Época: Judaísmo
Inicio: Año 1900 A. C.
Fin: Año 2003




Comentario

La comunidad judía medieval se hallaba fuertemente cohesionada, muy aglutinada y cerrada sobre sí misma. Era éste un mecanismo de defensa frente a la presión exterior, la que ejercía la comunidad mayoritaria no judía. Este aislamiento se dejaba ver también en las actividades económicas, aunque de varias maneras.
La cohesión de la comunidad judía medieval se lograba, en parte, gracias a la solidaridad económica. Los miembros más pudientes colaboraban en el sostenimiento de los sectores más deprimidos por medio de los impuestos y la beneficencia. Las limosnas se dedicaban a los viajeros más necesitados y también al rescate de los cautivos, lo que indica una colaboración de tipo económico entre las diferentes comunidades, prestándose entre ellas consejo y asistencia mutua.

Las restricciones al trabajo judío impuestas por la comunidad mayoritaria no judía implicaron una especialización laboral, pues los hebreos vieron limitado el abanico de profesiones al que podían acceder. Al no poder poseer esclavos, la agricultura y la industria fueron para ellos actividades vedadas en la práctica. Con el tiempo, los judíos se vieron excluidos de la posesión de la tierra.

También la prohibición de pertenecer a un gremio les dejaba fuera de un buen número de ocupaciones. El ejército, el gobierno y las llamadas profesiones liberales -excepto la medicina- les fueron negados. Por el contrario, sí hubo un sector económico al que tuvieron acceso: el comercio y el préstamo. La razón está en la prohibición de practicar la usura que pesaba sobre los cristianos lo que, unido a que era éste uno de los pocos sectores que estaba permitido a los judíos, hizo que éstos se volcaran en su desempeño. Así, en la Europa medieval, poco a poco la comunidad judía fue empujada a desempeñar oficios como la banca o el tráfico de mercaderías.

A medio plazo, la especialización económica de los judíos profundizó en su marginación, separando a los judíos de los no judíos. La superior rentabilidad del préstamo y el comercio, que producía rápidos enriquecimientos, conllevó la animadversión de los cristianos que, en general, vivían en condiciones de pobreza. Rivales y deudores se convirtieron fácilmente en enemigos de los judíos, más aún cuando algunos monarcas concedieron a los judíos enriquecidos la entrada en las labores de gobierno o administración, como la recaudación de impuestos. El clima antijudío fue una constante en las sociedades medievales, desembocando en numerosas ocasiones en matanzas y deportaciones.