Época: Neolítico
Inicio: Año 4500 A. C.
Fin: Año 3000 D.C.

Antecedente:
Consolidación sistema económico



Comentario

En general, parece importante el papel del crecimiento demográfico en la implantación/adopción del nuevo sistema económico. Se ocupan nuevas zonas y el aumento de la población es un factor dinámico de cambio cuando su desarrollo se acelera. Otra cuestión importante es la organización social y las características que podemos dilucidar sobre las relaciones sociales y sobre su interconexión con la economía. Parece ser que la familia es la unidad social básica entre estas comunidades: principalmente seria de carácter nuclear, pero también cabe pensar en la presencia de familias extensas.
La diferenciación entre patrones de asentamiento, disperso o concentrado, puede reflejar relaciones sociales distintas, aunque todavía nos faltaría completar un registro demasiado parco en estos aspectos. Se trataría, en general, de sociedades igualitarias sin diferenciaciones internas significativas: alguna excepción encontraríamos en la documentación de grandes edificios singulares en poblados concentrados con casas grandes y alargadas construidas sobre el loess (Cys-la-Commune y Berry-au-Bac, en la Vallée de l'Aisne). Podríamos pensar, entonces, en la existencia de familias favorecidas, o quizás simplemente de casas comunales, o centros de reunión. Hoy por hoy, la discusión permanece abierta.

Sin duda alguna deberían desarrollarse relaciones de parentesco y alianzas de carácter exógeno, ya que la interdependencia entre las comunidades parece ser un factor clave de cohesión social en estos momentos, dada la implantación incipiente de un nuevo modo de vida, la producción agrícola y ganadera. En este sentido, pues, se realizarían las actividades colectivas de cultivo, desmonte, etc.

Además, esta identidad comunal se refuerza a partir de los datos que disponemos sobre los sistemas funerarios y de intercambio. Los modos de enterramiento más frecuentes de esta fase inicial de neolitización europea son las sepulturas individuales en el interior de los asentamientos y la construcción de algunas necrópolis aisladas. Pero, según las regiones, las prácticas funerarias se diversifican, como sucede, por ejemplo, en Gran Bretaña, con la construcción temprana de monumentos funerarios megalíticos, con estructuras tumulares y murales de tierra, madera o piedra, de carácter colectivo. También en el norte de Polonia aparecen los primeros enterramientos monumentales, las tumbas kujavienses (recubiertas por largos montículos definidos por grupos oblongos o triangulares de piedra), así como en Dinamarca y el norte de Alemania, con las cámaras megalíticas cerradas señalizadas con túmulos (Dyssen).

En general no existe una diferenciación profunda entre los tipos de estructuras y ajuares, a excepción de algunos aspectos muy concretos. En la necrópolis de Nitra (Checoslovaquia), los ancianos inhumados reciben un trato diferencial; la uniformidad en la construcción de los túmulos megalíticos (del V milenio en adelante) puede tener una doble interpretación, pues o bien significa que se entierran determinados segmentos de la población (aparición de pocos esqueletos en túmulos de larga perduracion, como el de West Kennet) o, contrariamente, son focos de cohesión social, al tratarse de elementos y puntos de atracción socio-ideológica (al igual que las necrópolis). Diversos autores asocian el patrón de distribución funerario al patrón de asentamiento disperso: en zonas como el Danubio inferior, las costas del mar Negro y las llanuras húngaras.

También a través del estudio del intercambio podemos analizar algunos elementos de las relaciones entre las comunidades. El desarrollo del intercambio de materiales no parece muy uniforme pero sí significativo de la preservación de las relaciones comunales. En la distribución de las materias primas destaca la circulación del Spodylus gaederopus del Mediterráneo oriental, con los que se fabrican brazaletes, cuentas y discos ornamentales y que llegan hasta la cuenca de París. Su dispersión se ha relacionado con la primera ocupación de las tierras loésicas. También se conoce la circulación de la obsidiana, desde los lugares de origen (Melos, Cerdeña, Lípari...) hasta la Europa central, y de sílex, por ejemplo, en los circuitos del norte de Polonia al norte de Europa, de Dinamarca hasta la península escandinava y la extensión de las hachas de piedra bretonas por toda la zona francesa (al igual que sucede entre el sur de Gran Bretaña y el resto de la zona insular). Se documentan, pues, las primeras minas europeas (Spiennes, Bélgica). Al margen debemos considerar la circulación de algunos de estos elementos como bienes de prestigio, pero seguramente a una escala no muy importante, sólo en aquellos casos en que las mismas fuentes de origen ofrecen escasas cantidades del producto en cuestión (por ejemplo, el Spondylus).

En conjunto, y con el tiempo, se va hacia el desmembramiento de la uniformidad social-territorial (como la desintegración de la cultura de la cerámica de bandas que tiene su auge sobre el VI-V milenios). El proceso conllevará la reducción paulatina del tamaño de las agrupaciones culturales, una presencia mayor de la jerarquía interna y el desarrollo de una reciprocidad más restringida.

Hemos visto, pues, una gran variedad en los tipos de organización social y en los mecanismos de desarrollo de las primeras comunidades agrícolas. De todas formas, el proceso de cambio del IV milenio en la Europa templada no se puede contrastar fácilmente, ya que en la misma diversidad del registro podemos leer la posibilidad del desarrollo de diversos tipos de organización social.