Comentario
Hijo de un rico terrateniente tinerfeño, Oscar Domínguez se trasladó a París en 1927, pero no sería hasta 1931 cuando se dedicaría de lleno a la pintura. Dada la escasa aplicación que siempre demostró por los estudios, su padre lo envió a trabajar en la empresa que en la capital francesa se hacía cargo de sus exportaciones de frutas. La muerte de su progenitor y el cambio de signo en la situación económica familiar que aquella comportó, obligó a Domínguez a buscar un medio de sustento, dedicándose al dibujo publicitario.
Su adhesión formal al Surrealismo se produjo en 1934, siendo desde entonces un participante asiduo a las tertulias del café La Place Blanche, cercano a la casa de Breton, en pleno barrio de Montmartre, así como a las que tenían lugar en Le Dome y otros locales de Montparnasse, más en boga en el período de entreguerras.
Con anterioridad a su incorporación al grupo de Breton, el pintor canario había realizado una serie de cuadros cuyo espíritu se identifica ya plenamente con el Surrealismo. Obras tempranas como Sueño (1929) o Souvenir de París (1930) revisten un gran interés por alumbrar un universo onírico desconcertante. En la obra de Oscar Domínguez abundan las referencias isleñas con alusiones concretas a la flora y orografía canarias. Estas visiones mágicas como las que aparecen en El drago (1933) o Cueva de guanches (1935) contribuyeron junto con sus relatos a crear el clima propicio para que en 1935 se celebrara en Tenerife, con la presencia de Breton y Péret una Exposición Internacional del Surrealismo.
Gran parte del vocabulario pictórico de Oscar Domínguez procede de Dalí, como lo evidencia el recurso frecuentemente utilizado del alargamiento de los miembros y el empleo de figuras protoplasmáticas, aquellas que por efecto del deseo sufren alteraciones en su conformación anatómica, presentando excrecencias gelatinosas y desbordamientos. También es de origen daliniano la imagen paranoica o imagen doble. Sin embargo, y a diferencia del pintor de Cadaqués, el punto de partida de la producción de Oscar Dornínguez no es una sexualidad conflictiva sino el humor y el deseo entendidos ambos como motores de la actividad humana. El Surrealismo consideró el humor como una de las formas más eficaces de subversión de la realidad.
Oscar Domínguez desarrolló en 1936 una técnica automática de gran efectividad, la decalcomanía, consistente en aplicar el pigmento muy diluido sobre el soporte y, a continuación, presionar sobre éste con una superficie rígida, lo que provoca la distribución irregular del pigmento y la consiguiente creación de formas arbitrarias. Si las manchas así generadas no sufren modificación posterior, el procedimiento se denomina decalcomanía sin objeto preconcebido, mientras que si el pintor reinterpreta esas formas y las retoca para acentuar su parecido con determinadas manifestaciones, como pueden ser conformaciones coralinas, arborescencias, etcétera, nos hallamos ante la decalcomanía del deseo. La aportación de Oscar Domínguez alcanzó su máxima expresividad en los paisajes de Max Ernst.
El pintor canario demostró ser también uno de los creadores más imaginativos de objetos surrealistas, ámbito de actuación que alcanzó un amplio desarrollo en la década de los años treinta, habiendo participado con L 'arrivée de la Belle Epoque en la gran Exposición de Objetos Surrealistas, celebrada en mayo de 1936 en la Galerie Charles Ratton de París. Los objetos, liberados de su funcionalidad habitual, demostraron que podían convertirse en medios eficacísimos para establecer nuevas relaciones entre el ser humano y el entorno físico en que éste se mueve, al mismo tiempo que posibilitan también la actuación de las potencias del subconsciente. Aunque los surrealistas demostraron siempre un gran interés por las formas naturales de apariencias caprichosas como raíces, guijarros, etcétera, volcaron su atención preferente en la manipulación de objetos cotidianos, cuyas alteraciones responden siempre a las exigencias del deseo.
A finales de los años treinta la obra de Oscar Domínguez denota un cambio de orientación sustancial, siendo sustituidos los contenidos oníricos y las manifestaciones del subconsciente propias del Surrealismo por visiones de carácter cósmico. A partir de la Segunda Guerra Mundial su creatividad se resintió bajo el peso del influjo picassiano.