Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA VERDADERA DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, II



Comentario

Cómo después que murió el licenciado Ponce de León comenzó a gobernar el licenciado Marcos de Aguilar, y las contiendas que sobre ello hubo, y cómo el capitán Luis Marín con todos los que veníamos en su compañía topamos con Pedro de Alvarado, que andaba en busca de Cortés, y nos alegramos los unos con los otros, porque estaba la tierra de guerra, por la poder pasar sin tanto peligro


Según que lo había dejado en el testamento Luis Ponce, todos los más conquistadores que estaban mal con Cortes quisieran que fuera la residencia adelante, como la habían comenzado a tomar; y Cortés dijo que no se podía entender en ella, conforme al testamento de Luis Ponce; mas que si quisiera tomársela el Marcos de Aguilar, que fuesen mucho en buena hora; y había otra contradicción por parte del cabildo de México, en que decían que no podía mandar Luis Ponce en su testamento que gobernase el licenciado Aguilar solo, lo uno porque era muy viejo y caducaba, y estaba tullido de bubas y era de poca autoridad, y así lo mostraba en su persona, y no sabía las cosas de la tierra, ni tenía noticia della ni de las personas que tenían méritos; y que demás desto, que no le tendrían respeto ni le acatarían, y que sería bien que para que todos temiesen, y la justicia de su majestad fuese de todos muy acatada, que tomase por "acompañado" en la gobernación a Cortés hasta que su majestad mandase otra cosa; y el Marcos de Aguilar dijo que no saldría poco ni mucho de lo que Luis Ponce mandó en el testamento, y que él solo había de gobernar, y que si querían poner otro gobernador por fuerza: que no hacían lo que su majestad mandaba; y demás desto que dijo Marcos de Aguilar, Cortés temió si otra cosa se hiciese, por más palabras que le decían los procuradores de las ciudades y villas de la Nueva-España, que procurase de gobernar y que ellos atraerían con buenas palabras al Marcos de Aguilar para ello, pues que estaba claro que estaba muy doliente, y era servicio de Dios y de su majestad; y por más que le decían a Cortés, nunca quiso tocar más en aquella tecla, sino que el viejo Aguilar solo gobernase; y aunque estaba tan doliente y ético, que le daba de mamar una mujer de Castilla, y tenía unas cabras, que también bebía leche dellas; y en aquella sazón se le murió un hijo que traía consigo, de modorra, según y de la manera que murió Luis Ponce. Dejaré esto hasta su tiempo, e quiero volver muy atrás de lo de mi relación, e diré lo que el capitán Luis Marín hizo, que quedaba con toda su gente en Naco esperando respuesta de Sandoval para saber si Cortés era embarcado o no, y nunca habíamos tenido respuesta ninguna. Ya he dicho cómo Sandoval se partió de nosotros para hacer embarcar a Cortés que fuese a la Nueva-España, y que nos escribiría lo que sucediese, para que nos fuésemos con Luis Marín camino de México; y puesto que escribió Sandoval y Cortés por dos partes, nunca tuvimos respuesta, porque el Saavedra nunca nos quiso escribir, con malicia; y fue acordado por Luis Marín y por todos los que con él veníamos que con brevedad fuésemos soldados a caballo a Trujillo a saber de Cortés, y fue Francisco Marmolejo por nuestro capitán, e yo fui uno de los diez, y fuimos por la tierra adentro de guerra hasta llegar a Olancho, que ahora llaman Guayape, donde fueron las minas ricas de oro, y allí tuvimos nuevas de dos españoles que estaban dolientes y de un negro, cómo Cortés era embarcado pocos días había con todos los caballeros y conquistadores que consigo traía, y que el envió a llamar la ciudad de México, que todos los vecinos mexicanos estaban con voluntad de le servir, y que vino un fraile francisco por él, y que su primo de Cortés, Saavedra, quedaba por capitán cerca de allí en unos pueblos de guerra; de las cuales nuevas nos alegramos, y luego escribimos al capitán Saavedra con indios de aquel pueblo de Olancho, que estaba de paz, y en cuatro días vino respuesta del Saavedra, y nos hizo relación de algunas cosas, y dimos muchas gracias a Dios por ello, y a buenas jornadas volvimos donde Luis Marín estaba; y acuérdome que tiramos piedras a la tierra que dejábamos atrás y decíamos: "Ahí quedarás tierra mala, y con