Época: Pontificado y cultur
Inicio: Año 1431
Fin: Año 1435

Antecedente:
El Conciliarismo



Comentario

Para Segismundo, fracasados los múltiples intentos de pacificar Bohemia por la fuerza, el Concilio de Basilea era el medio de lograrlo, y también la solución a los conflictos de las naciones cristianas, paso previo a la organización de una cruzada que permitiese contener el peligro turco, objetivos por los que se venia esforzando desde el Concilio de Constanza.
El Concilio alcanzaba un acuerdo con los husitas en noviembre de 1433; suscitó desconfianza por parte del Papa y oposición en amplios sectores husitas y del Concilio. Abría una vía de solución, pero los sectores armados husitas, opuestos al acuerdo, mantendrían una resistencia sólo extinguida después de prolongadas y sangrientas operaciones; seria también necesaria una prolongada negociación para acordar la aplicación efectiva de los acuerdos y conseguir el reconocimiento de Segismundo como rey de Bohemia.

Pese a todas las dificultades, el Concilio era para Segismundo el medio de solucionar sus graves problemas, y donde serían tratadas las numerosas cuestiones pendientes para lograr la total pacificación; lo fue hasta que, desde 1437, pocos meses antes de la muerte del emperador, el Concilio dejó de ser un lugar de sereno debate.

La inevitable ruptura a la que conducía la rebelión conciliar induce a Francia y a Castilla a coordinar su acción con Alemania y las demás naciones para adoptar la difícil decisión de abandonar Basilea. Fallecido Segismundo, el nuevo rey de romanos, Alberto II de Habsburgo, convocó una dieta en Maguncia, en cuyo seno se reunieron, además, representantes de las naciones cristianas; en abril de 1439 se acordaba proponer al Concilio una solución que defendía la autoridad conciliar, pero respetuosa con el Papa, con objeto de conjurar la amenaza de Cisma que se anunciaba ya inminente.

La negativa del Concilio a aceptar la propuesta provoca la retirada de las naciones de Basilea y decide a aquél a la destitución de Eugenio IV. Para Alemania se trata ya únicamente, como en los casos de otras Monarquías, de salvar todo lo posible de la obra de la reforma.

La propuesta alemana de reforma, aprobada en la misma dieta de Maguncia, guarda estrecha relación con la francesa; se queda en cuestiones disciplinares, beneficiales o formales, importantes sin duda, pero no plantea una auténtica y profunda reforma, como la demandada, y puesta en ejecución hacía tiempo, por Castilla.

Prestó el Concilio una gran atención a la situación política italiana, sumamente compleja; no había un gran interlocutor, como en el caso de las demás Monarquías, pero los asuntos italianos constituían circunstancias modeladoras de las decisiones conciliares. El enfrentamiento, en el Norte, entre Florencia, Milán y Venecia, y, en el Sur, la pugna entre los Anjou y Alfonso V por el Reino de Nápoles, incidieron de modo importante en los acontecimientos del tiempo.

El crecimiento de Milán, dirigido por Felipe Maria Visconti, constituía una amenaza para Florencia y también para Venecia, que buscarán una acción conjunta contra Milán, aunque para ello deban superar sus insuperables rivalidades comerciales. También era el expansionismo milanés una amenaza para el Pontificado; en consecuencia, era vital para el Visconti un acercamiento al Concilio, y, en consecuencia, a Segismundo, interesado en el desarrollo de éste.

Era lógico que Eugenio IV, huido de Roma, hallase cálido refugio en Florencia; también lo era que el Concilio, siempre preocupado por la paz entre los cristianos, animase al duque de Milán a soluciones pacíficas, lo que favorecía sus intereses, porque Milán no tenia fuerza suficiente para un enfrentamiento de grandes dimensiones, y debía, además, tener en cuenta la solución de la cuestión napolitana.

El equilibrio en Italia es muy difícil tanto por la tensión entre Papa y Concilio, como por las grandes novedades que tienen lugar en 1435: derrota de Alfonso V en Ponza, prisión del rey aragonés en manos del duque de Milán y amistad entre ambos, fruto de sus comunes objetivos. La cuestión meridional se ponía en directa relación con la septentrional y con el enfrentamiento Papa-Concilio; Alfonso V que, desde hacía tiempo presionaba al pontificado para el logro de sus objetivos, hallaba nuevos aliados y hacía suya la causa conciliar, incrementando el tono de su enfrentamiento con Eugenio IV.

Alfonso V y Felipe María Visconti serán los príncipes más hostiles a Eugenio IV, quienes aparecerán más distantes de las decisiones de la dieta de Maguncia, aunque acabaran suscribiéndolas, y permanecerán hasta el último momento con el Concilio al que únicamente abandonan en la misma antesala del nuevo Cisma. Eso posibilitará el acuerdo entre Eugenio IV y Alfonso V, y el reconocimiento de éste como rey de Nápoles, olvidando la causa de los Anjou.