Época: CristianyMusulm
Inicio: Año 1025
Fin: Año 1225

Antecedente:
Imperio Bizantino



Comentario

La toma del poder por la aristocracia terrateniente y militar, en detrimento de la civil y capitalina, tuvo algunas consecuencias importantes en la manera de gobernar, aunque se respetaran las formas tradicionales, sobre todo en lo que atañe al mismo titulo imperial y a su ejercicio: hay, entre los Dukas y los Comneno, un sentimiento dinástico claro, que apelaba al recuerdo de los emperadores macedónicos, pero también se mantiene la habitual indefinición sucesoria -la dignidad imperial se tenia por voluntad divina-, lo que provocó a partir de 1182 importantes dificultades.
En algunos aspectos se observa cierta feudalización del poder puesto que los grandes aristócratas territoriales tienden a concentrarlo en detrimento del que efectivamente ejerce el emperador, aunque lo tengan en su nombre y no se rompan los vínculos de jurisdicción publica. En la Corte se extinguieron bastantes oficios administrativos, aunque no los principales: Sebastocrator o primer ministro, Gran Doméstico, comandante del ejército, y Megaduque de la marina de guerra. El ejercicio del poder se repartía de hecho entre la familia imperial y las grandes familias dueñas de tierras y fuerza militar en las provincias. Andrónico I rompió aquel esquema en 1183 y abrió una situación crítica en la que para algunos grandes aristócratas seria ya menos importante la suerte del emperador en Constantinopla que su propio poder en la región correspondiente.

El régimen de themas se deterioraba o se acentuaba su militarización, mientras los estrategas eran sucedidos en muchas partes por duques (doukes) que añadían a su jefatura militar su calidad de dueños de tierras y tenentes de otras en pronoia. La presión fiscal aumentaba en un Imperio debilitado que debía mantener cada vez más tropas mercenarias, pero ocurría cada vez con mayor frecuencia que las rentas no eran administradas directamente por el emperador: se entregaba en pronoia (tutela) los impuestos territoriales pagados por los habitantes de diversos pueblos y comarcas. El pronoiario, siempre un aristócrata previamente poderoso, se obligaba a cambio a prestar servicios militares con sus propios hombres, en las condiciones acordadas al recibirla. La pronoia no es un feudo ni implica la difusión de relaciones y jerarquías vasalláticas, pero acaba generando algunos efectos comparables en la práctica de las relaciones de poder; a medida que avanza el siglo XII, "se pasa de un orden regaliano riguroso a una verdadera anarquía en la que los poderosos intentan y a menudo consiguen confundir sus bienes patrimoniales con los que tienen en pronoia; pero la degradación del control del Estado ocurre lentamente y por asaltos, sobre todo en el periodo negro que sigue a la crisis de 1183-1185, cuando se desencadenaron los autonomismos y rebeldías que tanto facilitaron la tarea de la conquista latina de 1202-1204, la cual, en definitiva, aceleró el auge de los poderosos" (Ducellier), pues muchas cesiones en pronoia se hicieron hereditarias, aunque siempre siguieron siendo en precario. Otra manera que muchos poderosos practicaron para acumular renta de la tierra fue la encomienda o charistikía sobre bienes de monasterios, práctica muy protestada por las autoridades eclesiásticas pero en aumento desde finales del siglo XI.

Los peores efectos sociales recayeron sobre el campesinado: paulatinamente el Imperio fue perdiendo medianos y pequeños propietarios contribuyentes, que habían sido el nervio de su fiscalidad y de su ejército, y vio cómo aumentaba el número de parekos con usufructo perpetuo o a largo plazo, cuya dependencia con respecto a grandes propietarios, aunque eran de condición libre, les importaba más en muchos aspectos que su condición de súbditos imperiales. La defensa de los campesinos propietarios fue cada vez más difícil, a pesar de los intentos de Alejo I o Manuel I en 1158: a finales del siglo XIII era un grupo social casi extinguido.

La escasa flexibilidad y capacidad de cambio de las estructuras económicas mostró en aquel tiempo sus consecuencias negativas, además de que los desastres y las pérdidas territoriales acarreaban otras de recursos productivos: al renunciar a Anatolia, el Imperio perdía su principal región lanera, aunque conservó intactos sus puntos de aprovisionamiento de trigo en las costas del Mar Negro; la sedería de Corinto y Tebas sufrió a causa de los ataques de los normandos, que forzaron la emigración a Sicilia de muchos artesanos. La potencia de los mercaderes occidentales, por su parte, bloqueó definitivamente el desarrollo de la manufactura y comercio propios: la oferta bizantina en materias primas y productos agrarios atraía a los mercaderes de otros países, permitía una balanza comercial favorable, e interesaba tanto a los grandes propietarios como al Estado, que percibía impuestos aduaneros. Pero, a plazo algo más largo, producía dependencia en aspectos sustanciales del aprovisionamiento y del control de rutas marítimas, y los comerciantes del país interesados en aquellos tráficos, que habían sido algo más abundantes en los siglos IX y X, llegaron a desaparecer ante una competencia extranjera privilegiada, que dominó cada vez más las escalas y el tráfico portuario de Egipto, Palestina, Siria, Anatolia y, a través de Constantinopla, del Mar Negro, donde los bizantinos mantuvieron el monopolio de navegación.

Los privilegios otorgados a Venecia eran los más antiguos y fructíferos: la concesión de un barrio especial en Constantinopla y las exenciones de impuesto aduanero o kommerkion se confirmaron en 1084 y de nuevo, incluyendo Chipre y Creta, en 1126. Los emperadores quisieron a veces compensar la presión veneciana otorgando también privilegios a pisanos y genoveses pero con ello crecían la dependencia y el control de los mercaderes occidentales sobre el comercio del Imperio. Pisa tuvo su barrio en Constantinopla y un kommerkion reducido al cuatro por ciento desde 1111; Génova alcanzó algunos privilegios en 1155 y 1170 pero su gran ocasión llegaría en 1261, por motivos políticos. Mientras tanto, los genoveses, como los pisanos, actuaban sólo en la capital imperial, y en Tesalónica y Tebas, permanecían sujetos a la jurisdicción del país y sólo tenían exención parcial de derechos aduaneros. Por el contrario, Venecia, que era nominalmente parte del Imperio, gozaba de privilegios mucho mayores, a pesar de que la hostilidad popular produjo momentos difíciles, sobre todo cuando los venecianos permanecieron expulsados de Constantinopla entre 1171 y 1183, pero a continuación sus privilegios serían renovados e incluso ampliados en 1198: la ciudad enviaba tres flotas cada año y sus mercaderes sólo dependían de la jurisdiccidn especial del Logoteta del Dromo y del Juez del Velo. La dependencia comercial y, cada vez más, financiera del Imperio hacia Venecia era muy fuerte a finales del siglo XII, por lo que no es tan extraño que la ciudad haya procurado modificar las relaciones en un sentido políticamente más favorable para ella durante los sucesos de los años 1202 a 1204.