Comentario
Junto al innovador Villalpando y al mucho más tradicional, pero hábil técnicamente, González de Lara, trabajan en Toledo algunas figuras de importancia menor, como Pedro de Velasco y Gregorio Pardo, el yerno de Covarrubias, que son aún maestros platerescos pese a su supuesta formación y continuos contactos con el maestro de Torrijos, Nicolás de Vergara el Viejo, quien probablemente viajó a Italia antes de 1542. Es un artista en el sentido más amplio de la palabra: aunque su actividad se centra fundamentalmente en los campos de la vidriería, orfebrería, pintura, escultura y retablística, interviene de forma esporádica en obras de arquitectura, en las que se muestra seguidor ortodoxo de Vitruvio en el uso del léxico clásico y decorador en el estilo clasicista ornamentado del tercer cuarto del siglo XVI.
La generación posterior es precisamente la encargada de romper con esa tradición arquitectónica toledana, aunque sus arquitectos se formasen en ella, y adoptar los postulados de Juan de Herrera y el estilo de El Escorial. Entre los arquitectos herrerianos de la ciudad destacan Juan Bautista Monegro, Diego de Alcántara y Nicolás de Vergara el Mozo, formado con su padre y encarnación en sus comienzos de esa tradición local de mediados de siglo. Tan sólo Diego Velasco de Avila el Mozo mantuvo su estilo dentro del clasicismo ornamentado toledano de raíz serliana introducido por Villalpando, pero la rápida adopción de las nuevas tendencias estilísticas en la ciudad le obligó a trasladarse a Sevilla en 1579 -Andalucía fue la región en la que más tardíamente se impuso el estilo de los nuevos clasicistas- y no regresar nunca a Toledo.