Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA VERDADERA DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, I



Comentario

Cómo llegamos al río de Grijalva, que en lengua de indios llaman Tabasco, y de lo que más con ello pasamos


En 12 días del mes de marzo de 1519 años llegamos con toda la armada al río de Grijalva, que se dice Tabasco; y como sabíamos ya de cuando lo de Grijalva que en aquel puerto e río no podían entrar navíos de mucho porte, surgieron en la mar los mayores, y con los pequeños e los bateles fuimos todos los soldados a desembarcar a la punta de los Palmares (como cuando con Grijalva, que estaba el pueblo de Tabasco, obra de media legua, y andaban por el río, y en la ribera, y entre unos manglares, todo lleno de indios guerreros; de lo cual nos maravillamos los que habíamos venido con Grijalva; y demás desto, estaban juntos en el pueblo más de doce mil guerreros aparejados para darnos guerra, porque en aquella sazón aquel pueblo era de mucho trato y estaban sujetos a él otros grandes pueblos, y todos los tenían apercibidos con todo género de armas, según las usaban. Y la causa dello fue porque los de Potonchan e los de Lázaro y otros pueblos comarcanos los tuvieron por cobardes, y se lo dieron en rostro, por causa que dieron a Grijalva las joyas de oro que antes he dicho en el capítulo que dello habla, y que de medrosos no nos osaron dar guerra, pues eran más pueblos y tenían más guerreros que no ellos; y esto les decían por afrentarlos, y que en sus pueblos nos. habían dado guerra y muerto cincuenta y seis hombres. Por manera que con aquellas palabras que les habían dicho se determinaron de tomar armas; y cuando Cortés los vio puestos de aquella manera dijo a Aguilar, la lengua, que entendía bien la de Tabasco, que dijese a unos indios que parecían principales, que pasaban en una gran canoa cerca de nosotros, que para qué andaban tan alborotados; que no les veníamos a hacer ningún mal, sino a decirles que les queremos dar de lo que traemos, como a hermanos; y que les rogaba que mirasen no comenzasen la guerra, porque les pesaría dello, y les dijo otras muchas cosas acerca de la paz; e mientras más les decía el Aguilar, más bravos se mostraban, y decían que nos matarían a todos si entrábamos en su pueblo, porque le tenían muy fortalecido todo a la redonda de árboles muy gruesos, de cercas e albarradas. Aguilar les tornó a hablar y requerir con la paz, y que nos dejasen tomar agua e comprar de comer a trueco de nuestro rescate, e también decir a los calachionis cosas que sean de su provecho y servicio de Dios nuestro señor; y todavía ellos a porfiar que no pasásemos de aquellos palmares adelante; si no, que nos matarían. Y cuando aquello vio Cortés mandó apercibir los bateles e navíos menores, e mandó poner en cada un batel tres tiros, y repartió en ellos los ballesteros y escopeteros; y teníamos memoria cuando lo de Grijalva, que iba un camino angosto desde los palmares al pueblo por unos arroyos e ciénegas. Cortés mandó a tres soldados que aquella noche mirasen bien si iba a las casas, y que no se detuviesen mucho en traer la respuesta; y los que fueron vieron que sí iba; e visto todo esto, y después de bien mirado, se nos pasó aquel día dando orden en cómo y de qué manera habíamos de ir en los bateles; e otro día por la mañana, después de haber oído misa, y todas nuestras armas muy a punto, mandó Cortés a Alonso de Ávila, que era capitán, que con cien soldados, y entre ellos diez ballesteros, fuese por el caminillo, el que he dicho que iba al pueblo; y que de que oyese los tiros, él por una parte e nosotros por otra diésemos en el pueblo; e Cortés y todos los más soldados e capitanes fuimos en los bateles y navíos de menos porte por el río arriba; y cuando los indios guerreros que estaban en la costa y entre los manglares vieron que de hecho íbamos, vienen sobre nosotros con tantas canoas al puerto adonde habíamos de desembarcar, para defendernos que no saltásemos en tierra, que en toda la costa no había sino indios de guerra con todo género de armas que entre ellos se usan, tañendo trompetillas y caracoles e