Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA VERDADERA DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, I



Comentario

Cómo llegó Juan Velázquez de León y el mozo de espuelas que se decía Juan del Río al real de Narváez, y lo que en él pasó


Ya he dicho cómo envió Cortés al Juan Velázquez de León y al mozo de espuelas para que le acompañase a Cempoal, y a ver lo que Narváez quería, que tanto deseo tenía de tenerlo en su compañía; por manera que ansí como partieron de nuestro real se dio tanta prisa en el camino, y fue amanecer a Cempoal; y se fue a apear el Juan Velázquez en casa del cacique gordo, porque el Juan del Río no tenía caballo, y desde allí se van a pie a la posada de Narváez. Pues como los indios de Cempoal le conocieron, holgaron de le ver y hablar, y decían a voces a unos soldados de Narváez que allí posaban en casa del cacique gordo, que aquel era Juan Velázquez de León, capitán de Malinche; y ansí como lo oyeron los soldados, fueron corriendo a demandar albricias a Narváez cómo había venido Juan Velázquez de León, y antes que el Juan Velázquez llegase a la posada del Narváez, que ya le iba a le hablar, como de repente supo el Narváez su venida, le salió a recibir a la calle, acompañado de ciertos soldados, donde se encontraron el Juan Velázquez y el Narváez, y se hicieron muy grande acatos, y el Narváez abrazó al Juan Velázquez, y le mandó sentar en una silla, que luego trajeron sillas, cerca de sí, y le dijo que por qué no se fue a apear a su posada; y mandó a sus criados que le fuesen luego por el caballo y fardaje, y le llevaba, porque en su casa y caballeriza y posada estaría; y Juan Velázquez dijo que luego se quería volver, que no venía sino a besarle las manos, y a todos los caballeros de su real, y para ver si podía dar concierto que su merced y Cortés tuviesen paz y amistad. Entonces dicen que el Narváez apartó al Juan Velázquez, y le comenzó a decir airado: cómo que tales palabras le había de decir de tener amistad ni paz con un traidor que se alzó a su primo Diego Velázquez con la armada. Y el Juan Velázquez respondió que Cortés no era traidor, sino buen servidor de su majestad, y que ocurrir a nuestro rey y señor, como envió e ocurrió, no se le ha de atribuir a traición, y que le suplica que delante dél no se diga tal palabra. Y entonces el Narváez le comenzó a hacer grandes prometimientos que se quedase con él, y que concierte con los de Cortés que se le den y vengan luego a se meter en su obediencia, prometiéndole con juramento que sería en todo su real el mas preeminente capitán, y en el mando segunda persona; y el Juan Velázquez respondió que mayor traición haría él en dejar al capitán, que tiene jurado, en la guerra y desampararlo, conociendo que todo lo que ha hecho en la Nueva-España es en servicio de Dios nuestro señor y de su majestad; que no dejará de acudir a Cortés, como acudía a nuestro rey y señor, y que le suplica que no se hable más en ello. En aquella sazón habían venido a ver a Juan Velázquez todos los más principales capitanes del real de Narváez, y le abrazaban con gran cortesía, porque el Juan Velázquez era muy de palacio y de buen cuerpo, membrudo, y de buena presencia y rostro y la barba muy bien puesta, y llevaba una cadena muy grande de oro echada al hombro, que le daba vueltas debajo el brazo, y parecíale muy bien, como bravoso y buen capitán. Dejemos deste buen parecer de Juan Velázquez y cómo le estaban mirando todos los capitanes de Narváez, y aun nuestro fraile de la Merced también le vino a ver y en secreto hablar, y asimismo el Andrés de Duero y el alguacil mayor Bermúdez, y pareció ser que en aquel instante ciertos capitanes de Narváez, que se decían Gamarra y un Juan Juste, y un Juan Bono de Quejo, vizcaíno, y Salvatierra el bravoso, aconsejaron al Narváez que luego prendiese al Juan Velázquez, porque les pareció que hablaba muy sueltamente en favor de Cortés; e ya que había mandado el Narváez secretamente a sus capitanes y alguaciles que le