Época: Renacimiento Español
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1599

Antecedente:
Damián Forment y el Renacimiento en Aragón




Comentario

El gran escultor Forment coincide en Aragón con otras figuras relevantes, como se ha visto. El francés Gabriel Joly aparece documentado en Zaragoza desde 1514, sin embargo, sus primeras obras seguras son el retablo de Santiago, actual de San Agustín, en la Seo de Zaragoza y el retablo mayor de la parroquial de Tauste. Los dos fueron contratados en 1520, en colaboración con Gil Morlanes el Joven, a quien se otorga el diseño arquitectónico de los mismos, creando una tipología de retablo después muy reiterada. En cambio, las esculturas del primero deben ser esencialmente de Joly, mientras que en las de Tauste interviene también Juan de Salas, al haberse cancelado la sociedad con Morlanes.
El maestro de Picardía manifiesta en estas obras elementos de la escultura francesa finisecular, italianizantes y tardogóticos, a los que se añade la huella del banco del retablo mayor del Pilar de Zaragoza. Aunque se conocen noticias de su relación con Forment, no se ha podido demostrar su colaboración con el valenciano. Desde 1524, fecha del finiquito del retablo de Tauste, hasta 1532 que contrata el retablo mayor de la catedral de Teruel, la obra de Joly carece de seguridad documental y se debe acudir al atribucionismo. En esa etapa se sitúa el retablo mayor de Aviñón (Zaragoza), en el cual la crítica ha destacado la novedad tipológica en la estructura del cuerpo del retablo y la evolución de sus modelos escultóricos, que en el extraordinario retablo mayor de la catedral de Teruel (1532-1536) presentan un esteticismo formal de recursos manieristas. La obra quedó sin policromar, lo que permite apreciar el trabajo directo de la gubia del escultor, de talla nerviosa y refinada. La actividad artística del escultor en este período final es intensa, contrata obras para las localidades aragonesas de Roda de Isábena y Paniza, para Zaragoza capital, Armero (Burgos), Tudela (Navarra) y para la iglesia de San Pedro de Teruel, ciudad donde fallecía el 19 de marzo de 1538.

Otro de los escultores que coincide en Aragón con Forment y Joly es el italiano Juan de Moreto. Aparece documentado en junio de 1520 y vinculado a la capilla que el mercader y consejero real, Juan de Lasala, financiaba en la catedral de Jaca. Al año siguiente realiza un contrato con Gil Morlanes el Joven para realizar la obra a medias. En la portada de la capilla de San Miguel, concebida a modo de monumental arco de triunfo, queda desmida la personalidad artística de Moreto, como excelente decorador, con variado repertorio de temas italianos del final del siglo XV, hábil tracista y correcto escultor en el tratamiento plástico de los relieves y de las estatuas. Aparece firmada y fechada en 1523. En el retablo de la capilla -en madera dorada y policromada-, intervienen junto con el artista florentino, Morlanes y Juan de Salas. A partir de esta obra jacetana, desarrolla Moreto una intensa actividad, a veces junto a otros escultores, y que le obliga a montar un taller con numerosos aprendices y colaboradores. Sin embargo, de las abundantes obras documentadas se conserva muy poco y esto plantea una dificultad para conocer su trayectoria artística, o discenir su labor personal de la de sus ayudantes. En julio de 1532 contrata, junto con Damián Forment y destinada a la iglesia de San Juan de Vallupié, de Calatayud, una portada de piedra -desaparecida- y el retablo mayor de madera, obras a las que me he referido antes. Se conserva el encargo hecho a Moreto en 1535, del retablo de la Purísima para la capilla Conchillos, en la catedral de Tarazona, en el que volvemos a encontrar una bella ornamentación renacentista y solidez arquitectónica; sin embargo, la imaginería delata abundante participación de taller.

