Comentario
El mando alemán trató de prolongar, con un movimiento tardío, el frente de ataque. El 6 de marzo, después de dos días de bombardeos, el príncipe heredero atacó en la orilla occidental del Mosa, y dos días después incluso las tropas formadas en la orilla oriental fueron empujadas al campo para este ulterior esfuerzo. Sin embargo, el ataque se produjo contra el Mort Homme, al oeste, y la Côte de Poivre al este. Los defensores habían reforzado sus posiciones y las fuerzas de intervención en el campo se equilibraban: las esperanzas de desfondar al enemigo se desvanecieron. Hay que decir que los franceses tuvieron dos grandes golpes de suerte: la destrucción de todas las piezas alemanas de 420 mm por parte de los cañones franceses de largo alcance y la explosión del gran depósito de proyectiles alemán de Spincourt que contenía 450.000 granadas de gran calibre, imprudentemente mantenidas cebadas.
Desde el 9 de marzo en adelante, los alemanes adoptaron una táctica de desgaste y, aunque Verdun era todavía el objetivo, éste se transformó en un objetivo de prestigio. La fama que la ciudad adquirió le daba un valor simbólico netamente superior al militar. Hay que admitir que el éxito de esta táctica duró poco. Cada una de las avanzadillas, aunque extremadamente modestas, terminó teniendo un efecto acumulativo, y, peor aún, el balance de pérdidas se hizo desfavorable para los defensores: casi tres franceses por cada dos alemanes. Pétain hizo lo que pudo para reducir el esfuerzo que se demandaba de los hombres implicados en el frente mediante una rápida rotación que dejaba cada división bajo el fuego enemigo durante el menor tiempo posible. Sin embargo, el resultado fue que gran parte del ejército francés tuvo que pasar por la "trituradora'" y las reservas francesas salieron de la batalla tan diezmadas que su papel en la inminente ofensiva de Somme fue prácticamente nulo.
Hasta el día 1 de julio, los franceses habían utilizado 66 divisiones: el 50 por ciento más que los alemanes. El 17 de junio, después de una heroica resistencia, el fuerte de Vaux cayó, y con él una larga franja de terreno se vio sumergida en la marea alemana; el 11 de junio, Pétain se vio obligado a pedir a Joffre que acelerara los preparativos para la ofensiva en Somme. El 23 de junio se produjo la última crisis: una avanzadilla llevó a los alemanes hasta casi la altura de Belleville, el último baluarte de Verdun. Los incesantes contraataques de Mangin no pudieron hacer nada para detener el avance enemigo, por lo que Pétain ordenó a todos sus oficiales que se prepararan para evacuar la orilla oriental. Delante de las tropas, sin embargo, no mostró nunca el más mínimo signo de inquietud. En el plano estratégico, los defensores alcanzaron su objetivo: el día siguiente se interrumpió el envío de municiones a Verdun, ya que precisamente ese día comenzó en Somme el bombardeo destinado a preparar el terreno para el ataque británico anunciado desde hacía tiempo, el cual tendría lugar el 1 de julio. Desde aquel día, los alemanes desplazados en Verdun no recibieron más refuerzos y su avanzadilla terminó agotándose.
La situación siguió cambiando progresivamente hasta permitir las brillantes contraofensivas francesas del otoño, que habrían reconquistado, poco a poco, todo lo que los alemanes habían conquistado anteriormente.