró derrotar en el 378 cerca de Argentaria. Poco después, al conocer la noticia de la muerte de Valente en Andrinópolis, regresaría a Occidente.

La política religiosa de Graciano parece determinada también por influencias externas. Así, en el 379, publicaba un edicto de tolerancia religiosa (muy alabado por Ausonio), cuando sólo un año antes había prometido a Dámaso, obispo de Roma, que actuaría judicialmente, ejecutando las decisiones conciliares que proponían la expulsión de obispos heréticos de sus diócesis. Poco antes había confirmado las decisiones de su padre en materia de jurisdicción eclesiástica, retirando las causas criminales de la jurisdicción de los tribunales eclesiásticos. Posteriormente, la influencia de Teodosio radicalizó su posición religiosa, llegando a abolir su edicto anterior de tolerancia, imponiendo penas a los paganos en Roma y retirando el altar de la Victoria del Senado.

Tras la muerte de Valente, Graciano nombra augusto de Oriente al español Teodosio, hijo de Teodosio el Mayor, a quien Graciano había hecho matar poco antes. La decisión es sorprendente, aun cuando Teodosio había logrado marcar las diferencias entre él y su padre para evitar caer en desgracia. En el momento de su designación como augusto era jefe de la caballería. Fue proclamado augusto en Sirmium, en el año 379.

En una fecha imprecisa (379 ó 389) la diócesis de Iliria (que constituía el territorio de Valentiniano II) fue desmembrada y Macedonia y Dacia fueron asignadas a la parte oriental del Imperio. Los dos primeros años de su gobierno los pasó en Tesalónica.

La política de Teodosio condicionará la evolución ulterior del Imperio. A través principalmente de las obras de Zósimo, Sócrates y Eunapio, entre otros autores, podemos percibir los rasgos principales de su personalidad. Quizás el más destacado sea el de su religiosidad casi obsesiva que, con frecuencia, anteponía a sus deberes como emperador. Ambrosio de Milán destaca como su virtud más elevada la humildad y, ciertamente, ésta no es una gran virtud para un monarca.

Su filantropía hacia los bárbaros resultó desastrosa para el Imperio. Había reclutado contingentes bárbaros, especialmente godos, en masa, alistándolos en el ejército romano como federados, esto es, permitiéndoles una organización autónoma. En esencia, puede decirse que estos federados prepararon la ocupación del Imperio por los bárbaros.

A propósito de la negativa gestión de Teodosio resulta significativo que, en el año 380, mientras los godos saqueaban Tesalia, Grecia y Mesia Superior, Teodosio permaneciera en Tesalónica legislando sobre cuestiones de fe y privilegios para los administradores. Libanio y el dálmata Jerónimo nos transmiten el horror de la devastación: "Del país en el que nací -escribe- no quedan sino el cielo y la tierra. .. todo ha desaparecido-. Juan Crisóstomo dice que el avance de los bárbaros era tan violento y carente de obstáculos que un jefe bárbaro decía no comprender por qué los romanos no huían en vez de dejarse matar. Tal vez esperasen al ejército, que no llegó.

En septiembre, Teodosio evacuó las diócesis orientales de Iliria, quedando sólo las Panonias occidentales bajo la relativa autoridad de Valentiniano II.

En el 382 permitió la instalación de los visigodos en estas tierras, entre el Danubio y los Balcanes, constituyéndose el primer Estado germánico dentro del Estado romano. La trascendencia de este acontecimiento es considerada por algunos historiadores como el fin de la historia del Imperio Romano.

En el 381, el avance de los hunos remontando el Danubio fue detenido, no por el ejército romano, sino por el nuevo Estado godo. La ineficacia de Teodosio ante el problema germano era tal que no sólo no los combatió militarmente, sino que ni siquiera llevó a cabo una política de enfrentamiento de las diversas tribus entre sí.

Resulta inaudito el discurso que Temistio pronunció en el 381 ante Teodosio, con ocasión de la llegada de éste a Constantinopla. Habían pasado muy pocos años desde que Valentiniano promulgara la ley que castigaba con la pena capital el matrimonio con un germano y del furor de los romanos desatado tras la batalla de Andrinópolis. Por eso resulta casi increíble que Temistio alabara al emperador en estos términos: "Es una victoria de la filantropía no suprimir -a los godos-, sino mejorarlos..." y a lo largo del discurso reconoce que el emperador no debe preocuparse por las provincias perdidas sino por lo que le queda. Se emociona al señalar cómo los godos aman al emperador y afirma que Teodosio hace bien en incorporar al Imperio a los bárbaros que no había podido vencer. El discurso fue tan meritorio -sin duda necesitó Temistio una gran presencia de ánimo para pronunciarlo- que Teodosio lo recompensó con la prefectura de Constantinopla en el 384.

Entre tanto, el emperador aumentaba paradójicamente la importancia y el número de funcionarios, reglamentaba los trajes que debían llevar los senadores y demás funcionarios e inutilizaba definitivamente la figura del defensor plebis, al convertirlo en recaudador de impuestos de la plebe. La ruina económica que agobiaba al pueblo servía, al menos, para que comenzasen a considerar un mal menor lo inevitable: la entrada de los bárbaros en el Imperio.