Comentario
A pesar de la mayor continuidad e importancia de las relaciones con los países occidentales, la cultura bizantina de los siglos XII y XIII no experimentó cambios con respecto a su propia tradición, sino más bien al contrario.
Algún autor ha considerado que el XII, aunque no haya albergado grandes creadores, fue el "el siglo de oro literario y artístico de Bizancio". En ambos aspectos, el Imperio era claramente superior a los latinos todavía entonces, y ofrecía más que aceptaba. La hostilidad causada por las diferencias religiosas e incrementada por las intervenciones mercantiles y guerreras de éstos, producía un rechazo cultural entre los griegos que sólo admitió algunas excepciones, relativas en los medios cortesanos y aristocráticos, donde se adoptaron desde tiempos de Manuel I algunas expresiones propias de la cultura caballeresca occidental.
El tradicionalismo es total, por ejemplo, en las manifestaciones artísticas, aunque hubo ciertas renovaciones: el colorido de los mosaicos y miniaturas se simplificó, siempre a partir de la utilización de fondos dorados, "símbolo de la luz divina"; el uso más antiguo de frescos en lugar de mosaicos se dio en tierra eslava (Nerezi, junto a Skopje) antes que en el Imperio, donde se consideraba obra de menor calidad. La rigidez temática era casi absoluta, pero hay un testimonio excepcional donde se demuestra que la espontaneidad también era posible: se trata de las ilustraciones al sermonario del monje Jacobo de Kokkinobaphos, en pleno siglo XII.
El relato histórico mostró claramente el espíritu de exaltación de lo propio en la "Alexiada de Ana Commeno", hija del emperador Alejo y única escritora bizantina de que se tiene noticia, que relata sucesos de los años 1069 a 1118. Decenios más tarde escribía Juan Kinnamos, cronista de los sucesos ocurridos entre la época de Manuel I, del que fue secretario, y 1176. Continuó su crónica Nicetas Chôniates, que vivió los trágicos momentos del saqueo de Constantinopla por los latinos en 1204. Los tiempos del Imperio en el exilio de Nicea serían historiados por el ultimo autor de este grupo, Jorge Acropolita (m. 1282).
Aquellos autores utilizaban todavía un griego arcaico, distinto al moderno que, a través de varios dialectos, comenzaría a tener expresión escrita, por ejemplo en los poemas "Rosantea y Dosiclés" de Teodoro Prodromo o "Hysmines e Hysminia" de Eumatios Makrembolites, en el que se finge un descenso a los infiernos para proceder a la descripción y crítica de la sociedad contemporánea. Pero el griego vulgar no alcanzaría su primera madurez literaria hasta el siglo XIV, y autores como Nicéforo Basiliakes, cultivador de la retórica, o el comentarista de Homero y Hesiodo Juan Tzetzes, cultivaron todavía un griego clásico de gran calidad.
El tradicionalismo se mantuvo también en los estudios de canonística, teología y filosofía, donde el sentimiento de superioridad griega sobre la herejía latina es a veces manifiesto, por ejemplo en la obra del canonista Teodoro Balsamôn, a finales del siglo XII. Juan Italos, discípulo de Psellos, y su continuador Eustratos de Nicea expusieron doctrinas neoplatónicas que serían conocidas por autores latinos del siglo XII, pues Eustratos residió algún tiempo en Roma, en 1112. Pero en aquella época triunfó una nueva especie de aristotelismo cristianizado y escolástico, como sucedería en Occidente en el siglo XIII, cuyos mejores representantes fueron Euthymio Zyagabenos, a finales del siglo XI, y el "Tesoro de Ortordoxia" escrito por Nicetas Chôniatés a comienzos del XIII. La catástrofe de 1204 agudizó el rechazo a la influencia latina y provocó el desplazamiento de los hogares de actividad cultural a centros provinciales: Nicea y, más adelante, Tesalónica, Esmirna, Ochrida, e incluso la lejana Trebisonda. En Nicea escribía a mediados del siglo XIII Nicéforo Blemmydes (1197-1272), teólogo notable, sabio y polígrafo enciclopédico al modo de Focio, que era su modelo, mientras se copiaba o rescataba la herencia bibliográfica que serviría a Jorge Acropolita y Manuel Holobolos para restaurar la escuela patriarcal en Constantinopla después de 1261.