Época: Neolítico
Inicio: Año 5250 A. C.
Fin: Año 5000 D.C.

Antecedente:
VI Milenio Alta Mesopotamia



Comentario

La cultura Halaf se diferenció, a inicios del siglo XX, a partir de las producciones cerámicas en el yacimiento que le da nombre, ubicado en el alto valle de Khabour en Siria. Estas cerámicas presentan unas formas elaboradas, siendo las más usuales los recipientes carenados con bordes abiertos, las copas con pie largo y las jarras globulares. La decoración es rica y se caracteriza por motivos pintados, de color rojo o negro inicialmente y de tipo polícromo en las fases más recientes, sobre el fondo de color crema o ligeramente rosado. Esta cubre la casi totalidad del vaso, agrupándose en bandas con motivos variados como triángulos, cruces, pequeños círculos y festones, así como flores, aves en reposo, gacelas dormidas y bucráneos. Los recientes análisis tipológicos de estos materiales y la serie de dataciones absolutas permiten, actualmente, distinguir una evolución cronológica, diferenciándose unos horizontes (Early, Míddle, Late), el aspecto más significativo de la cual es la progresiva expansión territorial que cubre la cultura Halaf.
En efecto, el núcleo inicial se desarrolla a finales del VI milenio en la zona de la Djezireh septentrional, principalmente en los valles de los ríos Balikh y Khabour, siendo los yacimientos más importantes Tell Sabi Abyad, Tell Choga Basar y Tell Halaf. Durante la primera mitad del V milenio, las manifestaciones culturales de este grupo tienen una gran extensión territorial, que cubre desde el Éufrates hasta la zona del Diyala en el Zagros, diferenciándose los conjuntos regionales Halaf de la zona central, es decir, entre el río pequeño Zab y el Éufrates, con los asentamientos de Tell Arpachiyah, Tell Aqab, Tell Yarim Tepe II; oriental, extendiéndose hacia la región del Diyala (Tell Hasan, Tell Songor); septentrional, en los altos valles del Tigris y Éufrates (Yunus, Turlu, Tilkitepe); y occidental, en el valle del Queid. Las manifestaciones del registro arqueológico entre estas diferentes regiones guardan, no obstante, una notable homogeneidad. Este momento constituye su época de apogeo. Finalmente, se desarrollará una fase de transición con las manifestaciones culturales provenientes de la Baja Mesopotamia (Obeid). Para su análisis el enfoque se hará globalmente, insistiendo en sus aspectos más significativos.

Se trata de poblados de dimensiones a menudo reducidas, cuyas características han sido objeto recientemente de renovadas interpretaciones. En efecto, el hecho de que los primeros hallazgos arquitectónicos de esta cultura fueran una construcción en adobe de planta circular con cubierta en cúpula, denominada tholos, convirtió a este tipo tradicional en un fósil director estereotipado vinculándolo a una función religiosa (santuario). Las recientes investigaciones han corregido esta visión, matizándola en los aspectos siguientes. Los tholoi constituyen un tipo de habitación de funcionalidad doméstica (Yarim Tepe) y quizá, en algunos casos, de tipo complementario (almacenamiento en Tell Sabi Abyad) a los otros tipos de arquitectura presentes en los asentamientos de este periodo. Presentan un tamaño variable (de 4 a 12 m de diámetro) y una gran variedad morfológica, pudiendo presentar la planta circular de tipo simple, con divisiones internas, o bien con anexos rectangulares, sobre todo en la zona de acceso. En los asentamientos Halaf existen, además, construcciones de planta rectangular de tipo simple o divididas en pequeñas celdas contiguas. Estas construcciones, con cubierta plana, siguen la tradición del mundo del VII milenio, y su funcionalidad doméstica no ofrece dudas.

El conocimiento de la disposición de las viviendas y su ordenación en torno a espacios libres, así como la formación de conjuntos cerrados, formados por agrupaciones de tholoi y de construcciones rectangulares, delimitados por un muro exterior (muralla), es aún incierta debido a la falta de excavaciones en extensión. Queda por establecer, asimismo, el origen de estas manifestaciones arquitectónicas circulares (Halaf, Hassuna), pues constituyen un tipo particular en una evolución donde la arquitectura rectangular parece dominante en el mundo neolítico del Oriente Próximo. La distribución de los yacimientos y su relación con la dimensión de los mismos ha sido estudiada observándose, principalmente para la zona nuclear, una relación significativa, en la cual los grandes establecimientos, que pueden llegar a tener unas ocho hectáreas, se distribuyen de forma regular, estando rodeados por pequeños asentamientos.

Las manifestaciones funerarias son poco conocidas, destacándose las sepulturas en jarras localizadas en Tell Arpachiyah. El utillaje lítico es muy poco característico, con la desaparición de las flechas y el predominio de la técnica de talla laminar. Los útiles más abundantes son los elementos de hoz. Económicamente, se trata de poblaciones agrícolas con una abundante producción, observable tanto en el registro paleocarpológico, que indica una variedad de especies de trigos, cebadas o leguminosas (lentejas, garbanzos), y en algunos yacimientos, de lino, como en la distribución de los yacimientos, buscando los suelos de tipo mediterráneo favorables para la práctica de un cultivo de secano. La ganadería se halla igualmente atestiguada por una variedad de especies de bóvidos, ovejas, cabras y cerdos; complementándose la dieta con la explotación de recursos animales, según los diferentes nichos próximos al hábitat: liebres, ciervos, onagros y la pesca y recolección de moluscos de agua dulce. Se ha propuesto, igualmente, la posible utilización del buey como animal de trabajo en las labores agrícolas, pero no hay certeza absoluta sobre esta posibilidad.