La obra que cierra la actividad profesional de Moreto es la magnífica sillería de coro de Nuestra Señora del Pilar. La obra, según documentó Ponz, se inició en 1542, colaborando en su ejecución Juan de Moreto, Nicolás Lobato y Esteban de Obray. Este último, cuñado del italiano, acababa de realizar el coro de la catedral de Pamplona y fue quien dio el modelo para el proyecto de la de Zaragoza. Trabajando los tres maestros en la obra, el cabildo del Pilar los contrata de nuevo en octubre de 1544 para realizar la taracea de los respaldos y asientos de cada silla. En esta ocasión, el autor de las tres muestras presentadas fue maestre Tomás, que según creo puede ser el polifacético Juan Tomás Celma, pintor, escultor e insigne rejero, autor años más tarde de la verja que cierra el coro. En la parte de la decoración taraceada, con riquísimo repertorio ornamental de grutescos, aparece varias veces la inscripción IUAN MORETO FLORENTIN ME FECIT; del italiano deben también muchos de los pequeños relieves decorativos de las sillas. En los relieves historiados de los respaldos del piso superior, se advierte la intervención de varias manos, no sólo por su factura, también por sus rasgos estilísticos. Pudiera ser que- los más arcaizantes se debieran al francés Obray, los de formas italianas cuatrocentistas a Moreto y aquellos con rasgos miguelangelescos y de Berruguete, a Lobato, que se había formado en Toledo. La sillería presenta un interesante programa iconográfico religioso que se completa con el rico repertorio de temas profanos.

Con la desaparición de los grandes maestros, Joly en 1538, Forment en 1540 y Moreto en 1547, termina la primera etapa de la escultura aragonesa del Renacimiento y se inicia un período, más complejo y peor conocido que el anterior, a lo que se añade la falta de grandes figuras que pudieran continuar el nivel de sus maestros. Muchos de los discípulos de Forment no permanecieron en Aragón después de su muerte y los que continuaron, no plantean una profunda innovación de sus modelos. La temprana muerte del hijo de Moreto, Pedro, en 1555, tampoco favoreció la consolidación de su taller. Sin embargo, se mantuvo la infraestructura creada antes y ello permitió llevar a cabo destacados proyectos artísticos.

Una de las empresas más notables de entonces, fue la ornamentación escultórica de la capilla funeraria dedicada a San Bernardo, en la Seo de Zaragoza, acometida en 1550 por el arzobispo don Hernando de Aragón (1539-1575), nieto de Fernando el Católico. Proyecto de alabastro, con dos sepulcros y tres retablos, encargado a los escultores Bernardo Pérez, Juan de Liceire y Pedro Moreto. El primero contrata el retablo-sepulcro del arzobispo para un lateral de la capilla. En el retablo, dedicado al Crucificado, Bernardo Pérez mantiene el valor ornamental de los retablos aragoneses, mientras que en el relieve del Juicio Final aparecen rasgos miguelangelescos; a esto se debe que Jusepe Martínez atribuyera el relieve a Gaspar Becerra. Juan de Liceire contratará en 1551 el retablo-sepulcro de la madre del arzobispo, doña Ana Gurrea. Reitera el diseño de Bernardo Pérez, pero en lo figurativo sigue los modelos de Forment, su maestro, como hará años después en el banco del retablo de la catedral de Barbastro. El tercer escultor, Pedro Moreto, se encarga en 1553 del retablo dispuesto en el frente de la capilla, dedicado a San Bernardo. Destaca el relieve central, muy bien compuesto, con una plasticidad y belleza clásica de las figuras. La capilla ofrece un programa iconográfico de gran interés funerario-religioso, al que se une la representación de imágenes orantes de los arzobispos de la casa real de Aragón y de los reyes Alfonso V, Juan II de Aragón, Fernando el Católico y Carlos V.

Tal vez, por la falta de escultores importantes en el panorama aragonés, se recurriera a un antiguo oficial de Forment, Arnau de Bruselas, entonces en La Rioja, para hacer en 1557 otro proyecto de gran interés, vinculado a don Hernando y a la Seo: la decoración del trascoro. Al artista flamenco corresponden los relieves del tramo de los pies y el excelente grupo del Calvario. En el martirio de San Vicente ensaya posturas y escorzos manieristas, acompañado de un estudio anatómico del desnudo que preludia los tipos de la corriente denominada romanista.

Arnau de Bruselas acometerá otras obras en Aragón, pero no se afincará aquí, regresando a La Rioja en 1560. La influencia de la obra de este gran escultor incidirá en el lento proceso de cambio que se produce en la escultura aragonesa, de las formas heredadas de los grandes maestros de la primera etapa renacentista, que cristalizará a partir de la obra aragonesa (1570-1574) de Juan de Anchieta: el retablo de San Miguel para la capilla Zaporta, en la Seo de Zaragoza y el de la Trinidad en la catedral de Jaca.