Época: América borbónica
Inicio: Año 1700
Fin: Año 1810

Antecedente:
Desarrollo de las colonias



Comentario

El virreinato santafereño se creó en 1717, integrando en el mismo a los territorios que antes dependían de las presidencias neogranadina, quiteña y panameña, así como con las gobernaciones venezolanas de Caracas, Margarita y Nueva Andalucía o Cumaná. Se suprimieron las audiencias de Quito y Panamá y se crearon tres comandancias en Venezuela, Cartagena y Panamá. Su primer virrey, don Jorge Villalonga, intentó vertebrar el territorio con escaso resultado. El virreinato tenía pocas rentas y los quiteños y panameños protestaron hasta ver restauradas sus audiencias. En 1723 se dio por fracasado el experimento y se suprimió el virreinato.
La guerra de la Oreja, con la destrucción de Portobelo por Vernon (1739) y la constante amenaza inglesa sobre Tierra Firme (Vernon fracasó en su intento de tomar Cartagena en 1741), demostraron la debilidad de la región por lo que volvió a establecerse el virreinato en 1739. El gobernador Zuloaga de Venezuela hizo notar la falta de operatividad militar del mismo, dada la enorme distancia que mediaba entre Caracas y Bogotá, por lo cual la Corona independizó a Venezuela del virreinato en 1742. Este quedó, así, formado por el Nuevo Reino de Granada (gobernaciones de Nuevo Reino, Cartagena, Santa Marta, Maracaibo, Antioquia, Popayán y Guayana), Quito (gobernaciones de Quito, Quijos, Macas, Esmeraldas y algunos corregimientos) y Panamá (gobernaciones de Panamá y Veraguas). En cuanto a las gobernaciones de la Guayana, Margarita, Mérida y Maracaibo quedaron incluidas en el mismo pero irían pasando a Venezuela durante el resto del siglo. Guayana se convirtió en Comandancia el año 1762, siguiendo el consejo de la Comisión de Límites, que se añadió a las dos de Cartagena y Panamá. En 1764 se creó la Gobernación militar de Guayaquil. El virreinato tenía dos audiencias, que eran las de Santa Fe y Quito (la de Panamá se volvió a suprimir en 1751). La Real Hacienda estaba centralizada en Bogotá. La organización religiosa era más compleja, pues el obispado de Panamá dependía de Lima, los neogranadinos de Bogotá y los quiteños de las arquidiócesis de Santa Fe y de Lima.

La población virreinal se calcula en torno a los 1.260.281 habitantes que señaló Silvestre para el año 1789. Su distribución territorial sería: 753.408 habitantes para el Nuevo Reino de Granada, 446.966 para Quito y 59.913 para Panamá. Resultaría así que el 59,8% de su población se concentraría en el Nuevo Reino de Granada y el 35,5% en Quito, quedando sólo el 4,7% para Panamá. Quito era, sin embargo, el territorio de mayor densidad, dado que era la quinta parte de Nueva Granada. Las provincias capitalinas de Santa Fe, Quito y Panamá concentraban los mayores potenciales demográficos de sus áreas subregionales y sus ciudades representativas eran las grandes urbes: Santa Fe tenía 18.161 habitantes, Quito 23.727 y Panamá 7.857. La región se singulariza, no obstante, por tener un rosario de importantes y antiguas ciudades secundarias (Portobelo, Cartagena, Santa Marta, Popayán, Riobamba, Guayaquil, etc.). En cuanto a su sociedad, seguía el esquema clásico. Los mayores porcentajes de blancos e indios correspondían a Nueva Granada y Quito. En Panamá había gran número de libres. El mayor número de esclavos era el quiteño y estaba localizado en Guayaquil.

