Comentario
Se ha impuesto un nuevo reino-Estado, éste asimismo negro desde sus inicios y que habrá de tomar el relevo de Ghana en el país de los negros. Se trata de Mali, cuyo nombre ha reivindicado el ex-Sudán francés de la franja nigeriana, a raíz de su independencia (1960), adoptándole como suyo, ya que Mali -que realmente significa hipopótamo-, llegó a ser una nación casi legendaria hasta inicios de nuestro siglo. Sin embargo, cuando emerge Mali, lo hace como un Estado islamizado, de lengua landé o mandinga que conocerá su total apogeo hacia el siglo XIV, extendiendo su territorio desde el litoral atlántico hasta el Air y Ualata (Mauritania), en la cuenca del Alto Gambia. Su zona central se encontraba, no obstante, en el Alto Níger, entre Bamako y Suguri.
Su historia empieza desde que a principios del siglo XI, un tal Baramendano, ketra o señor principal del lugar, hostigado por sus vasallos ante la falta de lluvia y el hambre que sufren, se dirige a los almorávides en petición de ayuda. Estos le conminan a convertirse al Islam: acto seguido empieza a llover, lo que le da un enorme prestigio. El historiador árabe Ibn Jaldun, que recuerda el hecho, cuenta cómo en 1050 este hombre peregrina a La Meca y se le confiere el título de sultán.
Sus continuadores gobernaron sin más. Casi dos siglos después, otro negro sarakolé, Sumanguru, rey de los Susu, hombre belicoso que se ha hecho con parte del territorio del antiguo Ghana, al que pertenecía la provincia de Sussu, atacaría al soberano de Mali. Este era a la sazón Naré Fa Maghan, al que hace matar, así como a todos sus hijos, con excepción de un niño tullido, Sundiata, que no le inspira cuidado alguno. No obstante, este mismo niño recobra con el tiempo el uso de sus piernas y se torna en un gran guerrero, que reúne a sus partidarios y levanta las provincias de las que se considera natural señor.
Toma Futa Jalon y vuelve a la capital, donde tras una iniciación mágica toma el nombre de Mali Dayata o león de Mali, para enfrentarse con el propio Sumanguru, en la batalla de Kirina (1235), cerca del actual Bamako. En este encuentro, que aún es recordado en las tradiciones populares, Sundiata vence a Sumanguru, que muere alanceado. Acto seguido reúne en Kangaba y en asamblea a doce fieles vasallos y les distribuye el gobierno de las tierras. Cinco años después, como ya se ha dicho, saqueará la ciudad de Ghana, y se hace dueño de toda la franja sudanesa que comprende las regiones auríferas de Uangara y del Bambuk.
Buen gobernante, Sundiata administra sabiamente Mali, incrementando los cultivos, entre éstos el algodón y, bajo su reinado, su Estado crece en demografía. A su muerte, Mansa Ule, su hijo, "el rey Bermejo" -Mansa significa rey-, reina entre 1255 y 1270 piadosa y prudentemente, incrementando la herencia paterna y como buen creyente hará la peregrinación a La Meca.
La dinastía degenerará con sus sucesores, lo que supone la formación de facciones y las consiguientes revueltas. Estas posibilitan que entre 1285 y 1300, un ex-esclavo de nombre Sakurna se haga con el poder y, tras imponer al reino un orden riguroso, se empeñe en una cruenta lucha primero al oeste con los Tekruris del Senegal, al este con los Songhai de Gao y al sur con los Mossi, a quienes no consigue subyugar. Hará la consabida peregrinación a La Meca, pero en el viaje de vuelta, al retornar por el mar Rojo -no por El Cairo, como era usual- justo en el momento de arribar a tierra africana, será asesinado por un danakil.
En 1300 sube al trono otra nueva dinastía, sucediéndose entre 1300 y 1312 tres soberanos de los que se sabe muy poco. El último, Abu Bakary II, intentará entre 1310 y 1312 una expedición atlántica integrada por 200 piraguas bien pertrechadas, con orden de navegar hacia Occidente y no volver a menos que tocasen la otra orilla del océano. Retornó una sola y el soberano, ilusionado, según la tradición, fletó 2.000 piraguas de las que no volvió ninguna, por lo que algún historiógrafo contemporáneo ha llegado a aventurar que quizá tocaron el continente americano antes que Colón o los portugueses.