echasen preso, súpolo Agustín Bermúdez y el Andrés de Duero, y nuestro fraile de la Merced y un clérigo que se decía Juan de León, y otras personas que se habían dado por amigos de Cortés, y dicen al Narváez que se maravillan de su merced querer mandar prender al Juan Velázquez de León, que ¿qué puede hacer Cortés contra él, aunque tenga en su compañía otros cien Juan Velázquez? Y que mire la honra y acatos que hace Cortés a todos los que de su real han ido, que les sale a recibir y a todos les da oro y joyas, y vienen cargados como abejas a las colmenas, y de otras cosas de mantas y mosqueadores, y que a Andrés de Duero y al clérigo Guevara, y Amaya y a Vergara el escribano, y a Alonso de Mata y otros que han ido a su real, bien los pudiera prender y no lo hizo; antes, como dicho tienen, les hace mucha honra, y que será mejor que le torne a hablar al Juan Velázquez con mucha cortesía, y le convide a comer para otro día; por manera que al Narváez le pareció bien el consejo, y luego le tornó a hablar con palabras muy amorosas para que fuese tercero en que Cortés se le diese con todos nosotros, y le convidó para otro día a comer; y el Juan Velázquez respondió que él haría lo que pudiese en aquel caso; mas que tenía a Cortés por muy porfiado y cabezudo en aquel negocio, y que sería mejor que partiesen las provincias, y que escogiese la tierra que más SU merced quisiese; y desto decía el Juan Velázquez por le amansar. Y entre aquellas pláticas llegóse al oído de Narváez el fraile de la Merced, y le dijo, como su privado y consejero que va se le había hecho: "Mande vuestra merced hacer alarde de toda su artillería y caballos y escopeteros y ballesteros y soldados, para que lo vea el Juan Velázquez de León y el mozo de espuelas Juan del Río, para que Cortés tema vuestro poder e gente, y se venga a vuestra merced aunque le pese"; y esto lo dijo el fraile como por vía de su muy gran servidor y amigo, y por hacerle que trabajasen todos los de a caballo y soldados en su real. Por manera que por el dicho de nuestro fraile hizo hacer alarde delante del Juan Velázquez de León y el Juan del Río, estando presente nuestro religioso; y cuando fue acabado de hacer dijo el Juan Velázquez al Narváez: "Gran pujanza trae vuestra merced; Dios se lo acreciente." Entonces dijo el Narváez: "Ahí verá vuestra merced que si quisiera haber ido contra Cortés le hubiera traído preso, y a cuantos estáis con él." Entonces respondió el Juan Velázquez y dijo: "Téngale vuestra merced por tal, y a los soldados que con él estamos, que sabremos muy bien defender nuestras personas"; y ansí cesaron las pláticas. Y otro día llevóle convidado a comer al Juan Velázquez, y comía con el Narváez un sobrino del Diego Velázquez, gobernador de Cuba, que también era su capitán; y estando comiendo, tratóse plática de cómo Cortés no se daba al Narváez, y de la carta y requerimientos que le enviamos, y de unas palabras en otras, desmandóse el sobrino de Diego Velázquez, que también se decía Diego Velázquez como el tío, y dijo que Cortés y todos los que con él estábamos éramos traidores, pues no se venían a someter al Narváez; y el Juan Velázquez cuando lo oyó se levantó en pie de la silla en que estaba, y con mucho acato dijo: "Señor capitán Narváez, ya he suplicado a vuestra merced que no se consienta que se digan palabras tales como estas que dicen de Cortés ni de ninguno de los que con él estamos, porque verdaderamente son mal dichas: decir mal de nosotros, que tan lealmente hemos servido a su majestad"; y el Diego Velázquez respondió que eran bien dichas, y pues volvía por un traidor, que traidor debía de ser y otro tal como él, y que no era de los Velázquez buenos; y el Juan Velázquez, echando mano a su espada, dijo que mentía, que era mejor caballero que no él, y de los buenos Velázquez, mejores que no él ni su tío, y que se lo haría conocer si el señor capitán Narváez les daba licencia; y como había allí muchos capitanes, ansí de los de Narváez y algunos de los de Cortés, se