la ayuda de Dios iremos a México", e yendo por nuestras jornadas hallamos a Luis Marín en un pueblo que se dice Acalteca; y así como llegamos con aquellas nuevas tomó mucha alegría, y luego tiramos camino de un pueblo que se dice Maniani, y hallamos en él a seis soldados que eran de la compañía de Pedro de Alvarado, que andaba en nuestra busca, y uno dellos fue Diego de Villanueva, conquistador, buen soldado y uno de los fundadores desta ciudad de Guatemala, natural de Villanueva de la Serena, que es en el maestrazgo de Alcántara; y cuando nos conocimos nos abrazamos los unos a los otros, y preguntando por su capitán Pedro de Alvarado, dijeron que allí cerca venía con muchos caballeros, y que venían en busca de Cortés y de nosotros, y nos contaron todo lo acaecido en México, ya por mí dicho, y cómo habían enviado a llamar a Pedro de Alvarado para que fuese gobernador, y la causa por que no fue, según he dicho en el capítulo que dello habla, fue por temor del factor; e yendo por nuestro camino, luego de ahí a dos días nos encontramos con el Pedro de Alvarado y sus soldados, que fue junto a un pueblo que se dice la Choluteca Malalaca. Pues saber decir cómo se holgó en saber que Cortés era ido a México, porque excusaba el trabajoso camino que había de llevar en su busca, fue harto descanso para todos; y estando allí en el pueblo de la Choluteca, habían llegado en aquella sazón ciertos capitanes de Pedro Arias de Ávila, que se decían Garabito y Compañón, y otros que no se me acuerdan los nombres, que, según ellos decían, venían a descubrir tierras y a partir términos con el Pedro de Alvarado; y como llegamos a aquel pueblo con el capitán Luis Marín, estuvimos juntos tres días los de Pedro Arias y Pedro de Alvarado y nosotros; y desde allí envió el Pedro de Alvarado a un Gaspar Arias de Ávila, vecino que fue de Guatemala, a tratar ciertos negocios con el gobernador Pedro Arias de Ávila, e oí decir que era sobre casamientos, porque el Gaspar Arias era gran servidor de Pedro de Alvarado. Y volviendo a nuestro viaje, en aquel pueblo se quedaron los de Pedro Arias, y nosotros fuimos camino de Guatemala, y antes de llegar a la provincia de Cuzcatlan, en aquella sazón llovía mucho y venía un río que se decía Lempa muy crecido, y no le pudimos pasar en ninguna manera; acordamos de cortar un árbol que se llama ceiba, y era de tal gordor, que dél se hizo una canoa que en estas partes otra mayor no la había visto, y con gran trabajo estuvimos cinco días en pasar el río, y aun hubo mucha falta de maíz; e pasado el río, dimos en unos pueblos que pusimos por nombre los Chaparrastiques, que era así su nombre, adonde mataron los indios naturales de aquellos pueblos un soldado que se decía Nicuesa, e hirieron otros tres de los nuestros que habían ido a buscar de comer, y venían ya desbaratados, y les fuimos a socorrer, y por no nos detener se quedaron sin castigo; y esto es en la provincia donde ahora está poblada la villa de San Miguel; y desde allí entramos en la provincia de Cuzcatlan, que estaba de guerra, y hallamos bien de comer; y desde allí veníamos a unos pueblos cerca de Petapa, y en el camino tenían los guatemaltecas unas sierras cortadas y unas barrancas muy hondas, donde nos aguardaron, y estuvimos en se las tomar y pasar tres días: allí me hirieron de un flechazo, mas no fue nada la herida, y luego venimos a Petapa, y otro día dimos en este valle que llamamos "del Tuerto", donde ahora está poblada esta ciudad de Guatemala, que entonces todo estaba de guerra sobre pasarlos con los naturales; y acuérdome que cuando veníamos por un repecho abajo comenzó a temblar la tierra de tal manera, que muchos soldados cayeron en el suelo, porque duró gran rato el temblor; y luego fuimos camino del asiento de la ciudad de Guatemala "la vieja", donde solían estar los caciques que se decían Cinacan y Sacachul, y antes de entrar en la dicha ciudad estaba una barranca muy honda, y aguardándonos todos los escuadrones de los guatemaltecas para no dejarnos pasar, y les hicimos ir con la mala ventura, y pasamos a dormir a la ciudad, y estaban los aposentos y las casas con tan buenos edificios y ricos, en fin como de caciques que mandaban todas las provincias comarcanas; y desde allí nos salimos a lo llano e hicimos ranchos y chozas, y estuvimos