La política reformista produjo grandes convulsiones en el virreinato, sobre todo a partir de la década de los sesenta. El virrey Messía de la Cerda expulsó, en 1767, a los 409 jesuitas del mismo (200 neogranadinos, 200 quiteños y 9 panameños) y estableció el estanco del aguardiente y nuevas aduanas, que motivaron la revolución de los barrios de Quito en 1765. Los vecinos de San Roque y San Sebastián asaltaron y destruyeron la casa del estanco y el palacio de Gobierno, pidiendo la expulsión de los chapetones (españoles), la supresión de la aduana y del estanco y un indulto general, que otorgó temeroso el Virrey. Las agitaciones prosiguieron hasta 1767, cuando llegó el nuevo Presidente José Diguja. En 1777, llegaron dos regentes para las audiencias de Santa Fe y Quito: Francisco Gutiérrez de Piñeres y Joseph García de León Pizarro. El primero, reagrupó los indios de los resguardos (mandó rematar los sobrantes), estableció la Dirección General de Rentas de Santa Fe (con dos contadurías para los estancos del tabaco y del aguardiente), reorganizó los estancos del aguardiente y del tabaco, creó las aduanas de Cartagena y Santa Fe y modificó los impuestos existentes. Los neogranadinos reaccionaron con la revolución comunera. Se inició, en 1780, en varias poblaciones de Santander y se organizó en El Socorro al año siguiente. Unos veinte mil comuneros se dirigieron hacia la capital santafereña para pedir la derogación de los impuestos. Fueron interceptados en Zipaquirá por una comisión negociadora formada por el Arzobispo y varios oidores (el Regente había huido a Honda), que aceptó todas sus reivindicaciones, sin cumplir luego el compromiso. El posterior virrey y arzobispo, Caballero y Góngora, pacificó el país y organizó su planta militar, pero no se atrevió a seguir con las reformas, quedando el virreinato sin las intendencias. Se creó sólo la de Cuenca. En cuanto al regente García de León Pizarro, hizo en Quito una reforma similar, pero previamente organizó la fuerza militar, lo que le permitió sofocar fácilmente las revueltas. Estancó en la Real Hacienda las rentas del aguardiente, tabaco y pólvora, etc. El reformismo quedó luego casi paralizado. Pese a esto se crearon los corregimientos de Guaduas, Pamplona y El Socorro y el Consulado de Cartagena en 1795. La agitación política no cesó, a pesar de ello. En 1794, fue apresado y procesado Antonio Nariño por haber traducido y repartido algunos ejemplares de "Los derechos del Hombre y del Ciudadano". El gobierno del último virrey, Amar y Borbón, se vio entorpecido por los asaltos de los criollos a los cargos de los Cabildos y por los continuos intentos para formar una junta de Gobierno.

La economía del virreinato fue muy completa pues contaba con una buena minería aurífera, una excelente ganadería y agricultura y hasta un renglón industrial notable, los obrajes quiteños. La acuñación de moneda aurífera en Santa Fe durante el último medio siglo de la colonia refleja el auge de la minería, con un total de 91.106.000 pesos y promedios anuales de 1.822.120. Lo realmente producido es objeto de toda clase de especulaciones, pero Vicente Restrepo estima que fue de 55.800.000 pesos para el período 1761-1780, 62.775.000 para el de 1781-1800 y 30.600.000 para el de 1801-1810. La minería aurífera quiteña y panameña eran escasas.

La Agricultura fue muy rica, pues la compleja orografía dentro del medio tropical permitió toda clase de cultivos. La misma orografía conspiró contra la comercialización de los productos, dado lo elevado de los fletes terrestres. De aquí que las exportaciones agrícolas se ubicaran principalmente en zonas costeras, dedicándose el resto al consumo interno. Aunque carecemos de datos globales sobre la producción agrícola, el historiador Restrepo afirma que los diezmos neogranadinos entre 1800 y 1810 fueron de 408.000 pesos anuales, lo que nos llevaría a una producción valorable en más de cuatro millones de pesos. Quito producía más de 70.000 arrobas anuales de cacao y 300.000 manojos de tabaco (de 100 hojas cada uno). La ganadería vacuna ocupaba extensas zonas de los llanos, la costa atlántica neogranadina y la zona riobambeña en Quito. Quito y Tunja poseían una buena cabaña ovina que suministraba la materia prima a los obrajes. El virreinato contaba, finalmente, con el sector industrial de los obrajes de Quito, que afrontó una gran crisis. En 1791, Quito exportó 850 cargas de textiles (valoradas en 85.000 pesos), de las que 736, es decir, el 86,5%, fueron destinadas a Nueva Granada. Hacia 1780, había aún en Quito unos 125 obrajes (1 en Ibarra, 11 en Otavalo, 36 en Quito, 50 en Latacunga, 24 en Riobamba y 4 en Ambato) como señalamos.

En cuanto a su comercio exterior, acusa el fenómeno general de aumento de los renglones agropecuarios respecto a la extracción de metales preciosos. El Nuevo Reino exportó 1.149.463 pesos en frutos y cueros (207.312 arrobas de algodón, 27.525 arrobas de cacao y 23.164 cueros al pelo) durante el quinquenio 1789-1793 y 9.086.019 pesos en oro y plata. En 1793, sus exportaciones alcanzaron un valor global de 919.272 pesos, de los que 248.155, es decir, el 27%, fueron frutos (principalmente cacao, algodón y cueros), representando el oro sólo el 73% restante. Quito aumentó su exportación de cacao desde Guayaquil a partir de 1789, cuando la Corona le permitió enviarlo a México. Pasó así de los 34.000 sacos (de 90 libras) extraídos en 1765 a 87.500 en 1795 y 100.000 en 1810. En cuanto a Panamá vivía exclusivamente de su papel tradicional de intermediario de la negociación interoceánica, pese a lo cual en el quinquenio 1798-1802 negoció 3.000.000 de pesos.