Época: El Imperio Bizantino
Inicio: Año 650
Fin: Año 1050

Antecedente:
Plenitud de la civilización bizantina



Comentario

La administración imperial disponía de un funcionariado abundante reclutado entre quienes tenían conocimientos de gramática, retórica y, muy especialmente, Derecho. Sus miembros debían dedicarse exclusivamente al oficio que tuvieran encomendado, juraban fidelidad al emperador y, en cierto modo, prolongaban su poder en la capital y en el resto del Imperio. Además, cada función llevaba aneja una dignidad palatina o cortesana lo que, en mayor o menor medida, la sacralizaba. Pero en la realidad las situaciones y presiones de hecho favorecieron la formación de castas funcionariales, sobre todo en el siglo XII, y no faltó la venalidad o venta de oficios, como extensión de lo que ocurría con las dignidades palatinas. Éstas, en efecto, podían adquirirse, en sus rangos inferiores, que no comportaban el ejercicio de ningún oficio -no a partir del nivel de protospatario-; los beneficiarios percibían una renta y estaban presentes en las ceremonias imperiales, por lo que disponer de alguna de aquellas dignidades fue apreciado por muchos miembros de las clases pudientes de la sociedad, y el procedimiento permitió ampliar la base social del poder imperial y mejorar sus medios de propaganda.
La administración estaba fuertemente centralizada en palacio, donde funcionaban los diversos sekreta o despachos, bajo el mando de logothetas ayudados por sekretikoi, notarios, escribas y otros auxiliares. Los principales ramos de la administración eran la cancillería, dirigida por el protoasekretis, el servicio de posta imperial o dromo, competente también en asuntos de relaciones exteriores, la hacienda, al mando del sakellario, que dirigía la gestión de la caja general o genikon y de las especiales (stratiotikon para gastos militares, eidikon a cargo de las manufacturas imperiales, administradores de bienes imperiales, de limosnería y fundaciones pías, etc.). La administración de Constantinopla corría a cargo de un prefecto o eparca y su seguridad y defensa competían a la hetaireia o guardia palatina y a las scholas que integraban cuerpos de ejército o tagmata; la mayor parte de la flota -entre 150 y 200 dromones, más barcos de apoyo- mandada por un drongario, tenía también su base en la capital, dadas sus excepcionales condiciones portuarias y su situación estratégica, o en algunos themas predominantemente marítimos como los del Sureste de Asia Menor (Cibyrreotas) y los de las islas del Egeo. Aunque la flota bizantina se había reorganizado desde la segunda mitad del VII para hacer frente a los musulmanes, su apogeo no llegó hasta los siglos X y primera mitad del XI.

Las reformas de la administración provincial generalizaron la división y el régimen de themas, debido a su eficacia. En el "Libro de los themas" del año 934 sólo se citan veintinueve pero en el "Taktikon" de Nicéforo Uranos (año 975) se alude ya a 81. El poder superior en el thema correspondía al estratega, ante el que respondían los funcionarios dependientes de diversos organismos de la administración central como eran el pretor o krités que dirigía los asuntos civiles, el protonotario que atendía a los fiscales y, a veces, el intendente o cartulario de las tropas. Para evitar abusos, el nombramiento de estratega no superaba períodos de cuatro años y recaía sobre forasteros al territorio que iban a gobernar, donde no podían adquirir tierras o establecer vínculos familiares casando en él a sus hijos. ¿Se evitaron siempre? Lo cierto es que en el siglo XI la condición de estratega era ya una dignidad, no un oficio, y que sus funciones militares habían pasado a manos de catepanes y duques que controlaban territorios mucho más amplios: los ducados de Antioquía, Tesalónica y Andrinópolis o el catepanato de Italia, por ejemplo. Mientras tanto, el krités se convertía en la figura más importante de la administración provincial.