en ellos diez días, porque el Pedro de Alvarado envió dos veces a llamar de paz a los de Guatemala y a otros pueblos que estaban en aquella comarca, y hasta ver su respuesta aguardamos los días que he dicho, y de que no quisieron venir ningunos dellos, fuimos por nuestras jornadas largas, sin parar hasta donde Pedro de Alvarado había dejado su ejército, porque estaba todo de guerra, y estaba en él por capitán un su hermano que se decía Gonzalo de Alvarado. Llamábase aquella población donde los hallamos Olintepeque, y estuvimos descansando ciertos días, y luego fuimos a Soconusco, y desde allí a Teguantepeque, y entonces fallecieron en el camino dos vecinos españoles de México que venían de aquella trabajosa jornada con nosotros, y un cacique mexicano que se decía Juan Velázquez, capitán que fue de Guatemuz; y por la posta fuimos a Guaxaca, porque entonces alcanzamos a saber la muerte de Luis Ponce y otras cosas por mí ya dichas, y decían muchos bienes de su persona y que venía para cumplir lo que su majestad le mandaba, y no veíamos la hora de haber llegado a México. Pues como veníamos sobre ochenta soldados, y entre ellos Pedro de Alvarado, y llegamos a un pueblo que se dice Chalco, donde allí enviamos a hacer saber a Cortés como habíamos de entrar en México otro día, que nos tuviesen aparejadas posadas, porque veníamos muy destrozados; que había más de dos años y tres meses que salimos de aquella ciudad. Y de que se supo en México que llegábamos a Iztapalapa a las calzadas, salió Cortés con muchos caballeros y el cabildo a nos recibir; y antes de ir a parte ninguna, así como veníamos fuimos a la iglesia mayor a dar gracias a nuestro señor Jesucristo, que nos volvió a aquella ciudad, y desde la iglesia Cortés nos llevó a sus palacios, donde nos tenía aparejada una muy solemne comida e muy bien servida; e ya tenía aderezada la posada de Pedro de Alvarado, que entonces era su casa la fortaleza, porque en aquella sazón estaba nombrado por alcaide della y de las atarazanas; y al capitán Luis Marín llevó Sandoval a posar a sus casas, e a mí e a otro amigo mío, que se decía el capitán Luis Sánchez, nos llevó Andrés de Tapia a las suyas y nos hizo mucha honra, y el Sandoval me envió ropas para me ataviar e oro e cacao para gastar; y así hizo Cortés e otros vecinos de aquella ciudad a soldados amigos conocidos de los que veníamos allí. Y otro día, después de nos encomendar a Dios, salimos por la ciudad yo y mi compañero el capitán Luis Sánchez, y llevamos por intercesores al capitán Sandoval e Andrés de Tapia, y fuimos a ver y hablar al licenciado Marcos de Aguilar, que, como he dicho, estaba por gobernador por el poder que para ello le dejó el licenciado Luis Ponce; y los intercesores que fueron con nosotros, que ya he dicho que era el capitán Sandoval y Andrés de Tapia, hicieron relación a Marcos de Aguilar de nuestras personas y servicios para suplicarle que nos diese indios en México, porque los indios de Guazacualco no eran de provecho; y después de muchas palabras y ofertas que sobre ello nos dio el Marcos de Aguilar, con prometimientos, dijo que no tenía poder para dar ni quitar indios, porque así lo dejó en el testamento Luis Ponce de León al tiempo que falleció, que todas las cosas de pleitos y vacaciones de indios de la Nueva-España se estuviesen en el estado que estaban hasta que su majestad enviara a mandar otra cosa, y que si le enviaban poder para dar indios, que nos daría de lo mejor que hubiese en la tierra; y luego nos despedimos dél. En este tiempo vino de la isla de Cuba Diego de Ordás, y como fue el que hubo escrito las cartas que envió al factor diciendo que todos éramos muertos cuantos habíamos salido de México con Cortés, Sandoval e otros caballeros con palabras muy desabridas le dijeron que por qué había escrito lo que no sabía, no teniendo noticia dello, y que fueron aquellas cartas tan malas, que se hubiera de perder la Nueva-España por ellas. Y el Diego de Ordás respondió con grandes juramentos que nunca tal escribió, sino solamente que tuvo nueva, de un pueblo que se dice Xicalango, que habían reñido los pilotos y capitanes y marineros de dos navíos, y se habían muerto los del un bando con el otro, y que los indios acabaron de matar a ciertos marineros que quedaban en los navíos; y que