Época: Area cultural andina
Inicio: Año 1800 A. C.
Fin: Año 900 D.C.

Antecedente:
Area cultural andina



Comentario

Hemos visto, pues, que desde finales del Precerámico, conviven en los Andes Centrales dos tradiciones de arquitectura monumental: una en la sierra definida por fogones rituales de forma circular y uso exclusivo ritual; otra en la costa, consistente en grandes volúmenes que delimitan amplios espacios y dejan una plaza circular hundida. En su entorno existe habitación jerarquizada y sistemas de irrigación e intensificación agrícola. El volumen de la construcción, los conocimientos que requiere su planificación y las nuevas tecnologías de carácter agrícola, ponen de manifiesto que estamos ante una sociedad desigual, con segmentos jerarquizados, sin que exista coincidencia en denominarla una sociedad de jefatura o un estado teocrático incipiente.
Este período se inicia con la evidencia de las primeras cerámicas en los Andes Centrales en el 1.800 a.C. y finaliza con la integración cultural de las sociedades durante la etapa Chavín. La cerámica más antigua es la conocida con el nombre de Wayrajirca de Kotosh en la sierra norte, definida por botellas con gollete, tazas hondas, acabado brochado y pulido en marrón y negro, y decoradas con incisión y pintura postcocción. Los diseños son simples y geométricos y a lo largo del período se le irán añadiendo figuras antropomorfas.

Más al norte de Kotosh, Pacopampa es un centro importante del valle de Cajamarca. En este sitio se levantó una ciudadela con edificios públicos y religiosos, rodeados de núcleos de viviendas. Está fechado entre 1.835 y 1.350 a.C., y con él se define ya una jerarquía de sitios dependientes, como el más pequeño Agua Blanca. También Cajamarca, Huacaloma y Kuntur-Wasi son centros importantes. Además del volumen arquitectónico, los canales de Cumbemayo definen una tecnología de irrigación muy adelantada. En todos estos centros es destacable la aparición de objetos en piedra, madera y cerámica decorados con motivos geométicos y zoomorfos; en particular felinos y serpientes, dando lugar a una tradición que sólo es interrumpida por la superposición Chavín en el 700 a.C.

También en la sierra, pero más al sur, Huaricoto es un sitio importante en el Callejón del Huaylas, ya que en él están manifiestos muchos de los elementos ideológicos que alcanzarán su expresión clásica con el desarrollo Chavín. Con estas evidencias la trascendencia de Chavín es menor de lo que se había establecido previamente.

En la sierra sur surgen poblados como Waykawaka, Marcavalle y Pikicallepata entre el 1.200 y el 800 a.C., con cerámicas y motivos decorativos de orientación meridional, con una arquitectura monumental menos desarrollada y predominio de las aldeas agrícolas y pastoralistas.

En cuanto a la costa norte se producen fenómenos que culminan en una mayor complejidad cultural. Los sitios representativos proceden, en parte, de la etapa anterior: Guañape, Cerro Prieto, Las Haldas, Cerro Sechín y Bandurria. A lo largo de toda la costa se levantan estos centros que, aun de evolución local e independiente, interactúan entre sí. Los materiales empleados son piedra y barro, y algunos de los edificios están decorados con losas esculpidas con motivos antropomorfos, generando una iconografia que, al igual que ocurría en la sierra, será integrada por Chavín.

Por último, la costa central fue otra zona de integración intervalles con sitios públicos de gran categoría como Huaca La Florida, Garagay, Ancon y otros centros de integración local.

Como podemos observar, pues, los Andes Centrales tuvieron a lo largo del período Cerámico Inicial una gran población, que se puede estimar muy similar a la existente durante el período Chavín. La mayoría de los valles entre la sierra y la costa estuvieron ocupados por aldeas y poblados agrícolas integrados social y políticamente por centros con edíficios públicos, mientras que la puna era ocupada solamente por sociedades dedicadas al pastoreo. La organización comunal del trabajo y la construcción de centros con pirámides y otros edificios menores continuó, y expandió de modo considerable una tradición que ya estaba formulada desde finales del Precerámico en sitios como Aspero, Salinas de Chao o La Galgada. De ahí que algunos autores estimen que las jefaturas surgen en los Andes Centrales hacia el 3.000 a.C. y que los centros del período Cerámico Inicial definen, en realidad, la existencia de pequeños estados teocráticos.

Otra característica de gran relevancia es el regionalismo y localismo cultural que está sobrepasado por una red regional de intercambio costa/sierra. Así, grandes asentamientos como Pacopampa, Huancaloma, Kuntur-Wasi, Caballo Muerto, Cerro Sechín, Bandurria, Huarmay, Ancón, Garagay, La Florida, Huaricoto, Kotosh, Shillacoto, La Galgada y Mercavalle, por citar los más importantes, hicieron confluir desde sus instituciones ceremoniales locales amplios territorios en una esfera ceremonial regional, que se demuestra por la uniformidad en los estilos arquitectónicos -en las costas y en la sierra-, y en otros materiales secundarios.

La base económica de este desarrollo, que se puede considerar como el punto culminante de la experiencia acumulada desde el Precerámico, se fundamenta en la explotación agrícola en los valles, el pastoreo en las punas y la explotación masiva de productos del mar en las costas; si bien es cierto que cada vez ha ido tomando un papel más relevante la agricultura, en la que maíz y frijol se han sumado al acervo de plantas nativas. Este sistema se ha intensificado mediante la modificación hidráulica del territorio en las partes bajas de los valles con la creación de los sistemas de riego.

Esta dilatada etapa, pues, resulta fundamental, ya que en ella se sientan las bases en las que se sustenta la civilización andina, para cuya expansión Chavín de Huantar constituirá un nexo crucial que tipifica la etapa que voy a comentar a continuación, ya que este centro significa la síntesis entre las más complejas tradiciones de la costa, del altiplano y de la selva.