Comentario
Hay Imperios de nombre e Imperios efectivos. El Imperio romano existía de hecho dos siglos antes de su constitución como tal: el Sacro Imperio Romano Germánico lo fue de nombre y derecho, pero prácticamente no fue sino una verdadera confederación. Entre los aztecas se organiza una confederación, que realmente eso era el Imperio azteca de Tenochtitlan.
El resultado de la alianza cuatripartita no sólo trae la perseguida muerte de Maxtla -o Maxtlaton, en forma despectiva-, sino la ruina de Azcapotzalco y, por consiguiente, el fin de la supremacía tecpaneca. Hora era ya de organizar un orden nuevo, y el encargado de ello, asesorado por la asamblea de los barrios o calpultin (plural de calpulli) mexicanos, es el nuevo tlacatecuhtli, sucesor de Itzcoatl: Motecuzoma Ilhuicamina, sobrenombre traducido por unos como "rayo del cielo" o "cólera divina", y también por "el colérico". Este organiza una triarquía integrada por los principales vencedores -Tenochtitlan y Texcoco, representados por Motecuzoma y Nezahualcoyotl (coyote hambriento)- y la modesta Tlacopan, colonia azteca en la ribera. Está unida la confederación para la conquista, la guerra, el reparto de botines y tributos: dos quintas partes para México, dos para Texcoco y una para Tlacopan.
Los guerreros de las tres ciudades inician la salida del valle, hacia Cuauhnahuac (Cuernavaca en el decir español) y los territorios de Michoacán y de los totonacas. La riqueza de tributos, muchos de ellos en forma de prisioneros para las obras públicas y para las grandes fiestas con sacrificios humanos, comienzan a engrandecer materialmente a Tenochtitlan, capital de la confederación, ya que el tlatoani azteca era el jefe de ella. Se levantan edificios y templos de cantería y afluyen piedras y plumas preciosas, manufacturas y materias primas de calidad. Ihuicamina es realmente el iniciador del Imperio. No se engañaron mucho los españoles al considerar a su último sucesor como un verdadero emperador.
Axayacatl -1469-1481- tiene ya una costumbre hecha para los caballeros águilas y para los caballeros ocelotl o tigres, que se adornaban con cabezas de estos animales como cascos. Aunque Tepeticpac -fortaleza de la irreducible república de Tlaxcallan- quedaba encerrada entre territorios conquistados y los tarascos de Michoacán -muy nahuatlizados, por otra parte- no fueron nunca vencidos, las tropas de los aztecas llegan hasta la Huasteca, cuyos habitantes, de raza y lengua mayas, estaban también muy influidos por la tradición tolteca, es decir, nahua. La vieja Tlaltelolco, monitora de los aztecas en su primera etapa de asentamiento en los islotes, es añadida a la ciudad. Todo parece augurar grandezas, pero una revolución se va fraguando insensiblemente: la del acceso de los hombres comunes -macehualtin- a la vida pública. El macehual ya no es el "vasallo", sino el guerrero, y el esplendor de México-Tenochtitlan se debe a su esfuerzo. Se perfila un período militarista que, de hecho, venía formándose desde Ilhuicamina.
El "reinado" de Tizoc, aunque importante por haberse comenzado las obras del gran templo central de la ciudad, es breve y el mismo consejo tribal lo manda ejecutar, por razones oscuras. Interregno que no cierra la era de las conquistas, ya desde 1486 hasta 1502 el tlatoani Ahuitzotl extiende los dominios hasta el golfo de México y abre para la tributación los caminos que antes sólo frecuentaban los pochteca o comerciantes: 1a llamada "ruta del cacao", que llegaba a Soconusco y Guatemala. Antes les habían precedido emigrantes nahuas, como los pipiltin (pipiles del Salvador) y los nicaraos de Centroamérica.