Época: Renacimiento Español
Inicio: Año 1500
Fin: Año 1599

Antecedente:
Arquitectura y urbanismo

(C) José María Quesada



Comentario

Mención especial hemos de hacer de la Capilla Real por lo que supone a nivel político-ideológico. El establecimiento del conjunto funerario de la monarquía dotaba a la ciudad de cierto prestigio en el contexto nacional. Se trata de una obra maestra de la arquitectura conmemorativa gótica que funcionaría como elemento anexo a la proyectada catedral, instituyéndose en una capilla funeraria de proporciones desusadas, pese a la sanción crítica a que se vería sometida por el emperador Carlos: "...estrecho sepulcro para la gloria de mis abuelos".
La elección arquitectónica está muy determinada por la voluntad contenida en los documentos fundacionales y las disposiciones que para sus exequias y enterramiento dictará la reina Isabel rehusando toda solemnidad, planteamiento muy acorde con una religiosidad medieval de fuerte inspiración franciscana. Esto, unido a la rigurosidad y sencillez de Cisneros, explica el que se elija para la capilla sepulcral el modelo de las iglesias de frailes mendicantes, que gozaba de gran popularidad y del favor de los monarcas fundadores.

Ante estas opciones se comprende el descontento del arquitecto Enrique Egas y aún más el de un cortesano celoso del prestigio político de la monarquía e innovador de las artes, como era el conde de Tendilla, visitador real de las obras. Este intentará ampliar la Capilla y enriquecerla con un cimborrio en 1509, sin conseguirlo. Las obras figuran como acabadas en 1517 aunque en realidad se continuaría trabajando hasta 1521, año del traslado de los féretros de los Reyes Católicos desde la Alhambra, primer enterramiento, a la Capilla Real.

Llegado este momento, las tesis de la nobleza habían obtenido su fruto, consiguiendo la entrada de la nueva poética renacentista en los círculos de la corte. Esto permitirá contratar a Fancelli para la realización del cenotafio de los Reyes Católicos. El artista había conseguido tras realizar el sepulcro del arzobispo don Diego Hurtado de Mendoza, el encargo para el del príncipe Juan en la iglesia de Santo Tomás de Avila y, por fin, el de los reyes para Granada.

El impacto del nuevo estilo se dejará sentir definitivamente con la instalación del nuevo monarca, Carlos V. Su intervención se inicia con una tímida censura hacia la estrechez, que ya referimos, de los proyectos fundacionales de sus predecesores con la salvedad del Hospital Real. El emperador intentará un reequipamiento de las edificaciones, conformándose en la Capilla Real un programa decorativo que le instituye en el crisol del clasicismo posterior. Entendamos, en este sentido, la presencia de Alonso Berruguete, Francisco Florentín, Bartolomé Ordóñez, Pedro Machuca, Diego de Silóe y Jacobo Florentino.

Las innovaciones se deciden en la corte hacia 1519 en Barcelona y Zaragoza. Se contratarán nuevas obras que tienen por objeto engrandecer el mausoleo que ahora iba a acoger a los primeros Austrias, Felipe y Juana. El plan inicial es una continuación de cuanto se había ejecutado en la Capilla; un nuevo cenotafio destinado a doña Juana y Felipe I el Hermoso para ocupar su lugar en el crucero junto al de los fundadores, será realizado por el burgalés Bartolomé Ordóñez. El encargo es hecho en 1519 por Alonso de Fonseca en Barcelona, iniciándose así el relevo de los grandes decoradores italianos en la iniciativa de nuestro arte. Ordóñez aportará, frente al carácter conservador de la obra de Fancelli, las innovaciones que se habían impuesto durante el siglo XVI en Italia, donde el escultor acababa de triunfar.