atabalejos; e como Cortés así vio la cosa, mandó que nos detuviésemos un poco y que no soltásemos tiros ni escopetas ni ballestas; e como todas las cosas quería llevar muy justificadamente, les hizo otro requerimiento delante de un escribano del rey, que allí con nostros iba, que se decía Diego de Godoy, e por la lengua de Aguilar, para que nos dejasen saltar en tierra, e tomar agua y hablarles cosas de Dios nuestro señor y de su majestad; y que si guerra nos daban, que si por defendernos algunas muertes hubiese o otros cualesquier daños, fuesen a su culpa y cargo, e no a la nuestra; y ellos todavía haciendo muchos fieros y que no saltásemos en tierra; si no, que nos matarían. Luego comenzaron muy valientemente a nos flechar e hacer sus señas con sus atambores para que todos sus escuadrones apechugasen con nosotros, e como esforzados hombres vinieron e nos cercaron con las canoas con tan grandes rociadas de flechas, que nos hirieron e hicieron detener en el agua hasta la cinta y en otras partes más arriba; y como había allí en aquel desembarcadero mucha lama y ciénega, no podíamos tan presto salir della; e cargaron sobre nosotros tantos indios, que, con las lanzas a manteniente y otros a flecharnos, hacían que no tomásemos tierra tan presto como quisiéramos, e también porque en aquella lama estaba Cortés peleando y se le quedó un alpargate en el cieno, que no lo pudo sacar, y descalzo el un pie salió a tierra; y luego le sacaron el alpargate y se lo calzó. Y desque le hubimos sacado de aquella lama y tomado tierra, llamando y nombrando a señor Santiago e arremetiendo a ellos, les hicimos retraer, y aunque no muy lejos, por causa de las grandes albarradas y cercas que tenían hechas de maderos gruesos, adonde se amparaban, hasta que se las deshicimos, e tuvimos lugar por unos portillos de entrar en el pueblo y pelear con ellos, y los llevamos por una calle adelante adonde tenían hechas otras albarradas y fuerzas, e allí tornaron a reparar y hacer cara, y pelearon muy valientemente, con grande esfuerzo y dando voces e silbos, diciendo: "Ala, lala, al calachoni, al calachoni"; que en su lengua quiere decir que matasen a nuestro capitán. Estando desta manera envueltos con ellos, vino Alonso de Ávila con sus soldados, que había ido por tierra desde los Palmares, como dicho tengo, que pareció ser no acertó a venir más presto por causa de unas ciénagas y esteros que pasó; y su tardanza fue bien menester, según habíamos estado detenidos en los requerimientos y deshacer portillos en las albarradas para pelear; así que todos juntos los tornamos a echar de las fuerzas donde estaban, y los llevamos retrayendo; y ciertamente que como buenos guerreros iban tirando grandes rociadas de flechas y varas tostadas, y nunca volvieron de hecho las espaldas hasta un gran patio donde estaban unos aposentos y salas grandes, y tenían tres casas de ídolos, e ya habían llevado todo cuanto hato había. En aquel patio, mandó Cortés que reparásemos y que no fuésemos más en su seguimiento del alcance, pues iban huyendo; e allí tomó Cortés posesión de aquella tierra por su majestad, y él en su real nombre. Y fue desta manera: que desenvainada su espada, dio tres cuchilladas, en señal de posesión, en un árbol grande, que se dice ceiba, que estaba en la plaza de aquel gran patio, e dijo que si había alguna persona que se lo contradijese que él se lo defenderá con su espada y una rodela que tenía embrazada; y todos los soldados que presentes nos hallamos cuando aquello pasó dijimos que era bien tomar aquella real posesión en nombre de su majestad, y que nosotros seríamos en ayudarle si alguna persona otra cosa dijere; e por ante un escribano del rey se hizo aquel auto. Sobre esta posesión, la parte de Diego Velázquez tuvo que remurmurar della. Acuérdome que en aquellas reñidas gueras que nos dieron de aquella vez hirieron a catorce soldados, e a mí me dieron un flechazo en el muslo, mas poca la herida, y quedaron tendidos y muertos dieciocho indios en el agua y en tierra donde desembarcamos; e allí dormimos aquella noche con grandes velas y escuchas. Y dejarlo he, por contar lo que más pasamos.