metieron en medio, que de hecho le iba a dar el Juan Velázquez una estocada; y aconsejaron al Narváez que luego le mandase salir de su real, ansí a él como al fraile e a Juan del Río; porque a lo que sentían, no hacían provecho ninguno, y luego sin más dilación les mandaron que se fuesen; y ellos, que no veían la hora de verse en nuestro real, lo pusieron por obra. E dicen que el Juan Velázquez yendo a caballo en una buena yegua y su cota puesta, que siempre andaba con ella y con su capacete y gran cadena de oro, se fue a despedir del Narváez, y estaba allí con el Narváez el mancebo Diego Velázquez, el de la brega, y dijo al Narváez: "¿Qué manda vuestra merced para nuestro real?" Y respondió el Narváez, muy enojado, que se fuese, e que valiera más que no hubiera venido; y dijo el mancebo Diego Velázquez palabras de amenaza e injuriosas a Juan Velázquez, y le respondió a ellas el Juan Velázquez de León que es grande su atrevimiento, y digno de castigo por aquellas palabras que le dijo; y echándose mano a la barba, le dijo: "Para éstas, que yo vea antes de muchos días si vuestro esfuerzo es tanto como vuestro hablar"; y como venían con el Juan Velázquez seis o siete de los del real de Narváez, que ya estaban convocados por Cortés, que le iban a despedir, dicen que trabaron dél como enojados, y le dijeron: "Váyase ya y no cure de más hablar"; y así, se despidieron, y a buen andar de sus caballos se van para nuestro real, porque luego les avisaron a Juan Velázquez que el Narváez los quería prender y apercibía muchos de a caballo que fuesen tras ellos; e viniendo su camino, nos encontraron al río que dicho tengo, que está ahora cabe la Veracruz; y estando que estábamos en el río por mí ya nombrado, teniendo la siesta, porque en aquella tierra hace mucho calor y muy recio; porque, como caminábamos con todas nuestras armas a cuestas y cada uno con una pica, estábamos cansados; y en este instante vino uno de nuestros corredores del campo a dar mandado a Cortés que veían venir buen rato de allí dos o tres personas de a caballo, y luego presumimos que serían nuestros embajadores Juan Velázquez y el fraile y Juan del Río; y como llegaron adonde estábamos, ¡qué regocijo y alegrías tuvimos todos! Y Cortés ¡cuántas caricias y buenos comedimientos hizo al Juan Velázquez y a nuestro fraile! Y tenía mucha razón, porque le fueron muy servidores; y allí contó el Juan Velázquez paso por paso todo lo atrás por mí dicho que les acaeció con Narváez, y cómo envió secretamente a dar las cadenas y tejuelos de oro a las personas que Cortés mandó. Pues oír a nuestro fraile, como era muy regocijado, sabíalo muy bien representar, cómo se hizo muy servidor del Narváez, y que por hacer burla dél le aconsejó que hiciese el alarde y, sacase su artillería, y con qué astucia y mañas le dio la carta; pues cuando contaba lo que le acaeció con el Salvatierra y se le hizo muy pariente, siendo el fraile de Olmedo y el Salvatierra adelante de Burgos, y de los fieros que le decía el Salvatierra que había de hacer y aconteced en prendiendo a Cortés y a todos nosotros, y aun se le quejó de los soldados que le hurtaron su caballo y el de otro capitán; y todos nosotros nos holgamos de lo oír, como si fuéramos a bodas y regocijo, y sabíamos que otro día habíamos de estar en batalla; y que habíamos de vencer o morir en ella, siendo como éramos, doscientos y sesenta y seis soldados, y los de Narváez cinco veces más que nosotros. Volvamos a nuestra relación, y es que luego caminamos todos para Cempoal, y fuimos a dormir a un riachuelo, adonde estaba en aquella sazón una puente, obra de una legua de Cempoal, adonde está ahora una estancia de vacas. Y dejarlo he aquí, y diré lo que se hizo en el real de Narváez después que vinieron el Juan Velázquez y el fraile y Juan del Río, y luego volveré a contar lo que hicimos en nuestro real, porque en un instante acontecen dos o tres cosas, y por fuerza he de dejar las unas por contar lo que más viene a propósito desta relación.