Comentario
En el siglo XVI la República de Venecia seguía manteniendo un mayor potencial y una más sólida posición, destacando por encima de los restantes núcleos políticos de la península italiana. El régimen de la Señoría mantuvo a lo largo del Quinientos la significación política que la había caracterizado en siglos anteriores. Seguía siendo, pues, una pieza importante del mapa político europeo, interviniendo activamente en las disputas internacionales merced al poderío territorial y marítimo que conservaba desde su etapa anterior como potencia mediterránea. Con un sistema de gobierno y administración que se mostraba operativo y eficaz, con una organización social bastante representativa en comparación a lo que para entonces era usual, sin graves problemas internos que combatir y con unas disponibilidades económicas que le permitían contar con unas fuerzas militares adecuadas a sus necesidades de defensa y a sus pretensiones exteriores, el Estado veneciano supo conservar su papel de primera estrella del firmamento italiano.
El aristocratismo republicano no era patrimonio de una cerrada oligarquía nobiliaria que ocupase el poder de forma tiránica, permanente y exclusiva, sino que, por el contrario, una relativa rotación y alternancia en las esferas gubernamentales eran notas distintivas de su peculiar ordenamiento constitucional, eso sí, siempre sobre la base de una estructuración socio-política estamental en la que la nobleza, aunque abierta y en renovación, no había perdido ni mucho menos su posición sobresaliente. La representación del Estado recaía de forma vitalicia en la figura del Dux, personaje símbolo de la grandeza de la Señoría, al que se le rodeaba de majestuosidad y exaltación ceremonial, a pesar de que su poder efectivo resultaba mínimo. El dux recibía un sueldo por su cargo, sueldo con el que apenas podría sufragar su amplia nómina de gastos. Al estarle prohibido mantener negocios privados, el cargo implicaba disponer de una amplia fortuna previa al nombramiento. El dux veneciano pagaba impuestos como sus convecinos y estaba obligado a no abandonar el Palacio Ducal, excepto con motivo de las fiestas. No podía salir al extranjero sin permiso y sin la compañía de un miembro del Collegio, salvo en caso de guerra. El Consejo tenía derecho a abrir la correspondencia oficial del dux, mientras que el resto de la correspondencia debía ser leída ante los miembros del Consejo.
El cuerpo más numeroso del conjunto institucional era el Gran Consejo, integrado por un amplio colectivo aristocrático, órgano soberano del poder de la República del que emanaban las leyes y desde el que se hacía el nombramiento de los cargos públicos, así como la elección de los miembros que integraban el Senado, especialmente orientado éste hacia la dirección y supervisión de los asuntos exteriores. Otros colegios especializados y el "Tribunal de la Cuarantia", junto al Consejo de los Diez, principal organismo ejecutivo, completaba el aparato institucional del Estado veneciano, que había dado y estaba dando muestras de una gran estabilidad y fortaleza en el transcurso de los años y de una notable adecuación a las exigencias de estructuración política que demandaban los nuevos tiempos modernos.
El dominio veneciano de los territorios del Véneto y la Lombardía motivarán los recelos de la mayoría de las potencias europeas y de los demás estados italianos. Cada una de las pérdidas territoriales sufrida por los venecianos a manos de los turcos en el Mediterráneo oriental era acogida con satisfacción en Europa. Incluso en el año 1508 se constituye la Liga de Cambrai, formada por el papa, el emperador, España y Francia, para luchar contra la Serenísima República. La Liga contó con el apoyo de los duques de Mantua, Saboya y Ferrara. Las tropas aliadas conseguían derrotar a las venecianas y la República alcanzaba en su momento más bajo. Sin embargo, la urdimbre diplomática era tal que en el año siguiente la Liga se disolvía y Venecia conseguía poner fin al conflicto sin apenas pérdidas territoriales. A pesar de esta victoria "in extremis", la República estaba agotada y tocaba fondo. El descubrimiento de América en 1492 y la colonización del nuevo continente no serán la causa del inicio del descalabro económico de la ciudad. Más bien los motivos debemos buscarlos la falta de interés por parte de los nobles venecianos en invertir en negocios más arriesgados, buscando la seguridad económica al adquirir grandes fincas. Pero no debemos pensar que el comercio con Oriente se paró. A pesar del bloqueo turco tras la caída de Constantinopla en 1453, los mercaderes venecianos siguieron realizando transacciones en los mercados orientales y aportando a Europa los ricos productos que tanto éxito tenían: especias, oro, ricos tejidos, etc. Para mantener su espacio comercial en la zona, Venecia no dudó en participar en la famosa batalla de Lepanto, junto a España y el Papado, batalla en la que consiguió vencer don Juan de Austria, hermano de Felipe II. El gran triunfo de Venecia en estas fechas sería mantener su propia independencia, en unos años en los que los estados italianos eran piezas claves en la política territorial de las grandes potencias europeas: España, Francia y los Estados Pontificios.