Comentario
Cómo yendo Cortés por la mar la derrota de México tuvo tormenta, y dos veces tornó arribar al puerto de Trujillo, y lo que allí le avino
Pues como dicho tengo en el capítulo pasado que Cortés se embarcó en Trujillo para ir a México, pareció ser tuvo tormentas en la mar, unas veces con viento contrario, e otra vez se le quebró el mástil del trinquete y mandó arribar a Trujillo; y como estaba flaco y mal dispuesto y quebrantado de la mar, y muy temeroso de ir a la Nueva-España, por temor no le prendiese el factor, parecióle que no era bien ir en aquella sazón a México; y desembarcado en Trujillo, mandó decir misas al Espíritu Santo y procesión y rogativas a nuestro señor Dios y a santa María nuestra señora la virgen, que le encaminase lo que más fuese para su santo servicio; y pareció ser el Espíritu Santo le alumbró de no ir por entonces aquel viaje, sino que conquistase y poblase aquella tierra; y luego sin más dilatación envió por la posta a mata-caballo tres mensajeros tras nosotros, que íbamos camino de México e nos envió sus cartas rogándonos que no pasásemos mis adelante, y que conquistásemos y poblásemos la tierra, porque el buen ángel de la guarda se lo había alumbrado y puesto en el pensamiento, y que él así lo piensa hacer. Y cuando vimos la carta y que tan de hecho lo mandaba, no lo pudimos sufrir y le echábamos mil maldiciones, y que no hubiese ventura en todo cuanto pusiese mano y se le perdiese como nos había echado a perder; y demás desto, dijimos todos a una al capitán Sandoval que si quería poblar, que se quedase con los que quisiese, que harto conquistados y perdidos nos traía, y que jurábamos que no le habíamos de aguardar más, sino irnos a las tierras de México, que ganamos; y asimismo el Sandoval era de nuestro parecer; y lo que con nosotros pudo acabar fue que le escribiésemos por la posta con los mismos sus mensajeros que nos trajeron las cartas, dándole a entender nuestra voluntad; y en pocos días recibió nuestras cartas con firmas de todos; y las respuestas que a ellas nos dio, fue ofrecerse en gran manera a los que quisiésemos quedar a poblar aquella tierra, y en cabo de aquella carta traía una cortapisa que decía que si no le querían obedecer como lo mandaba, que en Castilla y en todas partes había soldados. Y de que aquella respuesta vimos, todos nos queríamos ir camino de México e perderle la vergüenza; y como aquello vio el Sandoval, muy afectuosamente y con grandes ruegos nos importunó que aguardásemos algunos días, que él en persona iría a hacer embarcar a Cortés; y le escribimos en respuesta de la carta, que ya había de tener compasión y otro miramiento del que tiene, de habernos traído de aquella manera, y que por su causa nos han robado y vendido nuestras haciendas y tomado los indios; y los más soldados que allí con nosotros estaban, que eran casados, dijeron que ni sabían de sus mujeres e hijos; y le suplicamos todos que luego se volviese a embarcar y se fuese camino de México; porque, así como dice que hay soldados en Castilla y en todas partes, que también sabe que hay gobernadores y capitanes puestos en México, e que do quiera que llegaremos nos darán nuestros indios aunque les pese, y no le estaremos a Cortés aguardando que por su mano nos los dé; y luego fue Sandoval, y llevó en su compañía a un Pedro de Saucedo "el Romo", y a un herrador que se decía Francisco Donaire, y llevó consigo su buen caballo, que se decía Motilla, y juró que había de hacer embarcar a Cortés y que se fuese a México. Y porque he traído aquí a la memoria del caballo Motilla, fue de mejor carrera y revuelto, y en todo de buen parecer, castaño oscuro, que hubo en la Nueva-España; y tanto fue de bueno, que su majestad tuvo noticia dél, y aun el Sandoval se lo quiso enviar presentado. Dejemos de hablar del caballo Motilla, y volvamos a decir que Sandoval me demandó a mí mi caballo, que era muy bueno, así de juego como de carrera y de camino, y este caballo hube en seiscientos pesos, que solía ser de un Abalos hermano de Saavedra, porque otro que traje me lo mataron en una entrada de un pueblo que se dice Zulaco, que me había costado en aquella sazón sobre seiscientos pesos; y el Sandoval me dio otro de los suyos a trueco del que le di, que no me duró el que me dio dos meses, que también me lo mataron en otra guerra; y no me quedó sino un potro muy ruin que había mercado de los mercaderes que vinieron a Trujillo, como otras veces he dicho en el capítulo que dello habla. Volvamos a nuestra relación, y dejemos de contar de las averías de caballos y de mi trabajo, e que antes que Sandoval de nosotros partiese nos habló a todos con mucho amor y dejó a Luis Marín por capitán, y nos fuimos luego a unos pueblos que se dicen Maniani, y desde allí a otro pueblo que en aquella sazón era de muchas casas, que se decía Acalteca, y que allí esperásemos la respuesta de Cortés; y en pocos días llegó Sandoval a Trujillo, y se holgó mucho el Cortés de ver al Sandoval, y como vio lo que le escribíamos, no sabía qué consejo tomar, porque ya había mandado a su primo Saavedra, que era capitán, que fuese con todos los soldados a pacificar los pueblos que estaban de guerra; y por más palabras e importunaciones que el Sandoval dijo a Cortés y Pedro de Saucedo "el Romo" para que se fuese a la Nueva-España, nunca se quiso embarcar. Y lo que pasó diré adelante.