pareciesen las mismas cartas, y verían si era así, que si el factor las glosó e hizo otras, que no tenía culpa. Pues para saber Cortés la verdad, el factor y veedor estaban presos en las jaulas y no se atrevía a hacer justicia dellos, según lo dejó mandado el Luis Ponce de León; y como Cortés tenía otros muchos debates, acordó de callar en lo del factor hasta que viniese mandado de su majestad, y temió no le viniesen más males sobre ello; y porque entonces puso demanda que le volviesen mucha cantidad de sus haciendas que le vendieron y tomaron para decir misas y honras por su alma, pues que fueron hechas todas aquellas honras con malicia, no siendo muerto, y por dar crédito a toda la ciudad que éramos muertos, e no por su alma; que pues veían que hacían bienes y honras por Cortés y por nosotros, creyesen que era verdad que éramos muertos. Y andando en estos pleitos, un vecino de México, que se decía Juan de Cáceres "el rico", compró los bienes y misas que habían hecho por el alma de Cortés, que fuesen por la de Cáceres. Y dejaré de contar cosas viejas, y diré cómo el Diego de Ordás, como era hombre de buenos consejos, viendo que a Cortés ya no le tenían acato ni se daba a nadie por él un cantar, después que vino Luis Ponce de León, y le habían quitado la gobernación, y que muchas personas se le desvergonzaban y no le tenían en nada, le aconsejó que se sirviese como señor y se llamase señoría y pusiese dosel, y que no solamente se nombrase Cortés, sino don Hernando Cortés. También le dijo el Ordás que mirase que el factor fue criado del comendador mayor don Francisco de los Cobos, que es el que manda a toda Castilla y que algún día le habría menester el don Francisco de los Cobos, y que el mismo Cortés no estaba bien acreditado con su majestad ni con los de su real consejo de Indias; y que no curase de matar al factor hasta que por justicia fuese sentenciado, porque había grandes sospechas en México que le quería despachar y matar en la misma jaula. Y pues viene ahora a coyuntura, quiero decir, antes que más pase adelante en esta mi relación, por qué tan secamente en todo lo que escribo, cuando viene a pláticas de decir de Cortés no le he nombrado ni nombro don Hernando Cortés, ni otros títulos de marqués ni capitán, salvo Cortés a boca llena. La causa dello es, porque él mismo se preciaba de que le llamasen solamente Cortés; y en aquel tiempo aun no era marqués; porque era tan tenido y estimado este nombre de Cortés en toda Castilla como en tiempo de los romanos solían tener a Julio César o a Pompeyo, y en nuestros tiempos teníamos a Gonzalo Hernández, por sobrenombre Gran Capitán, y entre los cartagineses Aníbal, o de aquel valiente nunca vencido caballero Diego García de Paredes. Dejemos de hablar en los blasones pasados, y diré cómo el tesorero Alonso de Estrada en aquella sazón casó dos hijas, la una con Jorge de Alvarado, hermano de don Pedro de Alvarado, y la otra con un caballero que se decía don Luis de Guzmán, hijo de don Juan de Saavedra, conde de Castellar; y entonces se concertó que Pedro de Alvarado fuese a Castilla a suplicar a su majestad le hiciese merced de la gobernación de Guatemala; y entre tanto que iba envió a Jorge de Alvarado por su capitán a la pacificación della; y cuando el Jorge de Alvarado vino trajo consigo de camino sobre doscientos indios de Tlascala y de Cholula y mexicanos, y de Guacachula y de otras provincias que les ayudaron en las guerras. También en aquella sazón envió el Marcos de Aguilar a poblar la provincia de Chiapa, y fue un caballero que se decía don Juan Enríquez de Guzmán, deudo muy cercano del duque de Medina-Sidonia; y también envió a poblar la provincia de Tabasco, que es el río que llaman de Grijalva, y fue por capitán un hidalgo que se decía Baltasar Osorio, natural de Sevilla; y asimismo envió a pacificar los pueblos de los zapotecas, que están en unas muy altas sierras, y fue por capitán un Alonso de Herrera, natural de Jerez, y este capitán fue de los soldados de Cortés; y por no contar al presente lo que cada uno destos capitanes hizo en sus conquistas, lo dejaré de decir hasta que venga a tiempo y sazón e quiero hacer relación de cómo en este tiempo falleció el Marcos de Aguilar, y lo que pasó sobre el testamento que hizo para que gobernase el tesorero.