Un hijo de Abu Bakary II, Kankan Musa, que reinaría entre 1312 y 1337 y que ha pasado asimismo a la historia como Mansa Musa, se convertirá en la segunda mitad del siglo XV, a decir de los historiadores árabes Ibn Batuta e Ibn Jaldun, en el más importante soberano negro de su tiempo, no sólo por su prudencia y poderío, sino por la fastuosidad de su corte. Su enorme Imperio abarcaba desde el desierto hasta la selva y desde el Atlántico hasta el este del recodo del Níger. Mantenía continua relación con Egipto y, según Ibn Batuta, un tráfico que ocupaba unos 12.000 camellos circulaba anualmente desde Mali a El Cairo y viceversa.
En 1331, al subir al trono Abu El Hassan, el nuevo sultán de Marruecos, Kankan Musa, le remitió a Fez ricos presentes a los que correspondió el sultán marroquí con una embajada que a su vez le llevó suntuosos regalos. Tanto la tradición como la historiografía recuerdan la peregrinación de Kankan a La Meca (1324). La expedición estaba integrada por una enorme e interminable caravana, integrada por notables con sus esclavos y prolija impedimenta, a la que se sumaba gran cantidad de oro. El viaje a Arabia se llevó a través de los campamentos de Argelia, donde dejó asentados a varios de los componentes de la caravana.
En El Cairo, Kankan se significó por sus adquisiciones, entre las que se contaban numerosos códices jurídicos. Allí pudieron conocerle varios mercaderes venecianos que llevaron su fama a Europa y cuyo relato posiblemente inspiró el célebre mapa del mallorquín Abraham Cresques, en el que se presenta el África occidental con expresa representación de Mali -Malli- y su señor de los negros. En La Meca ofrendó 20.000 zequíes de oro y se hizo legendario por sus pródigas gratificaciones. El oro que llevaron llegó incluso a depreciar el áureo metal. Su prodigalidad llegó al extremo de tener que pedir créditos para regresar.
Con Kankan Musa se crea un puente cultural entre el mundo negro y el mundo árabe, ya que su talante y poderío atrajeron a orillas del Níger a numerosos sabios y letrados blancos que llevaron consigo el saber árabe.
A su corte llegaría el poeta y arquitecto Es-Saheli, renovador de la arquitectura sudanesa que reconstruyó Tombuctú con edificios que recuerdan un tanto a las creaciones mudéjares hispanas. Por otra parte, con Kankan se desarrollaría un gran comercio transahariano que llegó a monopolizar. Precisamente con objeto de regularizar tal comercio, incorporaría Gao a su imperio. Su importancia se subraya sólo con decir que varios antiguos monolitos funerarios encontrados en Gao fueron insculpidos en la España musulmana y llegaron allá a través de las rutas caravaneras.
A la muerte de Kankan Musa y tras un breve reinado de su hijo Magan I, que moriría en 1341, accedería al trono el hermano de Kankan, Solimán, que reinó en Mali durante 19 años, hasta 1360, reconquistando Gao que se había independizado con un príncipe songhai alzado contra el difunto Kankan. Fue precisamente bajo el reinado de Solimán cuando el árabe Ibn Batuta tiene ocasión de visitar Mali, dejándonos una valiosísima descripción del reino y de la civilización lograda. "En este país -llegará a escribir- se siente uno en completa seguridad. Ni los viajeros ni los habitantes han de temer el robo ni la violencia... El viajero está siempre seguro de encontrar alimento y de poder alojarse convenientemente durante la noche". Sin embargo, Ibn Batuta denuncia la avaricia y la impopularidad creciente de Solimán. Con su muerte, en 1360, se inicia la decadencia de Mali, que ha de enfrentarse a diversas razzias de los tuaregs. Estos llegan a apoderarse de Arauan y Gualata, en el desierto, e incluso de Tombuctú, en 1435.
La decadencia de Mali es irreparable sobre todo por la paulatina penetración de los Fulbé. No obstante, su Imperio sigue siendo respetado y en 1481, Mandi Mamadu, a la sazón soberano, mandará un delegado a los portugueses establecidos en Gambia, proponiéndoles una alianza frente a Songhai y el reino de Uolof. El entonces rey de Portugal, Juan II, no quiere comprometerse y Mali continúa en declive. En 1530 Mamadu II vuelve a pedir infructuosamente socorro a Portugal ante la presión de los Songhai. Todo es inútil: el reino acabará disgregándose mientras inician su hegemonía los reinos Bambara de Segun y Kaarta.