Época: América
Inicio: Año 300
Fin: Año 1521

Antecedente:
La religión azteca



Comentario

Uno de los aspectos más llamativos de la cultura azteca es el sacrificio de prisioneros a los dioses que se realizaba en el Templo Mayor de México. Para proveerse de los miles de prisioneros necesarios para los sacrificios realizados con motivo de grandes celebraciones, como la coronación de un nuevo tlatoani, los aztecas establecieron un sistema de intercambio con sus enemigos. Puesto que los sacrificados debían ser prisioneros capturados en combate, las tres ciudades de la Triple Alianza -México-Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan- acordaba celebrar guerras periódicas con sus enemigos, las ciudades de Tlaxcala, Cholula y Huexotzinco. Estas guerras, llamadas floridas, parecen tener su origen hacia 1450. Ese año, según las crónicas indígenas, suceden una larga serie de desgracias, comenzando por una intensa nevada que heló las tierras y destruyó muchas casas. Le siguió una epidemia y una larga hambruna, tan excesiva que muchos vendieron a sus hijos a trueque de maíz en las provincias de Totonapan. Para afrontar el problema se reunieron los máximos gobernantes de de Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan, y "viendo que no cesaba la calamidad se juntaron todos tres con la señoría de Tlaxcalan a tratar el remedio más conveniente para este efecto: los sacerdotes y sátrapas de los templos de México dijeron que los dioses estaban indignados contra el imperio y que para aplacarlos convenía sacrificar muchos hombres y que esto se había de hacer ordinariamente, para que los tuviesen siempre propicios. (...) Xicoténcatl, uno de los señores de Tlaxcalan, fue de opinión, que desde aquel tiempo en adelante se estableciese que hubiesen guerras contra la señoría de Tlaxcalan y la de Tetzcuco con sus acompañados y que se señalase un campo donde de ordinario se hiciesen estas batallas y que los que fuesen presos y cautivos en ellas se sacrificasen a sus dioses, que sería muy acepto a ellos, pues como manjar suyo sería caliente y reciente, sacándolos de este campo; además de que sería lugar donde se ejercitasen los hijos de los señores, que saldrían de allí famosos capitanes y que esto se había de entender sin exceder los límites del campo que para el efecto se señalase, ni pretender ganarse las tierras y señoríos y asimismo había de ser con calidad que cuando tuviesen algún trabajo o calamidad en la una u otra parte habían de cesar las dichas guerras y favorecerse unos a otros..." (Ixtlilxochitl)
Además de proveer de prisioneros para el sacrificio y servir de ejercicio y mantenimiento para el ejército, las guerras floridas eran un mecanismo para lograr el ascenso social individual. Los guerreros destacados, aquellos que logran volver a su ciudad tras varias capturas de enemigos vivos, ganaban el respeto y la admiración de su pueblo y compañeros. Las capturas se realizaban tendiendo emboscadas y golpeando e hiriendo al enemigo con las macanas, las flechas y las lanzas. Como protección, los guerreros vestían cotas de algodón y escudos. El objetivo era atontar al enemigo y capturarle, en ningún caso matarle, una concepción bélica arraigada en el ejército azteca que sin duda le perjudicará a la hora de enfrentarse a los españoles.