La cultura Halaf se caracteriza por una fuerte expansión en la primera mitad del V milenio. A las diferentes zonas donde se manifiesta la cultura Halaf y sus variedades regionales, observadas anteriormente, se suman sus influencias en las zonas próximas, como en el oeste, en los valles del Amuq y la Cilicia, donde el desarrollo de la tradición local Amuq C continúa o en la zona de Anatolia central, donde se hallan influencias en los yacimientos de la región de Keban. En la zona litoral del Líbano mediterráneo, el desarrollo del Neolítico de Biblos o de Munhata es menos permeable y las influencias son mínimas, al igual que en las regiones del este, donde se hallan las manifestaciones culturales mixtas de la cultura Samarra y las fases iniciales del Obeid, que forman la base de la fase Choga Mami de Transición. A partir del 4500 a.C., las manifestaciones culturales del Halaf se interrumpirán bruscamente, abriéndose una nueva etapa de evolución cultural impregnada con los establecimientos e influencias de la cultura de la Mesopotamia meridional (cultura del Obeid).

Esta expansión rápida y fuerte, a partir de un núcleo muy reducido, ha motivado un largo e intenso debate en el intento de interpretación y explicación de los factores, causas y sistemas de dicha propagación. Una de las primeras constataciones fue el carácter no violento de la misma. En efecto, la difusión parece producirse utilizando los ríos como ejes de penetración sin que se evidencien señales de destrucción, fortificaciones o violencia, que obligan a descartar la noción de conquista y subrayan el carácter pacífico de la ocupación.

Se han formulado cuatro hipótesis explicativas de este fenómeno. La primera incide en el carácter, por parte de la cultura Halaf, de una perfecta adaptación a un medio ecológico potencialmente rico para el desarrollo de una cultura esencialmente agrícola como la estudiada. A partir del análisis espacial se ha podido observar que los asentamientos se ubican en el fondo de los valles, con unos suelos óptimos para el desarrollo de la agricultura de secano. El aumento demográfico y algunas innovaciones como la domesticación del buey y su posible uso como animales de tiro facilitarían el progreso y la expansión de la cultura halafiana. La segunda hipótesis enfatiza uno de los productos emblemáticos de esta cultura: la cerámica. Se insiste, en efecto, en qué el registro material muestra la probable creación de un artesanado de la cerámica y en el hecho de que en algunos centros (Tell Brak) la producción supera las necesidades locales. La fuerte dispersión del producto se traduce en una indudable mejora de la distribución de los productos y en la constitución de una red de intercambios. Esta estructura socioeconómica fuerte en el aspecto de intercambios constituiría el motor básico de la expansión. La tercera hipótesis tiene un fondo similar, si bien el producto y las características son diferentes. La fuerza es atribuida al rol de los asentamientos en el control y distribución de la obsidiana. La repartición espacial de los asentamientos muestra una situación preferencial de los grandes asentamientos en la zona baja del altiplano de Anatolia, mientras que los pequeños se sitúan preferentemente en los valles altos. La interpretación incide, pues, en el rol de guarda que estos poblados pudiesen tener en la distribución de este producto anatólico hacia las regiones del norte de Siria y Mesopotamia. La última hipótesis relaciona la expansión del fenómeno cultural Halaf con los fenómenos de trashumancia con poblaciones nómadas que transportarían tanto ideas como objetos que, por su calidad, podrán ser considerados como bienes de prestigio o de posesión deseada.

Estas interpretaciones, la validez de las cuales aún se sigue discutiendo, inciden globalmente en dos aspectos socioeconómicos que hay que considerar básicos. En primer lugar, la perfecta adaptación de un sistema productivo a un territorio o espacio geográfico determinado (piedemonte del Taurus y Zagros), en el que la agricultura cerealística de secano y una ganadería desarrollada se afianzan de manera decisiva. Se trata, pues, de una nueva estructura económica fruto de la progresiva consolidación de las prácticas económicas iniciadas tres milenios atrás. Este hecho, junto con el aumento demográfico provocaría la colonización de espacios que hasta estos momentos habían sido poco ocupados. El segundo aspecto está constituido por la consolidación e incremento de unos intercambios de productos, con centros productores y circuitos comerciales bien establecidos, que participan en un fenómeno nuevo: la interpelación entre las diferentes regiones del Oriente Próximo a gran escala, produciéndose una cierta unificación cultural del mismo.

Hay que considerar, a nivel sociológico y gracias a los trabajos neoevolucionistas, a la cultura Halaf como la representante en el mundo próximo-oriental de la aparición de las primeras jefaturas en el V milenio. La complejidad observada en los propios yacimientos, la misma multiplicación de los mismos, implica la existencia de una estructura social en la cual aparece una jerarquía para resolver los conflictos sociales inherentes al crecimiento de la población y de los medios de producción, tanto a nivel de asentamiento como regional.